Análisis y opinión

Ya detectaron 1.872 casos de alcohol al volante en 2024 y todavía faltan las fiestas

Más de la mitad con 1 gramo de alcohol en sangre. 13 personas murieron por el alcohol al volante entre enero y octubre. Hay más controles de alcoholemia.

Imaginemos una fila de 1.872 personas paradas una detrás de la otra, ocupando casi dos kilómetros de largo. Veinte cuadras. Ahora pensemos: son todos los conductores (y conductoras) detectados manejando un vehículo con más de 0,5 mg de alcohol en sangre. Está por encima de lo que permite la ley que regula el alcohol al volante.

Exactamente mil de estos conductores, con más de 1 mg. Son los que pueden ir presos y con multas millonarias. Además, les quitan el vehículo y la licencia de conducir.

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¿Cómo llegó hasta allí? Alcohol al volante, un caso de San Martín ocurrido la semana pasada.

¿Cómo llegó hasta allí? Alcohol al volante, un caso de San Martín ocurrido la semana pasada.

Invitemos a otras trece personas a comer a casa, apiñados alrededor de una mesa entre risas, brindis, música y fiesta. Y miremos sus rostros. Es la cantidad de víctimas fatales este año en incidentes de tránsito en los que estuvo involucrado el alcohol. Fueron un total de once tragedias con conductores alcoholizados en las que murieron trece personas en nuestra provincia, desde enero. Trece familias tendrán una silla vacía en sus mesas este fin de año. Es alarmante la cantidad de gente que maneja borracha. Aún así, la tendencia de conductores ebrios pescados in fraganti respecto de 2023 implica una leve baja, ya que este año los controles se han multiplicado por cuatro respecto de 2023. Es un buen dato, pero no alcanza ni para el alivio, ni para distraerse en prevención y control.

Alcohol al volante

Las cifras que indican la cantidad de controles y de personas alcoholizadas que fueron detectadas en algún retén pertenecen a una estadística interna del Ministerio de Seguridad de la provincia, y corresponden a un conteo realizado desde el 1 de enero hasta el pasado viernes 25 de octubre, por lo que hay que agregar a los 1.872 registrados una media docena más de los últimos nueve días y alguno más en esta madrugada, contando al automovilista que atropelló y mató a una chica de 23 años que salía de bailar de un boliche en San Rafael el fin de semana pasado.

De los 1.872 casos detectados con más de 0,5 mg que es el límite legal, se mantiene la tendencia de que más de la mitad lo hizo con más de un 1 mg. A este dato hay que agregar que en la mayoría de los incidentes que significaron muertos y heridos graves, con alcoholemia positiva, la prueba de alcohol siempre resultó mayor a 1 mg, o incluso a 2 mg. Lo que demuestra que la ley nacional de “alcohol cero” que se sancionó el año pasado es un acto completo de demagogia, con poca utilidad.

Más controles

Los test de alcoholemia en tránsito han aumentado por cuatro, y puede que esto haya moderado la cantidad de personas que beben sin control y salen a manejar, pero lo que preocupa es la conducta cada vez más temeraria que se ve en rutas, accesos y calles: en el último mes hubo cuatro persecuciones a conductores ebrios que intentaron evadirse. “En general es de noche… y cuando no es por alcohol, llevan armas, o drogas… los policías conocen estas conductas. A veces basta una mirada esquiva para adivinar la intención y activar el código” dice una fuente, en referencia al dispositivo que se monta cuando hay que ir tras un automovilista que huye.

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Un test con alómetros, un dispositivo de control rápido, el último invierno.

Un test con alómetros, un dispositivo de control rápido, el último invierno.

Un mes atrás, siete conductores fueron detectados manejando alcoholizados en un mismo fin de semana. Rara vez la cantidad baja de dos o tres, y eso, los que son detectados. Hace dos meses, un policía fue despedido de la fuerza provincial por conducir borracho su motocicleta. Un mes atrás, un penitenciario que manejaba ebrio atropelló y mató a un hombre en Las Heras. Parece que no les importa nada.

El componente “velocidad” es importante, sobre todo en los accesos. Hemos visto fotos y videos de vehículos destrozados en cantidad, contra paredones, postes, árboles, bulevares y canteros, a causa de la bebida.

Tendencia en baja

Las cifras respecto del año pasado indicarían una menor proporción de personas ebrias al volante en 2024. Es cierto que para una familia, el hecho de perder a un ser querido es el “cien por ciento” una desgracia. Por eso en el Gobierno no salen a hablar de estos números. Es poco empático con las familias de las víctimas fatales estar diciendo que hay menos tragedias con alcohol, sobre todo.

Veamos las cifras: En 2023 hubo un total de 15.046 controles de alcoholemia sobre poco más de 126.000 automovilistas que fueron parados en algún tipo de control. Este año, las alcoholemias fueron 54.818 sobre 167.304 verificaciones totales, es decir, 265 % más, y aún restan dos meses completos.

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Comparando la cantidad de personas alcoholizadas detectadas al volante de un año a otro, son equivalentes. El año pasado fueron 2.153 de enero a diciembre, y este año vamos por 1.872. Es decir que aunque los controles se multiplicaron casi por cuatro, la cantidad de borrachos al volante sería equivalente a fin de año. Otro dato importante: el año pasado, el 87 % de los vehículos controlados dio dentro de los márgenes permitidos (hasta 0,5 mg por litro), y este año, ese porcentaje subió al 97 %. Es importante, haya sido por miedo a las multas severas, a quedarse sin el auto y la licencia, por concientización, o por casualidad.

Esta tendencia es una novedad positiva pero no alcanza para festejar, sino para reforzar controles y campañas de prevención. De hecho, cuando la ministra Mercedes Rus presentó estas estadísticas ante las comisiones legislativas que debatirán el presupuesto, lo hizo con bajo perfil. En el Gobierno admiten que la cifra de conductores alcoholizados subirá con seguridad en estos casi dos meses enteros que le quedan a este año. Estamos en plena época de fiestas de egresados, en vísperas de las fiestas de fin de año, y del cierre de ciclo de empresas, organizaciones, clubes, y otras entidades. Siempre hay motivos para brindar. El problema es que todos entendamos de una vez que beber y conducir no es compatible.

Los alcoholímetros

Los controles no son la única fuente de datos respecto de los conductores alcoholizados. Además, ocurren los accidentes, especialmente los que se producen “en solitario”. Es decir, los que en los partes policiales se explican con la frase que nunca nadie escribió jamás: “Perdió el control de su vehículo, por razones que se tratan de establecer”.

Este año ocurrieron 81 incidentes de tránsito “en solitario” con personas alcoholizadas. De ellos, 53 conductores tenían más de 1 mg por litro de sangre. Otros 17 registraron más de 2 mg, 8 de ellos más de 0,5 mg y hasta 1 mg (el límite contravencional), y hubo dos que “rompieron el alcoholímetro” con más de 3 mg de alcohol en sangre. Estos datos refuerzan que la ley de alcohol cero es inútil. Sólo en el 10 % de los casos, los conductores tenían entre 0,5 y 1 gr de alcohol en su torrente sanguíneo

En la provincia no hay una gran cantidad de alcoholímetros y los cuidan como oro. El Ministerio de Seguridad cuenta con 18, unos 10 más pertenecen a la Agencia de Seguridad Vial, y 28 más están en poder de las municipalidades. Además, hay 14 alómetros, un dispositivo que permite detectar alcohol en el aliento a cierta distancia, sin necesidad de que el conductor sople una pipeta. Cuando es positivo, el conductor pasa a la medición con alcoholímetro. Los alómetros son unos aparatos de medición rápida que permiten hacer una gran cantidad de controles en poco tiempo.

Algunos alcoholímetros iguales a los que usa la policía se utilizan en grandes bodegas. Hace poco, en el centro de visitas de uno de estos establecimientos, alguien robó uno de estos equipos. Un daño innecesario. Algunas bodegas suelen tener programas de concientización al mismo tiempo de las degustaciones.

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El convenio que firmaron Cornejo y el titular del INTI Daniel Afione, para certificar alcoholímetros en Mendoza.

El convenio que firmaron Cornejo y el titular del INTI Daniel Afione, para certificar alcoholímetros en Mendoza.

Hay un problema adicional con las mediciones en la vía pública. Los alcoholímetros se deben calibrar cada seis meses. Actualmente esa tarea se hace en un laboratorio de metrología oficial en Córdoba, y suele tardar hasta siete meses, cuando estos aparatos tienen una vigencia “oficial” de sólo medio año. Es un contrasentido, pero con solución a la vista. Semanas atrás, el gobernador Alfredo Cornejo y el presidente del INTI, Daniel Afione, junto con la ministra Rus, firmaron un convenio para montar un laboratorio de verificación de alcoholímetros en la sede del INTI, en Luján de Cuyo. Cuanto antes funcione, más rápido podrán aumentar la cantidad de controles.

¿Qué funciona?

En Mendoza se agravaron las multas y castigos contravencionales por la conducción en estado de ebriedad en 2017. Además, en agosto, se promulgó la ley que endureció las multas para quienes manejan alcoholizados. Hoy son de 1,3 millones de pesos y hasta 120 días de arresto, e inhabilitación para conducir por un año y medio. Si el proyecto de ley impositiva para el año que viene se aprueba tal cual está, la penalidad más alta trepará a los 4,6 millones de pesos.

Finalmente, está la Justicia. Hasta que no haya un cambio real en el Código Penal de la Nación con castigos más fuertes a los conductores ebrios, y se equipare la muerte por un caso de estos a un homicidio simple, las cifras de tragedias por estos casos no van a cambiar demasiado. Alfredo Cornejo y la ministra Rus aportaron una serie de proyectos al gobierno nacional para agravar penas, entre ellas, la de los que matan conduciendo bajo los efectos del alcohol. Pero nada ocurrió.

En Mendoza, dos de los casos más trascendentes terminaron con penas más bajas que las que supone un homicidio con dolo eventual. Es decir, alguien produce una acción con la capacidad de matar (como beber y manejar) pero no le importa. La muerte de Luciana Montaruli en 2019 a manos del médico José Paulos (que chocó el taxi que transportaba a Luciana desde atrás) cambió de calificación luego de la primera condena a más de ocho años de cárcel. Luego la Suprema Corte le bajó la pena. El médico ahora está libre y trabaja en una clínica familiar. En la noche del 19 de mayo de 2019 cuando la tragedia lo unió a la chica Montaruli, manejaba con 2,79 gramos de alcohol.

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Luciana Montaruli. Un caso emblemático, en el que la pena del conductor ebrio que la mató, se redujo.

Luciana Montaruli. Un caso emblemático, en el que la pena del conductor ebrio que la mató, se redujo.

Algo similar ocurrió con el caso de los hermanitos Agustín y Abril Kruk, de siete y tres años, atropellados y muertos cuando cruzaban la Costanera junto a su madre a la altura de Matienzo, el 14 de diciembre de 2018. Allí coincidieron un conductor imprudente que por la tragedia fue condenado luego a diez años de cárcel (José Caccia), otro conductor alcoholizado, y una mala maniobra. Pero la Justicia revisó la condena y dictaminó que no hubo dolo. Es decir, que no hubo intención de matar. Caccia fue liberado tras cumplir la pena.

No hay nadie preso por esas muertes.

Hoy, el que está batallando para que le bajen la calificación y recibir penas más leves luego de matar al policía de tránsito Leonardo Alarcón y a un preventor de Godoy Cruz llamado Santiago Velázquez, es el sommelier Hugo Martín Rodríguez.

Rodríguez se llevó puesto un control de tránsito el viernes 3 de mayo de este año en el Acceso Sur, ya de noche, y mató a los dos hombres. El jueves hubo audiencia en doble turno, hablaron todas las partes y a mediados de mes la jueza Marina Martín debe decidir qué tipo de calificación le cabe al caso: si homicidio culposo (no intencional), o dolo eventual, que es como un crimen. El abogado Pablo Cazabán atiende los intereses del sommelier juzgado por estas muertes, y la persecución penal está a cargo del fiscal Fernando Giunta.

Hugo Rodríguez manejaba con 2,68 gr de alcohol en sangre.

Pero no tuvo intención de matar. Por eso hay que cambiar el Código Penal. Porque manejar borracho es como cargar un arma y jugar a la ruleta rusa, pero con la cabeza del otro.