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La fotografía del Sol fue obra del Solar Orbiter.
La nave comenzó sus operaciones científicas rutinarias a finales de 2021 y desde entonces ha orbitado cada vez más cerca del Sol, aprovechando la gravedad de Venus para modificar su trayectoria. El Extreme Ultraviolet Imager realiza su trabajo mientras la nave se expone a una radiación solar casi 15 veces más intensa que la que sentimos en la Tierra.
Para la sesión fotográfica del 9 de marzo, los controladores de la misión orientaron el Solar Orbiter en 25 direcciones diferentes en una cuadrícula de 5x5. En cada posición, la cámara capturó seis tomas cerradas y dos más amplias a una longitud de onda de 17,4 nanómetros, luz invisible para nuestros ojos pero perfecta para rastrear astronómicamente el plasma a 1,8 millones de grados Fahrenheit.
La nave se situó 11,4 grados por debajo del ecuador solar, lo suficientemente descentrada para revelar los imponentes bucles de la corona, más cerca que nunca para que cada píxel representara aproximadamente 298 kilómetros. El archivo final mide 12.544 × 12.544 píxeles, cubriendo los 1,4 millones de kilómetros de diámetro del Sol con unos 7.505 píxeles.
Observaciones polares y su importancia para la Tierra
En cada aproximación cercana, el Solar Orbiter se acerca hasta 0,28 unidades astronómicas, aproximadamente 42 millones de kilómetros de la superficie solar. Desde ese punto privilegiado, la sonda puede observar cómo los brillantes nudos magnéticos emergen, se retuercen y se rompen, para luego relacionar esos eventos con las ráfagas de partículas cargadas que sus propios detectores científicos captan minutos después.
Cada asistencia gravitatoria de Venus inclina la trayectoria de la nave un poco más por encima de la eclíptica. Para finales de esta década, la órbita debería situarse 33 grados por encima del ecuador solar, ofreciendo a la humanidad su primera mirada sostenida a los polos del Sol.
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El Sol se puede ver como nunca antes.
Sorprendentemente, estas imágenes ya muestran arcos magnéticos que se hunden bajo la superficie como las raíces de un árbol gigante, pistas sobre cómo se reinicia el ciclo de manchas solares de 11 años y por qué la corona solar se inflama con tanta intensidad.
El clima solar representa una amenaza real. Cuando una ráfaga de partículas energéticas pasa por nuestro planeta, los astronautas se refugian en módulos blindados, las aerolíneas modifican las rutas polares y los operadores de redes eléctricas se preparan para corrientes inducidas geomagnéticamente.
Al rastrear un chorro desde la superficie del Sol hasta el espacio alrededor de la nave, los científicos ahora pueden vincular las perturbaciones superficiales con las ráfagas que golpean nuestra magnetosfera aproximadamente dos días después. Estos vínculos agudizan el tiempo de anticipación de las advertencias de tormentas solares, dando a los ingenieros horas valiosas para proteger la infraestructura.
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