“Un clero que, disfrazado de ‘diversidad’, utiliza métodos inquisitoriales para acallar la disidencia”, completa Juan Soto Ivars en la contratapa de El secuestro de Occidente.
Se trata de un provocativo ensayo que completa las ideas lanzadas en el anterior libro de Schapire, La traición progresista.
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"El secuestro de Occidente" y "La tracción progresista", de Alejo Schapire.
Desde París, una ciudad que siempre nos hace suspirar, donde vive desde 1995, en medio de un clima navideño, pero también de tensión social, Alejo comenta su trabajo en el programa La Conversación de Radio Nihuil
-Hola, Alejo, ¿cómo está París?
-No lo romanticen. Está horrible (risas).
-¿Por qué?
-No sale el sol hace un mes, hace frío, no hay nieve... horrible.
-Aun así, vivís allí desde 1995. Llama la atención porque, años atrás, muchos de nuestros ídolos se iban a Francia: Piazzolla, Julio Cortázar, Atahualpa Yupanqui, etcétera. Y el flujo no para hasta hoy. ¿Cuál es el atractivo que sigue teniendo para nosotros?
-Supongo que es esa aura que durante muchos años tuvo París. Hoy no creo que esté tan justificado porque es más que nunca una ciudad museo y es extremadamente caro vivir aquí. Probablemente tenga que ver con una idea más que con una realidad.
-Fijate que, por esas curiosidades de agenda, venimos de entrevistar hace poco a Ariana Harvich, luego a su pareja, Edgardo Scott, un psicólogo que atiende ahí en París, y a Laura Alcoba. Todos residiendo por allí.
-Sí, los conozco a ellos. Supongo que ejerce como polo de atracción, para toda la gente que tiene alguna inquietud literaria, poder estar cerca de esos lugares de los que tanto ha leído en tantas novelas. Y bueno, sí que tiene un aura, una mística más allá de las realidades. Aparte, hay que decirlo. París es una ciudad lindísima y uno nunca se cansa de ella.
-En tu libro El secuestro de Occidente vas haciendo el diagnóstico de distintos lugares y realidades. En algún momento ponés el acento en tu país de residencia. Y llama mucho la atención que, tratándose de la cuna de la Revolución Francesa, del lema republicano “libertad, igual, fraternidad” y del Mayo Francés, esté hoy bajo una ola cultural autoritaria surgida desde la propia izquierda. Suena a contrasentido.
-Sí. Tiene que ver con todo un proceso en donde... bueno, ya la izquierda dejó de ser rebelde porque llegó al poder a través de la cultura, de las instituciones. Triunfó.
-¿Con qué consecuencias?
-Siguió una hegemonía cultural y logró imponer un punto de vista. Y los más jóvenes no lo recordarán, pero la censura era una prerrogativa de la derecha.
-Totalmente. Al menos en nuestro país.
-Y la ofensa era algo que hacía a la izquierda rebelde e irreverente. Hoy no podés decir eso. Lo escuchás de boca de gente que se dice progresista.
-¿Qué pasó, en líneas generales?
-Hubo un cambio que ocurrió no sólo en Francia. Es una cosa que, sobre todo, viene de Estados Unidos y se propagó desde las universidades más elitistas al resto del mundo.
-La tentación estalinista siempre ha germinado dentro de la izquierda, incluyendo al Che Guevara. Pero que haya atrapado a instituciones universitarias como Harvard o a medios como The New York Times o The Washington Post, cuyo credo ha sido abogar por la libertad, suena muy raro.
-Lo que pasa es que la libertad como valor ha perdido terreno. De hecho, la libertad de expresión es vista ya por muchos, sobre todo en los sectores más militantes de la izquierda, como una herramienta de la extrema derecha.
-¿Por qué? ¿En qué se fundamenta esa posición?
-Porque el derecho a no ser ofendido está puesto por encima del de la libertad de expresión. La cultura de la cancelación, donde se dice que hay que juzgar a los artistas y a sus obras a través de la moralidad de sus autores, es algo que vemos en la izquierda, no en la derecha, hoy.
-¿Cómo debemos encuadrarlo, entonces?
-Eso es todo un proceso de una hegemonía cultural desde el poder que pretende instaurar una manera de ver el mundo muy autoritario, porque están convencidos siempre que el fascista es el otro y que es necesario, para preservar la inclusión y la diversidad, que todo el mundo piense igual.
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"La libertad como valor ha perdido terreno", asegura Alejo. Foto diario El Mundo.
-Es muy llamativo todo eso porque estos procesos implican flujos y reflujos. Y ahora viene la contracara, la contrarrevolución, que vos vas describiendo muy bien. La contrarrevolución que tiene la cara de Donald Trump, de Orban o de Milei. Es decir, quedamos entre la espada y la pared.
-Sí. Es un movimiento pendular. Hay dos polos que tienen una característica común. Primero, son "iliberales". Es decir, descreen de todo lo que es el universalismo, de los grandes principios de la separación de poderes, del periodismo como algo noble. Piensan simplemente que está a sueldo de intereses espurios. Hay una animosidad hacia todo lo que son las instituciones.
-Sí, muy de manual.
-Y tienen en común otra cosa: que privilegian la cuestión tribal. Ese es un denominador común. Es decir, está la izquierda que juzga a la gente, ya no por lo que hace, sino por su color de piel o sexualidad, dividiendo el mundo entre buenos y malos, en función de su nacimiento, de si es víctima u opresor más allá de lo que haga, o simplemente porque no lo hace más que para perpetuar una injusticia. Esto lo tenemos, por un lado.
-¿Y por el otro, enfrente?
-Por el otro lado también tenemos a sectores tradicionalistas, religiosos, sobre todo. Lo vemos mucho en Europa del Este. Lo que pretenden es un revival de valores bastante reaccionarios, en el peor de los sentidos, porque, realmente, había que reaccionar ante esta embestida de eso que se ha dado en llamar el wokismo.
-¿Como ubicarse, entonces?
-El tema es que en el medio quedan quienes pensamos que la razón, la duda, el universalismo, la meritocracia, que son todos valores fundamentales de la sociedad abierta, deben ser defendidos; y estamos en medio de ese fuego cruzado de dos polos identitarios.
-Hay algo más paradójico, todavía. Uno pensaba, desde hace mucho, que un acto civilizatorio y de avanzada es el laicismo, por ejemplo. Entre otras cosas, con algo básico, como separar la Iglesia del Estado. Pero esta ola progresista va en sentido contrario. Defiende la enseñanza religiosa, sobre todo del Islam, además aceptar el velo y otras imposiciones sobre las mujeres
-Sí. El Islam militante, el integrismo islámico, ha encontrado en la izquierda un caballo de Troya fabuloso.
-¿De qué manera?
-La izquierda, desde el wokismo, piensa que todos los colectivos de víctimas tienen que federarse contra el hombre blanco heterosexual de Occidente, que es el malo por definición. Y supone que en esta alianza es todo muy bonito, cuando en realidad los integristas islámicos piensan que son unos idiotas útiles los de la izquierda.
-O sea, apunta para otro lado.
-En realidad, piden la diversidad para poder avanzar con sus propios peones. No creen ni mucho menos en la diversidad sexual, en la libertad religiosa, ni nada de eso. Simplemente los usan a estos militantes de izquierda para avanzar gracias a su ingenuidad criminal.
-El Islam, muy inteligentemente, hizo algo que la izquierda nunca pudo hacer en el país. Quería inficionar al peronismo para colonizarlo desde dentro. Nunca lo logró. El Islam sí pudo llevarlo a cabo con la izquierda internacional. Curioso, ¿no?
-Cuando ves ahora la nueva remera del Che Guevara, es el pañuelo palestino, de gente que habla de Free Palestine. ¿Cómo sería esa Palestina libre? ¿Con qué libertad vivirían las mujeres, las minorías sexuales? ¿Con qué democracia? ¿Cuántas veces irían a votar y por qué candidatos? ¿Cómo les iría a estos militantes de los valores LGBT viviendo en Gaza cinco minutos? Bueno, hay toda una estupidez que tiene que ver también mucho con el autoodio.
-¿Cómo entendés el autoodio?
-Esa manera de abrazar al tipo que no te dejaría existir tiene mucho de autodetectación, autoflagelación, que es uno de los grandes discursos del wokismo. Es decir, Occidente representa todo lo malo y haríamos bien en desaparecer.
-Tu libro arranca con el conflicto palestino y vas extendiendo su mirada hacia otras problemáticas y lugares. Pero hay un nombre muy pesado que no figura en tu ensayo, pero que sí lo has puesto recientemente en tu cuenta de X: el Papa, alguien que también nos suele desorientar seguido. ¿Qué rol juega Francisco en todo esto?
-Francisco es el papa más amado por la gente que detesta a la Iglesia.
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-¡Qué frase! ¡¿Cómo es eso?
-Si vos pensás que la Iglesia Católica puede resumirse en un largo crimen, que puede haber una Iglesia con un papa donde hable de todo menos de Dios y se vaya a abrazar con dictadores del Tercer Mundo como Maduro, y que cada vez que habla de política está del lado equivocado, bueno, Francisco es fantástico para esto.
-Tremendo embrollo, desde este punto de vista.
-Sería interesante averiguarlo, pero no sé cuántos fieles ha ganado la Iglesia Católica hablando exclusivamente para quienes la detestan y dejando en offside a los creyentes católicos permanentemente. Porque es un papa que parece que le interesa todo, menos su trabajo de pastor.
-Justo ahora que estamos en tiempo navideño, ¿cómo tomás eso del niño Jesús sobre una bandera palestina?
-Bueno... lo acaban de retirar, ¿no?
-Sí, rápidamente.
-En el Vaticano, unos palestinos cristianos, los pocos que quedan, le dieron un niño Jesús con la kufiya, que es el pañuelo palestino. ¿Y cuál es el mensaje? El mensaje es: hoy el niño Jesús sería un palestino.
-¿De qué manera interpretamos el gesto?
-Estamos ante un revisionismo absoluto en el que este papa está participando, donde Jesús, que era judío, vivió como judío y murió como judío, es representado como un palestino. Si un judío como Jesús estuviese hoy en Gaza, ¡lo estarían matando! Pero vivimos anacronismos y reescrituras de la historia, por gente interesada, por gente ignorante. Y lo curioso es que el Papa sea partícipe de estas aberraciones militantes de la izquierda radical woke.
-Esto trasciende la política y se inserta de lleno en la tradición cultural. Vos citás a un famoso ateo, Richard Dawkins, que dice: "Creo que somos culturalmente un país cristiano y me llamo a mí mismo un cristiano cultural. No soy un creyente, pero hay una distinción entre ser un cristiano creyente y uno cultural. Me gustan los himnos y los villancicos cristianos. Me siento en casa en el ethos cristiano".
-Una cosa muy llamativa, que se ve tanto en Francia como en España, es que muchísimos lugares que tradicionalmente ponen adornos navideños, empezaron como a sentirse culpables. Ya no hablan más de la Navidad y ponen simplemente un "felices fiestas" o algo ambiguo como para no indisponer a otras personas.
-Dawkins decía algo similar respecto de Londres. ¿Y por qué todo esto?
-Porque existe ese resabio en contra de la Iglesia, que tiene sus justificaciones, ¿no? Es decir, la Iglesia, durante siglos, trató de imponer su forma de ver el mundo a quienes no creían o eran de otras religiones y demás. Pero vemos hoy que esos mismos que tratan de licuar el carácter cristiano de la Navidad son los primeros en felicitar a los musulmanes por el Ramadán. Digamos, por un lado, piden que quiten los pesebres de lugares públicos y después son los primeros en felicitar a los musulmanes cada vez que hay una fiesta religiosa.
-Se bandearon para un solo lado.
-Es decir, se sienten culpables por sus propias raíces, pero son súper entusiastas con lo que les resulta exótico de la religión de los que ellos consideran oprimidos.
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Otra reflexión de Schapire: "Esos mismos que tratan de licuar el carácter cristiano de la Navidad son los primeros en felicitar a los musulmanes por el Ramadán".
-En Europa ha habido muchas manifestaciones propalestinas, en todas las capitales en general, inclusive diversos enfrentamientos entre bandos opuestos. ¿Cómo ves la cuestión por allá, teniendo el conflicto mucho más cerca que nosotros?
-Hay varias cosas. Hoy mismo hay una manifestación propalestina en París, también en Londres. Y esto es periódico. Hay gente a la que no le importa para nada que Bashar al-Assad haya exterminado a quinientas mil personas, también musulmanes. Eso no les importa.
-¿Qué les importa?
-Existen varias cuestiones. El tema de la causa palestina se ha convertido en el denominador común entre la izquierda radical y los islamistas; y, aparte, entre los otros países musulmanes, porque es lo único que los une, pues en general se viven peleando y se odian entre ellos. Pero el tema de ese paisito que tiene el tamaño de la provincia de Tucumán, en una parte del mundo que ellos consideran que sólo puede haber musulmanes, aglutina a todo esto.
-Ese paisito, por supuesto, es Israel.
-Después está el hecho de que Francia, Alemania, Inglaterra, tienen poblaciones musulmanas muy importantes que han crecido. Les recuerdo que en 2023 el nombre más dado en Inglaterra y Gales fue Mohamed.
-Dato que no registrábamos.
-Esto no es una fantasía. Es una realidad demográfica. Y los políticos lo tienen que tener en cuenta porque pesa en las elecciones. De hecho, tanto Podemos en España, como la Francia Insumisa aquí en Francia o los laboristas en Inglaterra, abiertamente hacen un clientelismo con los sectores musulmanes. Y por eso son también abiertamente antiisraelíes. Yo diría que son más antiisraelíes que propalestinos.
-¿Cómo se desata ese nudo?
-Hay que agregar la historia complicada que tiene Francia con sus colonias árabes, con esa parte del mundo donde busca tener una influencia y existir frente a Estados Unidos. Busca ser el occidental intermediario. Pero en este momento Francia ni pincha ni corta porque se ha vuelto una potencia de mediana categoría.
-Hay otro fenómeno que nosotros vivimos en carne propia con Milei y que después se repitió con Trump. Vos lo reflejás en X cuando decís: "Vivimos en sociedades donde la población vota de una manera y los periodistas de otra". La cuestión involucra también a los escritores, los artistas, todos los intelectuales, que hicieron encendidas campañas en contra de Trump y de Milei, pero abiertamente la sociedad les dio la espalda.
-Hay un tema que tiene que ver con la sociología de los periodistas y los escritores. En la burbuja social y cultural en la que se mueven, se autoconvencen, se autorregulan, se autocensuran y nadie quiere decir algo que los pueda excluir. Y terminan convencidos de que eso que se repiten entre ellos es un sentido común compartido. Pero el día que hay elecciones se dan cuenta de que, en realidad, no.
-Nunca es triste la verdad...
-En realidad puede haber una mayoría silenciosa que no está representada en los medios, que tampoco se expresa demasiado porque está harta de que la traten de fascista, cuando lo único que quiere es libertad, que la dejen en paz y poder prosperar.
-¿Dos planos de la realidad, entonces?
-Y bueno, sí, hay un desfase, pero es un tema viejo. Muchos piensan que es necesario mostrar credenciales de izquierda, sobre todo cuando su obra realmente empieza a dejar de ser relevante. Eso es algo que he notado. A medida que la obra literaria de ciertos autores decae, aumenta su fervor militante por alguna causa.
-Otra paradoja. Teóricamente, los escritores embanderados en el ala progresista se supone que deben hacer base en la sociedad. Pero vos registrás claramente cómo la izquierda ha abandonado a los obreros en busca de otra clientela. Claro ejemplo: los trabajadores en Estados Unidos votaron a Trump.
-Eso tiene que ver con el hecho de que la izquierda, desde la caída del Muro de Berlín, ha abandonado a la clase obrera. Ya no es más su tema, su sujeto histórico. Ahora lo son el inmigrante y la minoría étnico-sexual. Ese es su centro.
-¿Quién vota a la izquierda, entonces?
-No es votada por los obreros, es votada por gente con estudios universitarios de lugares urbanos y estas minorías que dicen que son los únicos que van a velar sus derechos. Entonces, ha cambiado completamente el discurso de la izquierda; ha cambiado su tema, que ya no es más la lucha de clases, sino más bien la lucha de razas.
-Curioso giro, por donde se lo mire.
-Ha habido toda una evolución del discurso de izquierda que ha dejado, sobre todo, al obrero blanco, al que culpabilizan permanentemente porque tiene masculinidad tóxica, porque es un supremacista blanco que goza de un sistema racista sistémico y que, aunque no haga nada liberadamente, es insidioso porque es invisible.
-¿Con qué resultado?
-Finalmente, esta gente se harta y notoriamente empezaron a sumarse otros grupos que no son los blancos. Los latinos varones votaron mayoritariamente por Trump en las elecciones de Estados Unidos.
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Alejo Schapire con "La tracción progresista".
-Hay otro tema muy polémico que se relaciona con la educación, el sexo y la intimidad de los chicos. En Argentina, hubo una revuelta encabezada por la vicepresidenta Villarruel, hoy adalid del conservadurismo. Más aun, como vos testimoniás, se ha cruzado una delicadísima línea roja, por ejemplo, en cuestiones identitarias con intervenciones quirúrgicas irreversibles a chicos de seis años diagnosticados de "disforia de género".
-Digamos que hay una trampa en todo lo que tiene que ver con lo que es la educación sexual. Por un lado, tenés a sectores muy conservadores que dicen no hay que hablarlo, guarda, es la familia la que tiene que ocuparse de eso.
-Eso es Villarruel, justamente.
-Claro. Y, por otro lado, tenés a los sectores progres que dicen que esta gente es muy peligrosa porque les está negando el conocimiento de su propio cuerpo a los chicos y los están haciendo ignorantes.
-¿Entonces?
-En realidad, la cuestión está en otra parte. El problema es que esa educación que tenés en muchas escuelas, tanto en Argentina como en Europa y en Estados Unidos, muchas veces está dada por militantes de colectivos LGBT que tienen ideas bastante "vanguardistas", por decirlo de algún modo, y que tratan a los chicos de fachos si expresan que tienen dudas acerca de que un varón pueda quedar embarazado.
-Una vara en extremo dura, ¿no?
-Después tenés discursos acerca de que los chicos no tienen que decidir tan pronto su sexualidad y que los alientan a tener visiones donde hay una fluidez y las cosas no son tan estructuradas, que todo es una construcción. Y ahí te estás metiendo con chicos que atraviesan momentos de indecisión típicos de esas edades y les estás mandando a militantes LGBT que podríamos decir que los adoctrinan.
-Un terreno, como decías, que resulta muy espinoso para los padres.
-En todo caso les dan una versión muy particular, que hasta hace muy poco era considerada marginal, como si fuese una gran verdad. Y evidentemente han hecho desastres con las terapias de reasignación de género, como lo llaman, es decir, con bloqueadores de pubertad, con operaciones incluso a menores.
-Ahí es donde se cruza la línea roja...
-Todos los países que han ido avanzando en estos temas, desde el punto de vista de las operaciones, han empezado a dar marcha atrás.
-¿Cómo cuáles?
-Los países de Europa del Norte, el Reino Unido, empezaron a darse cuenta de que esas operaciones y esas reasignaciones muchas veces estaban en manos de militantes que estaban en una suerte de cruzada, más allá de la ciencia, haciendo de los chicos conejillos de India. Y eso es realmente peligroso porque son esterilizaciones, son mutilaciones irreversibles. Muy preocupante.
-Ese es un punto clave. Si un chico, muy jovencito, después de su elección, decide dar marcha atrás, resulta imposible debido a esas intervenciones en su cuerpo.
-Hay cada vez más casos de chicos y chicas que dicen que, en un momento de confusión, se dejaron llevar por una palabra militante y le cagaron la vida, porque le sacaron los pechos, porque le sacaron el pene y le dijeron que iban a tener una vagina reconstruida; y finalmente se encuentran con que no están a gusto con ese cuerpo, con que en realidad cambiaron de opinión y ahora tienen que tomar medicamentos de por vida y ni siquiera pueden ir al baño correctamente.
-Suena fatídico. Hay otro punto, que se suma a la desorientación general en materia de educación en medio del entorno digital y la inteligencia artificial; y es que desde el progresismo se le ha bajado el pulgar a la meritocracia, como si fuera un mal terrible de la civilización.
-El tema con la meritocracia es el siguiente: si vos decís, como dice el wokismo, que el mundo se divide entre buenos y malos en función de su color de piel, no importa lo que vos hagas, porque vas a ser racista inconscientemente, porque la gente, en realidad, responde a determinismos. Lo que estás diciendo con eso es que la suerte está echada.
-Caso cerrado.
-Y para reequilibrar el mundo y la justicia, no hay que hacerlo a través del esfuerzo y del talento personal, porque esos son privilegios, privilegios blancos; y tenés que corregir los resultados, no las raíces del problema. Bueno, desde esa visión, la meritocracia es simplemente una fantasía burguesa que no existe. Así que la tenés que combatir.
-Mensaje de un oyente. Sergio dice que las religiones comienzan a desaparecer pues los jóvenes ya no creen en cuentos, no se ven en personas clavadas en cruces ni en dioses que castigan; eso ya es arcaico, la ciencia va a terminar ganando la disputa.
-Creo que la primera frase de mi libro señala que el wokismo es "la primera religión nacida en las universidades". ¿Y por qué digo esto? Porque se comporta como una religión. Una religión secular, es decir, sin dios; pero tiene sus dogmas, tiene sus tabúes, tiene sus herejes, tiene sus sacrificios, tiene sus chivos expiatorios, tiene un montón de rasgos.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, el no confrontar jamás los postulados con las pruebas empíricas. Es decir, jamás se somete a ver si eso que está afirmando de los estudios de género o de los estudios de algún tipo de minoría es real a partir de lo empírico. Entonces, yo creo que lo que hay es un reemplazo de la religión, no ausencia de religión. Es una religión que se maneja con otras palabras, pero que tiene resortes muy parecidos a otras religiones.
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-Por último, hubo un posteo tuyo muy singular en X apenas François Bayrou fue designado primer ministro de Francia. Vos vez ahí cómo los presagios de Michel Houellebecq en su novela Sumisión se terminaron haciendo realidad. Cómo la realidad copia al arte.
-Es muy llamativo cómo esa novela anticipa cosas que, cuando salió hace unos diez años, todo el mundo decía que era algo disparatado, descabellado, que era una paranoia. Y hoy parece que sea menos de la ficción que de lo documental. Es gracioso, efectivamente, que este político, así, muy tibio, que en la novela aparece como llevado al poder por una Francia islamizada, termine como primer ministro.