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Roberto Guayama asegura que la disciplina es clave.
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A medida que caminaba, Roberto comenzó a sentir que su cuerpo respondía. “Un día me di cuenta de que podía trotar despacio. Y así, de a poco, fui aumentando las distancias. Claro que fue un proceso a largo plazo, nada surge de un día para el otro”, explica.
Con el tiempo, decidió participar en su primera carrera. Aunque quedó último, la experiencia le dejó algo más valioso que una posición: la certeza de que podía superarse. “Esa carrera fue un antes y un después. Quería mejorar, y lo hice”, señala.
70 medallas
Desde entonces, Roberto participó en numerosas carreras, acumulando una impresionante colección de medallas, muchas de ellas obtenidas en competencias de 10 kilómetros. Pero no solo eso, también se ha desafiado en pruebas más exigentes, como dos medias maratones de 21 kilómetros, donde logró cruzar la meta con la satisfacción de haber dado lo mejor de sí.
Tres veces por semana, sin excepción, Roberto dedica tiempo a entrenar. Su circuito habitual es la ciclovía de Las Heras, aunque también disfruta variar sus recorridos hacia el Parque Central o el Parque General San Martín. Para él, correr no es solo una actividad física; es una filosofía de vida.
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En la vidriería familiar de calle Perón 62, en Las Heras.
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“La constancia es la base de todo. Es lo que me permite seguir adelante, incluso en los días difíciles. El sacrificio siempre vale la pena al final, y la sensación al cruzar la meta es indescriptible”, reflexiona.
El cambio en su vida no se limita al ámbito físico. Roberto también ajustó su alimentación para llevar un estilo de vida más saludable. “Como más sano ahora, y en esto mi esposa Mónica tiene mucho que ver. Ella siempre está pendiente de que me alimente bien”, cuenta.
Sin embargo, Roberto no es rígido con sus hábitos. “Cuando la ocasión lo amerita, no me privo de un cigarrillo o una copa de vino. La vida también es para disfrutarla”, comenta con una sonrisa.
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"Rober" trabaja en la vidriería que fundó su padre hace 64 años.
Gentileza Marcelo Aguilar
A los 74 años, Roberto Guayama es un abuelo orgulloso de siete nietos, un jubilado activo y un ejemplo de que es posible transformar la vida. Su última carrera, la maratón nocturna de Ciudad el pasado 30 de noviembre, lo vio brillar nuevamente en los 10 kilómetros.
“Cuando alcanzo la línea de llegada me siento poderoso, es una sensación que no tiene comparación. Insisto, no es fácil, pero con constancia todo es posible”, asegura.
Roberto celebra cada logro como un triunfo personal y advierte de que los grandes cambios se construyen con pequeños pasos. “Hoy me siento sensacional, con buena salud y un estado físico que me permite disfrutar de la vida. Esto es algo que todos deberían intentar; los resultados llegan, y valen la pena”, concluye.