La ciencia ha demostrado que los pensamientos y comportamientos repetitivos, como quejarse, pueden moldear las conexiones neuronales. Nuestro cerebro es como una autopista de neuronas que se comunican a través de sinapsis. Cuanto más se repite un pensamiento o acción, más fuertes se vuelven las conexiones entre esas neuronas, lo que facilita que se formen los mismos patrones de pensamiento. En el caso de la queja constante, se refuerzan los circuitos cerebrales que perpetúan el enfoque en lo negativo.
Cuando una persona se queja habitualmente, el cerebro se adapta, provocando un fenómeno llamado "neuroplasticidad negativa". Este proceso hace que nuestro cerebro se vuelva más propenso a centrarse en experiencias negativas. En otras palabras, cuanto más te quejas, más fácilmente tu cerebro accederá a pensamientos negativos en el futuro.
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Además, estudios han revelado que las quejas excesivas pueden aumentar la producción de cortisol, la hormona del estrés. Un nivel elevado y constante de cortisol no solo afecta el cerebro, sino también el sistema inmunológico, haciéndonos más vulnerables a enfermedades y provocando trastornos como ansiedad, depresión e insomnio.
La queja constante no solo afecta la estructura y química cerebral, sino también las relaciones interpersonales. Las personas que tienden a quejarse pueden crear un ambiente de negatividad que afecta a los que las rodean, generando tensiones en sus relaciones sociales y laborales. De hecho, algunas investigaciones sugieren que escuchar quejas también puede impactar negativamente en quienes nos rodean, generando un efecto dominó de negatividad.
Por último, este hábito puede tener repercusiones directas en la salud. De hecho, quejarse constantemente puede elevar el riesgo de problemas cardíacos, ya que el estrés crónico es un factor de riesgo importante en enfermedades cardiovasculares.
Afortunadamente, el cerebro tiene una increíble capacidad de adaptación, y así como puede moldearse de forma negativa, también puede aprender a enfocarse en lo positivo. Practicar la gratitud, la meditación y la terapia cognitiva son herramientas efectivas para romper el ciclo de quejas y fomentar una mentalidad más saludable y resiliente. Además, el simple acto de tomar conciencia de nuestras quejas puede ser un primer paso para modificar este hábito.