Análisis y opinión

Por qué los mendocinos somos cada vez más feos

Con la excusa de no ofender a nadie, hace rato que esta provincia se resignó a no tener discusiones sobre estética. Aquí, un intento por retomar el debate

Muchos van a enojarse con esta nota. De hecho, todavía no la había escrito y ya recibía mensajes privados de colegas que decían, palabras más palabras menos: "Disculpá que me meta, pero no me parece adecuado que hablés de esa manera". El punto de partida es sencillo: consiste en preguntarse por qué los mendocinos somos cada vez más feos.

Feos, sí. Innegable evidencia que por supuesto me incluye y que puede comprobarse caminando cinco minutos por el centro: la ciudadanía se resignó a la chastrinada.

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Caminar 5 minutos por el centro de Mendoza puede ser una experiencia alarmante.

Caminar 5 minutos por el centro de Mendoza puede ser una experiencia alarmante.

Ya asoma por el horizonte la caballería wokecon las chicanas conocidas: "¿Y quién determina lo que es lindo y lo que es feo?"; "¿quién puede juzgar al otro?"; "el gusto es una cuestión subjetiva" y otros atajos mentales que se aprenden en las catedrales de la corrección política.

Dejemos pasar a ese tropel por unos minutos, a ver si queda un lugarcito para pensar.

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Provincia de zaparrastrosos

He aquí el triste testimonio que compartió un periodista de esta redacción: "El verano pasado, estaba de vacaciones y me compré un pantalón colorido, con estampado de flores. Re jugado. Lo usé un montón, pero al volver a Mendoza ya no me lo pude poner porque me gritan boludeces desde los autos y los bondis".

Otro ejemplo trágico, también aportado por un colega: "Fui a una degustación en una bodega para celebrar el aniversario con mi esposa. Nos arreglamos, nos perfumamos y salimos. Decidimos gastarnos un billete porque era una noche especial. Y no es por nada, pero estábamos ahí y cayó un grupo de tipos a los gritos, en chancletas y con remeras de fútbol (...)".

¿Qué hacer ante esta normalidad chata y horripilante? La verdad es que, salvo que caigamos en el relativismo -que tanta destrucción causa en el mundo-, sí existen formas de distinguir lo que está mal de lo que está bien.

Si uso la misma calza de animal print durante 15 años, algo anda mal.

Si me rompí dos dientes de adelante en un accidente, hace meses que no me los puedo arreglar y mientras tanto ando comiendo fideos como quien aspira tuco a través de un caño, algo anda mal.

Algo anda mal si los pantalones que llevo hacen que mi trasero parezca envuelto en un pañal.

En suma: en Mendoza, el precio de "no hablar de los demás" fue suprimir toda reflexión sobre estética. Y la estética es nada menos que una dimensión fundamental de la política. Los resultados de esa mordaza están a la vista.

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Para mucha gente, la calza se convirtió en una segunda piel.

Para mucha gente, la calza se convirtió en una segunda piel.

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Cuando ser feo es una cuestión de método

En los años '50, Mao Tse Tung impuso una vestimenta uniforme para los chinos. Todos debían usar el mismo traje -llamado "zhongshan zhuang"-, en tres o cuatro colores neutros y sin llamar la atención. Lo contrario se consideraba un desvío y podía implicar castigos.

Ahora son las 11 de la mañana en el Kilómetro 0 de la Ciudad de Mendoza; y si la provincia estuviera gobernada por Mao, la gama cromática de la ropa no cambiaría mucho. La monotonía es pavorosa. Los colores, repetidos. Azul, gris, negro. Poco más.

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La monotonía cromática en la ropa de la gente es pavorosa ¿Tanto nos parecemos entre nosotros?

La monotonía cromática en la ropa de la gente es pavorosa ¿Tanto nos parecemos entre nosotros?

Ya cerca del suicidio, me reúno en un bar con la asesora de imagen Gabriela Olivares Gambarte, que no necesariamente piensa como yo pero se solidariza con este redactor desconsolado.

Le hago un par de preguntas. Parece que la cosa ha sido siempre más o menos así. El mendocino no piensa en su estética, "salvo cuando por alguna situación particular se ve obligado a reflexionar sobre sí mismo".

No es raro, entonces, que Gaby tenga cada vez más trabajo. "Muchas personas que vienen a consultar por una asesoría de imagen se visten mal. No es un tema de dinero, porque son hombres o mujeres que a lo mejor tienen una empresa con diez sucursales. Pero al estar tan centrados en generar plata, descuidan lo demás. De pronto, tienen una reunión con CEO de empresas internacionales y no saben qué ponerse".

O sea que no todo es guita: a veces ser feo es una cuestión de método. De hábitos. De ánimo. De laburar hasta sentir tal agotamiento que la apariencia termina sistemáticamente postergada, igual que la salud, la amistad y el amor.

"En Mendoza ponemos 'vestimenta formal' en las tarjetas que invitan a los casamientos; pero no para que la gente vaya de frac sino para que no te caiga en chancletas y con la camiseta de Boca".

Hacemos una pausa para sorber nuestros cafés y miramos por la ventana del bar. Al otro lado del vidrio pasa un tipo con chaleco negro y jeans, y ahí nomás una señora con calzas atigradas abajo y una campera militar arriba. Enfrente, los clientes que compran algo en un local de ropa reciben, para llevar la prenda recién adquirida, la misma bolsa que les darían en una verdulería.

Suspiramos. Mientras revuelve con la cucharita, Gabriela me explica que cuando llega alguien por una asesoría, lo primero que se hace es un análisis de estilo. "El estilo es personal y lo primero es buscarlo, reconocerlo y luego pulirlo a través de, entre otras herramientas, la selección de una paleta de colores", me dice.

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Otra postal de lo embolante que puede ser la paleta de colores de la indumentaria mendocina.

Otra postal de lo embolante que puede ser la paleta de colores de la indumentaria mendocina.

Y pienso: qué pocos les dan bola a esas cosas. Tanto es así, que los códigos de etiqueta están alterados en Mendoza. "Te doy un ejemplo -ilustra Gabriela-: en las tarjetas de invitación a los casamientos de acá se pone 'vestimenta formal', ¿viste? En el mundo, ese código implica que vos tendrías que asistir de frac a la fiesta. Y acá ponemos 'formal' para que la gente no te vaya en chancletas y con la camiseta de Boca. Nadie se plantea que a lo mejor haciendo eso le estás faltando el respeto a los anfitriones que han hecho el esfuerzo de organizar el evento".

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A riesgo de caer en cierto gorilismo, cabe preguntarse si es indispensable usar tanta ropa relacionada con el fútbol y no, por ejemplo, con la música u otras artes. Es duda, no afirmación.

A riesgo de caer en cierto gorilismo, cabe preguntarse si es indispensable usar tanta ropa relacionada con el fútbol y no, por ejemplo, con la música u otras artes. Es duda, no afirmación.

Coincidimos en que si bien el aspecto no depende estrictamente del dinero, hasta cierto punto sí influye la crisis económica.

Sin ir más lejos, algo tan concreto como reemplazar un diente roto con un implante puede costar alrededor de $750.000, y la mayoría de obras sociales y prepagas no lo cubren. Por eso está lleno de flacos de 40 que tienen la boca como abuelos de 100.

Y aunque la crisis pega, tampoco es que los que están al mando sean un canto a la sofisticación.

-¿Qué opinás de los políticos locales? ¿No te parece que dejan la vara muy baja?

-Los políticos nos reflejan. Ellos saben que tienen que conectar con los mendocinos. Así que, en ese sentido, la forma en que se visten y presentan habla tanto de ellos como de nosotros.

"¡Somos superiores estéticamente!", alardea el presidente Javier Milei al referirse a su visión de la política y quienes la apoyan. Pues bien: en Mendoza, donde ojitos celestes obtuvo el 70% de los votos en las últimas presidenciales, su máxima no se cumple. Más bien lo contrario. Estamos cada vez más fuleros.

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¿Por qué siempre tantas bolsas de nailon? ¿De dónde salen? ¿Adónde van?

¿Por qué siempre tantas bolsas de nailon? ¿De dónde salen? ¿Adónde van?

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Igual somos simpáticos

Yo las he visto: las calzas de las mendocinas, ese mundo donde todo cabe. La compra de una calza debería acompañarse con un rito especial, sobre todo considerando que en estas tierras la relación entre esa prenda y su dueña durará toda la vida.

Nadie se las saca. Será que son cómodas y resultan ideales para el día a día. Pero al menos se podría intentar que el talle se ajuste a la usuaria, para evitar la fatiga de los materiales y ese mal endémico de nuestros barrios: la calza estresada.

Si así se ve de afuera, uno no quiere ni imaginar cómo será el paisaje por adentro.

¿Y si alguna circunstancia requiere arreglarse más? Simple, se apela a otra calza que está guardada, acaso más bonita. Es la famosa calza para ocasiones especiales.

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En Mendoza, la relación entre una calza y su dueña puede durar toda la vida.

En Mendoza, la relación entre una calza y su dueña puede durar toda la vida.

Yo los he visto: hombres embutidos en chupines que los condenan a ese aspecto de ave desplumada, con los testículos ajustados para matar a los pocos espermatozoides que hayan sobrevivido al estrés de una rutina sin descanso.

Esos chalecos sin forma.

O los tipos que andan en cuero a las 11 de la mañana, como si recién se levantaran. A ver si nos entendemos: hablamos de sujetos que se dejan crecer los pelos de las orejas ante el "siga siga" general.

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Hombres mendocinos prototípicos con chalecos prototípicos y cortes de pelo prototípicos caminan prototípicamente hablando de temas prototípicos.

Hombres mendocinos prototípicos con chalecos prototípicos y cortes de pelo prototípicos caminan prototípicamente hablando de temas prototípicos.

La lista es infinita y cada quien puede hacer su aporte. Lo cierto es que el pésimo sentido de la estética es una de las pocas prácticas completamente policlasistas que le quedan a esta sociedad que se quebró. Ricos, pobres y mediopelo; mujeres y hombres; jóvenes y viejos: la gran mayoría se obstina en el culto de lo vulgar.

Lejos quedó la época en la que se valoraba la elegancia. Hoy es otra palabra gastada. Sin embargo, lustrando un poco su origen se recupera algo de brillo. Y es que el vocablo latino ēlegans se relaciona con seleccionar, con saber elegir. La palabra comparte origen con el verbo legere, "leer".

La conclusión es obvia. Tal vez la elegancia y la lectura sean dos dimensiones de la educación, otra práctica en retirada. Pero andá a explicarle eso al tipo que pasa al lado tuyo, se aclara la garganta con una gárgara y luego escupe sobre las baldosas. Imposible.

En fin. En este último párrafo debería ir una frase optimista, que levante el ánimo. Medio autoayuda, esa onda. Algo así como: "De todos modos, a no desesperar. Quizá los mendocinos seamos simpáticos".

Ponele.

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Personas tirando facha en el centro.

Personas tirando facha en el centro.

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