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Paulina Flores, la escritora que se rebela contra el cliché de la mujer como objeto del deseo

En la Feria del Libro de Buenos Aires, Paulina Flores -escritora chilena afincada en Barcelona- presentó su nueva novela con un título problemático: La próxima vez que te vea, te mato

Paulina Flores (Santiago de Chile, 1988) pertenece a la nueva camada de escritoras que está esparciendo una intensa ola de nuevas ideas y de nuevas intensidades en el actual panorama literario.

Si bien ha nacido en Chile y sus raíces se expresan claramente en todos los temas que toca, hoy reside en Barcelona, la ciudad que ha logrado atraparla hasta el punto de que es un personaje más de su nueva novela, La próxima vez que te vea, te mato.

Ya el título del libro es problemático. Poner “te mato” llevó a que la editorial Anagrama tuviera que tapar, literariamente, esas dos palabras al reproducir la portada en Instagram.

Lo de matar no es secundario porque Javiera, precisamente, la protagonista en primera persona de la historia, inmigrante chilena en la capital catalana -como la propia autora- se aventura en los laberintos del poliamor. Que no son nada fáciles, porque como tiene que competir con otras por la atención de su novio Manuel, nace en ella el impulso de matar a sus rivales.

Un impulso más literario que real, pero impulso al fin.

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Portada de "La próxima vez que te vea te mato", con esta última palabra tapada.

Portada de "La próxima vez que te vea te mato", con esta última palabra tapada.

Paulina, que está de paso en Buenos Aires, presentando su novela en la Feria del Libro, habla para el programa La Conversación de Radio Nihuil.

-Buen día, Paulina. Repasando tu vida, sos un personaje más rico que la Javiera de tu novela. Cuando dicen que sos una mezcla de Bad Bunny con Violeta Parra, ¿cómo te cae eso?

-Bien, la verdad. El otro día, justamente, un amigo me decía que cómo podía aceptar que me compararan con Bad Bunny.

-¿Por qué?

-Porque eso no era literatura; como que era muy mortal, ¿no? Como que la literatura siempre tiene esto más de inmortal, no sé. Pero a mí me gusta porque siento que le da algo más lúdico, algo juguetón. Sale del punto normal literario.

-El problema de ese retrato doble es generacional. Para el público actual, Bad Bunny es muy conocido, pero seguramente no tiene ni idea de quién es Violeta Parra. Y viceversa con los veteranos.

-Claro, pero esa es la gracia yo creo. Me parece interesante, precisamente, que esos dos públicos se mantengan. Justo el otro día estaba leyendo una crítica sobre el poema de Silvia Plath, "Daddy". Y el crítico decía que su dificultad era que su público era siempre femenino.

-¿Por qué esa duda? ¿Cuál era el punto?

-El crítico se preguntaba: ¿pero por qué hay que sobreentender que a Silvia Plath solo la van a leer mujeres con ese poema donde compara a su padre con un fascista, con un nazi? ¿Por qué no imaginar que también lo puede leer un padre? Como que también pueden estar esos dos lectores, el hijo y el padre.

-Te interesa un público más abierto, digamos.

-Pese a todo, me da la sensación de que sigo manteniendo lectores y que es genial que tenga como un belvedere, o sea, que se pueda mirar desde varias perspectivas.

-A propósito de Silvia Plath, ella figura como una de tus preferidas en la novela. La rescatás, por ejemplo, cuando ella dice que es importante observar a la gente en "situaciones cruciales". Mencionás, también, que se suicidó. El suicidio también adquiere peso en tu trama.

-Sí, sí. Es una misión que van a realizar Javiera y Laura.

-A su vez, ubicás a Plath entre las poetas "de voluntad furiosa". ¿Te incluye a vos eso?

-¡No!, por suerte no. Hasta el momento no (ríe). Pero, claro, toda esa parte del suicidio es cuando Javiera quiere que Laura se mate, entonces va romantizando la idea. La va alimentando con todas estas poetas. Y sí, Silvia Plath es referente para mí.

-¿De qué manera llegaste a ella?

-A mí me pasó que había leído su poesía. La encontraba fundamental y de un nivel estético altísimo. Pero no había leído La campana de cristal y me maravilló, la verdad.

-¿Qué viste allí?

-Es como una novela de aprendizaje y pese a que han pasado cincuenta años desde su publicación sigue siendo muy actual, pese también a estar en un registro generacional de aquellos tiempos, en un Nueva York en específico, con unas referencias para la mujer, etcétera. Se mantiene muy fresca, muy viva.

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Paulina se refirió a su última novela.

Paulina se refirió a su última novela.

-Hablando de Javiera y su rival, tu novela empieza de esta manera: "Laura se suicida en unas horas y voy atrasada a nuestra última cita. Soy lo peor. Pésima de verdad". O sea, de entrada, nomás, se descalifica. ¿Javiera es tu alter ego?

-No, no, no, no. No, para nada. Es una amiga. Una amiga que tengo (ríe). Es una buena amiga.

-Pero la propia Javiera también tiene una amiga que la aconseja mal, ¿eh?

-Sí, sí.

-Una amiga imaginaria.

-Una amiga imaginaria, sí. El alter ego de Javiera se llama Tormenta. Hubiera sido bueno que ese alter ego se llamara Paulina Flores. Hubiera quedado divertido. Ahí sí que hubiera quedado loco.

-¿Cómo ves a tu personaje principal?

-Es interesante, según pienso, que algunas voces resisten mucho en el papel, porque Javiera es bien intensa. Me gustó eso que dijiste de que siempre quiere matar a alguien (ríe). Me encantó. Es una buena forma de definirla.

-¿Qué querés decir con eso de que el papel la soporta?

-Que, a lo mejor, si Javiera existiera, si fuera una voz, algo así como una Siri, no sería tan, tan resistible. La mayoría de la gente me dice que le cae bien.

-Pero en algo se parecen ustedes dos, ¿no?

-Lo que sí comparto con Javiera es que soy una persona muy mental. Soy muy esclava de mi mente, de mis ficciones y de los posibles futuros que todavía no llegan ni a entretejerse.

-¿No dejás ningun resquicio para que entre otra cosa?

-También lo hago, creo, como fuente a diversión. Como que Javiera se entretiene harto en el camino.

-Javiera dice, sobre el final, que no hay "nada más cliché que querer romper con los clichés". Y ustedes dos, justamente, rompen con ese viejo cliché que sostiene que las mujeres, en general, son emotivas y nosotros, los hombres, somos más mentales. Vos estás desmintiendo el cliché, entonces.

-Sí, en ese sentido, estaría desmintiéndose el cliché. Aunque en la novela hay un registro más bien de las mujeres. Bueno, también está Jaime, que es un conejo. Está Il Bello, un ladronzuelo del Raval, en Barcelona. Y está Manuel. Pero sí se centra, más bien, en el imaginario de Armonía y de Laura.

-Dos de los personajes protagónicos que se mueven a la par de Javiera. Dos rivales.

-Eso también para mí fue muy interesante desarrollarlo porque nunca había trabajado tanto con voces femeninas y con una espesura del mundo más femenina.

-Definitivamente.

-Sobre todo, yo quería, en alguna forma, pese a que Javiera quiere matar a las otras novias de su novio y se muere de celos y no puede controlarlo; pese a eso, ella tiene grandes conversaciones con estas chicas. Las conversaciones quizás más interesantes del libro, ¿no?

-Es así. ¿Y por qué?

-Yo quería que ella un poco aprendiera mentalmente, a partir del conocimiento que da la experiencia, más de estas enemigas, sus archirrivales. Y que justamente eso saliera de ellas, que es el lugar en donde uno menos espera encontrar algo.

-Algo así como durmiendo con el enemigo....

-Es que vivimos en un mundo en el cual nuestros archienemigos son gente con la que ni conversamos. Entonces quería que se diera ese contacto.

-Como bien decías, tu novela es totalmente femenina. Los cruces son de las mujeres, entre sí, constantemente. Tienen disquisiciones, compiten, intercambian información, etcétera. Los hombres, en cambio, pese a que todas las mujeres, insólitamente, orbitan en torno a Manuel, son personajes muy secundarios, casi no tienen espesor, no sé si te has dado cuenta.

-Sí, sí, sí. Se fue prefigurando a lo largo de la novela, pero me gustó también dejar a Manuel, este chico peruano del cual Javiera está enamorada, como un objeto de deseo clásico.

-¿Con qué intención?

-Haciendo el ejercicio al revés. Es decir, como que la mujer siempre es objeto de deseo físico, incluso material; una persona guapa, una persona con un olor delicioso. Por lo tanto, con Manuel quería mostrar eso, porque siento, además, que a las mujeres, cuando aman, siempre se les exige más que a los hombres.

-¿En qué sentido lo decís?

-Como que las mujeres, para enamorarse de un hombre, tienen que tener buenas razones. Si se enamoran de alguien por malas razones o de un hombre que sea más estúpido que ellas o que gane menos, lo que sea, la gente prende sus antorchas de incomodidad.

-En resumidas cuentas, la tienen más difícil.

-A las mujeres no se les permite enamorarse de cualquiera. No es como con Leonardo Di Caprio.

-¿Qué pasa con Di Caprio?

-Que puede salir con cualquier mujer de veinticinco años porque él es Leonardo Di Caprio, él es el importante. Ese es un fenómeno general. En cambio, las mujeres siempre tienen que salir con un hombre inteligente, exitoso, etcétera.

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"A las mujeres no se les permite enamorarse de cualquiera", reflexiona Paulina Flores.

"A las mujeres no se les permite enamorarse de cualquiera", reflexiona Paulina Flores.

-Y eso es lo que trasladaste a tu novela.

-Yo quería que Javiera saliera con alguien y que no entendiera, que se enamorara y que no hubiera razones de peso. Esas cosas también pasan.

-¿De qué manera pasan?

-Existe una voluptuosidad o algo exuberante que invita al amor de una forma no racional.

-Has dado en el clavo porque uno se pregunta, durante toda la novela, hasta la última página, ¿qué le ha visto Javiera al zapallo este de Manuel? No demuestra nada interesante, nunca; habla poco y, cuando lo hace, dice boludeces; es bastante mediocre y loser. ¿Por qué todas las mujeres de la historia revolotean a su alrededor?

-(Ríe) Bueno, es guapísimo, po. Muy, muy, muy guapo. Parece un Adonis.

-Sí, pero Javiera es una intelectual. Está todo el tiempo invocando a Silvia Plath, a Violeta Parra, a Joan Didion, a Anne Carson y a tantas otras, mientras que el tipo no caza una.

-Es que Javiera se basta sí misma. Y eso es bonito. Yo creo que, en ese punto, ella lo pasa tan bien entre ella y su mente, que ya es suficiente. No necesita más. De hecho, quizás necesita justamente un espacio mental donde no se hable de eso.

-¿Cómo sería esta cuestión?

-A veces, cuando nos enamoramos, buscamos precisamente ser libres de nuestros mundos, de nuestros sueños, de lo que uno ama. Digamos, como que a mí me gusta esto, hago esto, doy mi vida para que esto se transforme en el centro de lo que hago. Pero luego tus sueños también pueden hacerte esclavo de algo.

-Y se trata de encontrar imperiosamente una salida, ¿no?

-Entonces, quizás, Javiera busca en él, en Manuel, un momento de liberarse, haciéndole terapia (ríe).

-Se entiende, pero, veamos, en la novela follan todo el tiempo, para decirlo en español.

-¡Claro, claro!

-Pero después de follar, ¿de qué hablás con Manuel? No podés hablar de Silvia Plath, si no tiene idea de quién es ella y del resto de esa gente.

-Es que ellos no hablan mucho después de eso. A lo mejor no es necesario. Es otra forma de amor, ¿no? Es un amor mucho más del tacto, no es tanto de hablar, en términos más budistas, quizás.

-La pregunta busca conocer más la psicología del personaje, porque está muy bien eso de no hablar en un touch and go. Pero ellos ya llevan una relación de dos años y, en algún momento, a lo mejor se pone pesado no tener nada de qué hablar con la otra persona.

-¿Y ahí qué le pasa a Javiera? Quiere empezar a matar gente. ¡Se aburre! (ríe). Pero no termina con él.

-Porque ella se cree la heroína del poliamor, pero en un momento se pregunta si, a fin de cuentas, es monógama y busca un esposo como cualquier otra.

-Sí, totalmente, totalmente. Pero yo creo que es interesante lo que tú dices, porque, justamente, en ese tránsito, la novela, que siempre funciona en un nivel realista, también podría ser muy alegórica, ¿no? Ella quiere hacerse asesina y quizás lo hace por eso. Bueno, la relación se congela porque muere Armonía también, hay un estado de duelo ahí permanente.

-El tiempo empieza a hacer mella en los personajes.

-Y es en ese momento, cuando ya pasan dos años, cuando las cosas empiezan a tomar un espesor, que ella decide dar una vuelta de tuerca, un giro muy de autoboicot con su propia vida.

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Paulina Flores.

Paulina Flores.

-Su vida está siempre sobre el tapete.

-En la novela, como tú decías, se habla mucho de amor, se habla mucho de sexo, también se habla mucho de muerte. Hay un personaje que muere, que es Armonía, una de las novias de Manuel. Luego tenemos a Laura que quiere suicidarse, o sea, que tiene esta misión suicida como algo activo. Y tenemos a Javiera, que quiere ser una asesina, algo que para ella funciona como una posibilidad de matar tiempo.

-¿Qué tipo de asesina quiere ser?

-Es que también ser asesina, ser criminal, en términos de idea, funciona como una muerte social. Es como perder la credibilidad para el colectivo. Entonces, la novela está traspasada por estas tres muertes; y por el amor y por el trabajo, por cómo el sistema social va moldeándolo todo.

-Pero, además, uno de los capítulos lleva un título que lo dice todo: "No es fácil ser mala". Por eso mismo, da la sensación de que Javiera es más bien una asesina literaria. Se siente antes una Patricia Highsmith o una Agatha Christie, que una criminal de verdad.

-Bueno... ¿qué es ser una asesina de verdad?

-Muy simple, agarrar el revólver y matar. Pero ella piensa demasiado. Y cuando vos pensás demasiado, ya es literatura.

-(Ríe) Me encanta, me encanta, porque la novela genera eso. Todo el mundo quiere, al final, ¡que Javiera lo haga! Deja de pensar. Por favor, ¡toma la pistola y dispara! (sigue riendo). Eso me parecía muy interesante y también tuve, en el proceso de escritura, muchas idas y venidas a ese respecto.

-No se trata de escarbar demasiado en tu vida, pero, en lo personal, ¿has sentido el impulso de matar a alguien alguna vez? ¿A una rival? ¿A un novio o a alguien que ya no soportás?

-Es que la violencia depende mucho de las posibilidades. ¡Pero sí! Yo he sentido tanto dolor, tanto dolor, que he entendido que las emociones te puedan desbordar. Claro, el asunto es que uno tiene cinco minutos y se sienta y dice no.

-Por suerte.

-Está esa diferencia siempre. Están siempre esos cinco minutos que salvan vidas reales.

-Convengamos que este Manuel de tu historia es un peruano pintón, pero no es Vargas Llosa. ¿Podría constituir, entonces, un oscuro objeto del deseo, para decirlo cinematográficamente?

-Mmm... Yo diría que es un objeto de deseo complejo. Bebe de muchas cosas. Bebe de una experiencia, porque la protagonista lo conoce justo en el momento en que migra también.

-¿En qué se traduce eso?

-Él está traspasado por esa experiencia. Como hablábamos al principio, la experiencia de no solo enamorarse de Manuel, sino también enamorarse del Mediterráneo, enamorarse de Barcelona y vivir la ciudad intensamente. Por ejemplo, ellos, al principio tienen aventuras por el Raval. Entonces Javiera también se enamora de esa propuesta lúdica que le hace la ciudad y que le hace él. Y ahí conviven.

-Ahora bien, ¿cómo ves vos el amor? Por un lado, decís que es triste que una persona esté sola. Y, de hecho, ponés a Manuel con muchas novias. Decís que también Javiera está enamorada del amor, no solo de Manuel. La era de Tinder y el capitalismo parecen haber decretado el fin del amor romántico. Etcétera. ¿Cómo ves todo esto?

-Ah... ¿cómo lo veo yo? Yo veo que cambió, definitivamente. A nivel de cómo funciona el capitalismo con el amor, lo terrible es justamente que nos invita a ser personas que van a hacer un paseo romántico a Ikea.

-Muerto y sepultado el viejo amor.

-Tiene eso que uno odia, que es ir a Ikea a comprar muebles baratos de melamina. Uno no puede salir de su laberinto y hay que comprar cosas y comprar cosas. Digamos, el capitalismo hace eso con un tipo de amor romántico más clásico, pero también a cualquier forma de discurso alternativa a la norma la va transformando inmediatamente en un producto que te vende enseguida. Eso es lo desesperante.

-¿El amor se vende en estos tiempos, digamos, a través de una aplicación?

-Sí, sí. Ahora, yo creo que el amor romántico siempre ha sido un poco así. Inclusive, si leemos Madame Bovary, la novela de Flaubert, vemos que ella termina suicidándose después de tener una serie de desencuentros amoroso, pero también endeudadísima, porque para poder amar necesita crear esta máscara, esta fantasía de mujer rica. Por lo tanto, termina endeudada y enamorada.

-"La historia vuelve a repetirse", diría el tango.

-Es algo que siempre ha ido un poco de la mano. Y es extraño, porque los poetas románticos justamente presentan el romanticismo como una idea de valores que no tienen que ver con el sistema de valores tradicional, consumista, capitalista.

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Textual de Paulina:  "Todavía se puede seguir intentando pensar, imaginar".

Textual de Paulina: "Todavía se puede seguir intentando pensar, imaginar".

-En resumen, ¿qué pensás del amor?

-Bueno, no me rindo. Creo que todavía se puede seguir intentando pensar, imaginar. El lenguaje es tan flexible, ¿no? Y yo confío en esa flexibilidad del lenguaje y en la posibilidad de que podamos pensar alternativas, de imaginar a través de la creatividad. Está complicado, pero creo que existe.

-Los diálogos de Javiera con Laura son mucho más interesantes que los de Javiera con Manuel. Y en un momento le empieza a contar acerca de las escritoras chilenas asesinas. Y pone el acento en que dispararon a quemarropa contra sus amantes. Una es María Luisa Bombal y la otra es María Carolina Geel. O sea que las escritoras chilenas son peligrosas. ¿Estás inscrita en esa línea?

-¡Ay!, ojalá que no (ríe). Espero que no. Justo en la presentación que hice aquí en Buenos Aires con la Camila Fabbri le decía que uno de mis miedos era que no iba a tener nunca más novio.

-Tremendo. ¿Por qué?

-Porque como mi novela se trata de una chica que quiere matar a su novio, me decía: ¡qué tonta, nadie se va a querer acercar a mí! (ríe). Pero, la verdad, yendo a tu pregunta, diría que no. Yo diría que soy más bien inofensiva. De aspecto inofensivo y de ternura también. De mucha ternura (ríe).

-Pero tenés algunas fotos tuyas en Instagram que no son muy tiernas, son más bien picantes. Parecés más bien una vampiresa, como describís vos en tu libro.

-¿Sí? (ríe).

-Pero, además, vos decís en este tramo al que aludíamos, que, más que peligrosas, las escritoras chilenas son intensas. Esto sí te puede caber.

-Claro, sí. Yo diría que sí. Violeta Parra, Gabriela Mistral, aman intensamente, al parecer. Hay muchas historias al respecto.

-Digamos que sí.

-Ahí está esa canción de Jorge González, "Estrechez de corazón", que es como el segundo himno nacional de Chile. Él dice algo así como que te puedo perdonar cualquier cosa, puedo aguantar lo que sea en esta relación, pero nunca jamás estrechez de corazón. Eso es bien chileno, intenso, en la forma de amar.

-Para cerrar este círculo de escritoras, en este programa hemos entrevistado a una compatriota tuya, Alia Trabucco Zerán, a quien vos mencionás en tu libro. Ella, justamente, tiene un libro, Las Homicidas, una colección de historias reales de mujeres asesinas.

-Sí. Eso es parte de la bibliografía que Javiera toma para convertirse en asesina, porque en ese libro Alia Trabucco trabaja a partir de la idea del monstruo, de la vampira. Y cómo se trataban estos casos, sobre todo el de María Carolina Geel o el de la Bombal.

-Claro, era un trato muy particular.

-Cuenta cómo trataban de limpiarlas de esa monstruosidad justamente porque no se entendía, en esa época al menos, que una mujer pudiera ser monstruosa. Se trataba de limpiar toda esa imagen. Es un libro interesantísimo, muy iluminador y Javiera lo toma, precisamente, para jugar con esas teclas, con la idea de femme fatale.

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Una de las imágenes de Paulina en Instagram.

Una de las imágenes de Paulina en Instagram.

-Como decíamos, de vampiresa.

-La femme fatale es un cliché masculino, una creación. Además de ser mala, tengo que ser sexy; no puedo ser solo mala (risas).

-No podemos dejar mencionar en esta entrevista algo que llama muchísimo la atención. Uno ve, en el sitio de Anagrama en Instagram, que la portada de tu libro lleva tapada una parte del título, esas dos palabras que dicen "te mato". Es muy rara también la larga explicación que da la editorial sobre esto.

-Es extrañísimo, sí. Eso pasa por el algoritmo. Como que Instagram solamente lo que hace es leer el texto y no hay nadie detrás del computador revisando eso. Es una máquina la que dices pasa o no pasa. Y como tiene un "te mato" amenazante, simplemente lo frena. Pero no hay ningún otro tipo de control.

-¿Cómo lo has tomado?

-Creo que es un ejemplo de que Internet se está transformando en sinónimo de todas estas aplicaciones que están llenas de publicidad y que se parecen a la televisión cuando era más chatarra. Instagram también se está volviendo así, como un lugar donde ni siquiera se puede hablar en términos de ficción o no ficción porque no tiene cabida.

-Finalmente, ¿por qué el tema del poliamor? Nosotros hemos entrevistado aquí a la peruana Gabriela Wiener, que es como la militante oficial de esta corriente y nos contaba que no era nada fácil llevarlo adelante airosamente.

-Gabriela me presentó el libro en Madrid. Fue una presentación muy bonita también.

-¿Y por qué la metiste a tu Javiera en ese despelote?

-¿Por qué la metí? Porque... porque... porque me parece interesante.

-¿En qué sentido?

-Porque estas estas nuevas formas alternativas de amor parten de la premisa que ganó hace mucho tiempo el feminismo. Como que lo personal es político. Es un cliché, pero también es algo que se obtuvo y que fue importante.

-¿Qué tipo de importancia?

-Porque se dio a entender de que muchas de las operaciones machistas se daban, justamente, dentro de un sistema más bien íntimo, más bien doméstico. Entonces fue una gran lucha que les permitió a las mujeres, entre otras cosas, poder tener placer en el sexo, cosas básicas como esas que nunca antes se habían hablado porque nadie les preguntaba.

-Sí, otras formas de lo nuevo.

-Me parece, también, que eso es una ganancia y que no es no es casualidad que todas estas formas de alternativa al amor romántico, hegemónico, que bebe mucho de lo patriarcal, provengan de mujeres que se expresan teórica o literariamente.

-Toda una corriente, en efecto.

-Ahora, igual me parece que hay algo en el amor y en lo erótico que no se puede racionalizar todo. Hay algo que siempre nos va a gobernar y que no se puede transformar en discurso. Y está bien que sea así, porque es misterioso, ¿no?

-Totalmente de acuerdo.

-Si nosotros supiéramos todo en torno al amor o lo entendiéramos de manera así, ya detallada, quizás no nos enamoraríamos. Hay algo, en estas palabras que hemos mencionado, en el peligro, en el misterio, en el no sé qué va a pasar, que es necesario para el amor.

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