Pandemials: niños nacidos en cuarentena que ya van al jardín con hábitos del confinamiento
Cinco mamás mendocinas presentan a sus hijos y relatan cómo vivieron sus embarazos en plena pandemia, con miedo, soledad e incertidumbre
Cinco mamás mendocinas presentan a sus hijos y relatan cómo vivieron sus embarazos en plena pandemia, con miedo, soledad e incertidumbre
Hoy, los llamados “Pandemials”, aquellos que nacieron en 2020, ya van al jardín de infantes y son protagonistas de una época que quedará marcada para siempre.
Luciana Orozco, Nimsi Cano, Cintia Correas, Florencia Almada y Eugenia Hoffmann supieron que serían madres en un momento controvertido a nivel mundial: la pandemia que dejó todo paralizado. Pero Apolo Martínez Orozco, Tomás Ortiz, Juan Ignacio Conde Correas, Juana Correas y Margarita Arroyo Hoffmann llegaron a este mundo perfectamente bien y hoy son niños sanos y felices.
Nacieron en estas fechas: Apolo el 21 de octubre; Tomás el 24 de noviembre; Juani el 30 de septiembre; Juana el 26 de marzo (todos de 2020) y Margarita el 5 de mayo de 2021, en pleno rebrote del Covid-19. Seguramente escucharán, de aquí en adelante, historias casi cinematográficas sobre sus nacimientos.
Casualidad o causalidad, Apolo Martínez Orozco, que tiene 4 años y vive en El Challao, trae en la sangre el ADN de la pandemia: tiene una obsesión por lavarse las manos desde muy pequeño y “ama” usar alcohol en gel.
Alguna razón debe haber: nació en la clínica Asistir, de Ciudad, en el período más estricto de las restricciones. “Sin visitas y con los temores del caso. Solo porque mi papá es médico, se le permitió a mi esposo estar presente en la sala de partos”, rememora Luciana Orozco, su mamá.
La situación tuvo, además, otro condimento especial: Luciana y Fabián, pese a estar casados, vivían en casas separadas. “Me enteré que estaba embarazada el 1 de marzo y pocos días después se cerró el mundo. Fue volver a convivir con el papá de mis hijos y estar embarazada al mismo tiempo”, evoca.
Los controles no fueron fáciles. Ecografías entrando sola y consultas con el obstetra por videollamadas. Además, pocos controles para no exponerse demasiado. A diferencia del primer embarazo, muchas más contracciones y mucho más estrés. Capaz fue todo por lo mismo”, advierte.
Apolo es feliz y su rostro lo demuestra: va al jardín de infantes del colegio Maristas y tiene miles de amigos. Eso sí: el alcohol en gel lo acompaña siempre.
Nimsi Cano, psicóloga y psicóloga infantil, vivió su embarazo en pandemia mientras continuaba trabajando, aunque tuvo que pasar a la modalidad online por precaución. Su esposo, que trabajaba en una fábrica, siguió en actividad. Mientras que su familia lo vivió con tranquilidad debido a su experiencia en hospitales, la familia de su esposo estuvo muy angustiada.
“A los ocho meses de embarazo me contagié. En realidad, nunca supimos con certeza, pero parecería que sí, porque mi esposo dio positivo en la fábrica. A partir de ahí creo que se me fue el miedo… contagiarnos y que no pasara nada fue un alivio”.
Su hijo nació el 24 de noviembre de 2020, cuando las restricciones ya eran más flexibles. Su mamá y su suegra pudieron estar en el hospital, algo que otras mamás no habían podido vivir meses antes.
“Lo positivo que le vi es que no había visitas en el hospital. Solo estaba mi mamá, mi suegra o mi esposo cuando nosotros lo pedíamos. No viví la experiencia de tener un hijo fuera de pandemia, pero creo que evitar las visitas por compromiso o tradición estuvo bueno. Pude estar tranquila con mi hijo y recuperándome de la cesárea, que era todo un tema”, cierra la mamá.
El caso de Cintia es digno de un guion de cine. Padece una enfermedad genética en la sangre y sabía que debería seguir una medicación especial y controles estrictos durante el embarazo. Pero cuando logró calmar el temor inicial, llegó otro impacto: el confinamiento.
“Viví con alcohol en gel en la mano y completando planillas y declaraciones juradas cada vez que iba a un control médico. Estuve sola siempre, incluso en las ecografías”, cuenta en diálogo con Diario UNO, mientras muestra fotos de su panza y de su hijo, fanático de Mickey Mouse, haciendo morisquetas en un parque de Disney, en Orlando.
Como muchas mamás de esa época, atravesó el embarazo en soledad. Incluso el baby shower se hizo por Zoom. La cesárea programada en la Clínica de Cuyo se realizó en la más estricta intimidad. “Nadie vino a saludarnos. Fue raro. Y, además, la incertidumbre de salir con temor, sin saber cuánto podía afectarle al bebé cada paso que dábamos”, recuerda.
Hoy, “Juani” es un niño inquieto, vivaz y un “corredor compulsivo”. “No sé si será por la pandemia, pero no frena en todo el día”, dice Cintia entre risas. Y concluye con emoción: “Nos cambió la vida. Es un hijo caído del cielo”.
Florencia ya sabía lo que era ser mamá, pero jamás imaginó debutar con su hija Juana en pleno encierro y con el temor de un mundo frenado.
Profesora de inglés, solía ir sola a los controles y las ecografías. “El proceso no fue todo lo pleno que merecía”, confiesa.
Aun así, pese a la obsesión por el barbijo, el alcohol en gel y la estricta higiene, “Juanita” llegó sin inconvenientes al Sanatorio Argentino de San Martín, por cesárea.
Una anécdota hoy la hace reír: “Mi esposo se reunió con gente pocos días después del nacimiento. Era tal la psicosis que al día siguiente decía que le dolía la cabeza. Fue un revuelo en casa. Me enojé, me preocupé, pero no pasó a mayores: finalmente no estaba contagiado”.
Tiempo después, ambos contrajeron Covid-19, como la mayoría de los argentinos. Pero ya existían las vacunas y el pánico inicial había cedido.
Juana, hoy, tiene unos rulos divinos y es alegre y tranquila. “Puede pasar horas jugando sola en su cuarto”, cuenta Florencia. Y se pregunta: “¿Será, acaso, consecuencia del aislamiento que vivió en la panza?”.
Eugenia Hoffmann dio a luz a su hija Margarita el 5 de mayo de 2021, en pleno rebrote de la pandemia. El embarazo no fue fácil, ya que la bebé tenía restricción del crecimiento intrauterino y requería controles ecográficos frecuentes. “Era ir a hacer los controles totalmente sola. Mi marido no podía entrar a la ecografía, ni siquiera a los consultorios, directamente tenía que quedarse en el auto o en la vereda. Fue muy difícil sentirse tan sola desde ese lado”, recuerda Eugenia.
El parto, a pesar del contexto, fue una experiencia linda y estuvo bien acompañada por los profesionales de salud. Sin embargo, al nacer, Margarita necesitó pasar algunas horas en neonatología, y nuevamente la pandemia marcó la diferencia: “Mi marido tuvo que ir con mi niña, por supuesto, que es la prioridad, y estar con ella en Neo, y yo quedé totalmente sola en la habitación porque no podían entrar acompañantes. No podía entrar nadie al hospital”. El temor al contagio era fuerte y las restricciones eran estrictas: “Nos explicaron que si alguno de nosotros presentaba síntomas, no íbamos a poder entrar a Neo, para cuidar al resto de los bebés y también a las mamás. Por eso nos tenían prácticamente aislados”.
Además, Eugenia vivió la incertidumbre de ser considerada como una persona que había tenido Covid sin haber presentado síntomas: “Estuve tres veces conviviendo con personas que dieron positivo, y a mí directamente me registraron al momento del parto como que había tenido Covid tres veces, aunque jamás presenté síntomas”. A pesar de todo, los primeros días de vida de Margarita fueron con controles estrictos, protocolos de cuidado y mucho amor. “Gracias a Dios fue todo con mucha tranquilidad y nunca estuvimos en situación de riesgo, así que estuvo bueno por ese lado. Y a esperar a que terminara la pandemia”, concluye Eugenia.