¡No lo sabía!

Ni amarillo ni naranja: este el verdadero color del Sol

Aunque los niños pintan el Sol de amarillo o rojo, su luz es una combinación de colores. Descubre cuál es verdadero color de esta estrella

Desde temprana edad, cuando los niños intentan representar el cielo en un dibujo, no suelen dudar al momento de elegir el color del Sol, la mayoría lo pinta de amarillo. Si lo que se busca plasmar es un amanecer o atardecer, los tonos cálidos como el naranja y el rojo predominan en el Sol y el cielo circundante.

No obstante, aunque este escenario es común en las representaciones artísticas, la realidad es que nuestra estrella más cercana, el Sol, no es de color amarillo, naranja ni rojo. La luz que emite se distribuye a través de una gama de colores que, combinados, dan lugar a una percepción diferente a la que habitualmente atribuimos en nuestros dibujos infantiles.

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Ni amarillo ni naranja: este el verdadero color del Sol

Si se observa la luz solar a través de un prisma, se puede apreciar cómo se descompone en una gama de colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta, es decir, todos los colores del espectro visible. De esta manera, el Sol emite una luz compuesta por los mismos tonos que se observan en un arcoíris.

Cuando la luz de todos los colores emitidos por el Sol se mezcla, el resultado es una luz de un solo color blanco. Este es el verdadero color que emite el Sol, ya que la combinación de todas sus longitudes de onda da lugar a una luz blanca, aunque, en nuestras percepciones habituales, no lo asociemos de inmediato con esa tonalidad.

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¿Por qué vemos el sol de color amarillo?

Cada color del espectro del Sol tiene una longitud de onda diferente, desde el rojo (más largo) hasta el violeta (más corto). En el espacio, donde no hay resistencia, los fotones de todos los colores llegan simultáneamente a nuestros ojos, lo que nos permite ver la luz del Sol como blanca, su color "verdadero".

Sin embargo, cuando la luz solar pasa a través de la atmósfera terrestre, las moléculas del aire distorsionan los fotones de ondas cortas, dejando que lleguen primero los de ondas largas, lo que da lugar a una luz más cálida, de color amarillo. Esto ocurre porque la atmósfera absorbe los colores más energéticos, como el violeta y el azul, permitiendo que predomine el amarillo.

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