La temprana muerte, demasiado temprana, del músico Nick Drake, en los setenta, es como una flor negra que se abre a múltiples interrogantes.
La temprana muerte, demasiado temprana, del músico Nick Drake, en los setenta, es como una flor negra que se abre a múltiples interrogantes.
¿Por qué se siguen yendo a destiempo, incluso en nuestra época, tantos jóvenes prometedores?
¿Por qué el talento y la eventual genialidad enfilan hacia la melancolía, la oscuridad, la depresión? ¿Por qué el suicidio?
¿Por qué pesa la sensibilidad, en vez de aligerar la vida?
Este tipo de dilemas llevaron a Miguel Ángel Oeste (Málaga,1973), escritor, historiador, cinéfilo, a ver la corta trayectoria de Drake bajo la luz oscura de un Drácula contemporáneo, deambulando por una Londres que, por sus ambientes sombríos, tiende a fundirse con Gotham City.
Perro negro se llama su historia. Perro negro, que en el folclore anglosajón se asocia a los fantasmas y los espectros. Perro negro, la forma que tomaba el diablo para el blusero Robert Johnson en la hora de su muerte.
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Desde Málaga, España, donde prefiere otear entre los sesenta y los noventa antes que en los tiempos que corren, Oeste dialoga con el programa La Conversación de Radio Nihuil, mientras suena, de fondo, la canción “Pink Moon”.
-Buen día, Miguel. ¿Es calurosa tu tierra?
-Sí, sí, mucho. Mucho, claro. La hace más salvable el Pink Moon, únicamente, la voz y la guitarra de Nick Drake.
-De entrada, llama la atención que te apasionaras con un músico que murió cuando vos apenas habías nacido. Debería haber sido la música de tus padres, no la tuya.
-Sí, pero la verdad es que a mí me gusta mucho la música de los sesenta y de los setenta. Debería haber nacido en otra época. Me encantan Randy Newman, Leonard Cohen, Bob Dylan, John Martyn. Esa es la música que más me apasiona y la música que sigo escuchando. También el jazz de Chet Baker, Glen Miller, etcétera.
-Te gustan también los melancólicos, tipo Nick Cave, ¿no?
-¡Sí, hombre! Nick Cave, maravilloso. Maravilloso.
-Debido a cuestiones que nos suceden regularmente en este programa dedicado a libros y autores, salta esta pregunta: ¿la realidad copia al arte o el arte copia a la realidad? ¿Cuál es tu sensación?
- (Sonríe) Es una pregunta compleja. No lo sé. Yo creo que tanto la vida como las ficciones son territorios porosos. Una sin la otra no existirían, ¿no? Se complementan y se nutren entre sí.
-Esto viene a cuento de que, casi en la mitad de la novela, Richard, uno de tus personajes principales, un actor con todo tipo de problemas sentimentales, dice: "Recojo la tarjeta de mi suite en la recepción. El paraíso para un suicida. Eso pienso de los hoteles. Uno se registra, se mete en la habitación, cuelga el cartel de 'No molestar' y ya está listo para ver la luz del otro lado". ¡Justo lo que acababa de suceder con Liam Payne en esos días, en Buenos Aires!
-Sí. Uno se mete en un hotel y... fin. Es como irse a un limbo, desaparecer durante una hora. Es verdad lo que dices. Ocurrió también con el 11S. Hay ficciones que anticipaban incluso esos atentados.
-Pues bien, ¿cuál es el gancho que tenés con Nick Drake?
-De hecho, ahora, en noviembre, se cumplen cincuenta años de su muerte. Es un personaje que me parece fascinante.
-¿Por qué?
-Porque su música es totalmente atemporal. Deja apenas treinta canciones, dos horas de música recogidas en tres discos; los tres muy diferentes unos de otros. Hace algunas actuaciones con un público muy reducido. Solo tenemos un puñado de fotos suyas y apenas imágenes en movimiento. Esa es la vida pública de Nick Drake. Es decir, un bagaje escaso.
-Un bagaje escaso, pero con un gran contenido.
-Creo que esconde una de las obras más influyentes de la historia del folk. Y casi cincuenta años después de su muerte su música ha trascendido épocas y generaciones. Y lo seguirá haciendo. Eso es lo que me parece realmente alucinante. Lo consiguen muy pocas personas.
-Solo los distintos...
-Aparte, su personalidad totalmente resbaladiza da pie a fabular sobre su figura y sobre su persona. ¡La verdad es que no tiene ni entrevistas!
-¿Por qué sucedía eso?
-No se sentía cómodo en un mundo que, en ocasiones, premia más la ambición que la sensibilidad.
-Vos hablaste de Nick como figura relevante del folk, pero hay otras publicaciones que lo ubican dentro del pop o del rock, según quién opine. En definitiva, ¿dónde ponemos a Nick Drake? ¿En cuál de las etiquetas?
-Qué difícil. A mí las etiquetas no me gustan. Además, los tres discos son muy, muy, muy diferentes. Para mí, si tuviéramos que catalogarlo, lo pondría más cerca del folk. Pero también coge muchas influencias del rock, del jazz, de otros géneros.
-Sí, en un espectro más amplio.
-Incluso, con esa voz tan frágil que tenía, que parece que está a punto de romperse, casi hecha de cristal, lo que transmite es esa cosa perturbadora, desasosegante, pero a la vez llena de belleza. Es increíble, ¿no?
-Sí, porque, aparte, vos hablás continuamente de la depresión. Casi todos los personajes que animan la trama están deprimidos, incluyendo sus padres. Sin embargo, el perfume que despide Nick, tanto en su vida como en su música, es melancolía, ¿no?
-Sí, totalmente, totalmente melancolía. Quizás su disco más orquestal, que está envuelto en una especie de bruma mágica, es el segundo, Bryter Layter. Su productor de Island Records creía que con ese iba realmente a triunfar. Era esa especie de anhelo de la realidad que él tenía. Pero, bueno, no fue así. Igual creo que seguiremos hablando de él durante siglos.
-Transmisión de pensamiento. Para anunciar esta entrevista había puesto en la red X una cita de Richard diciendo: "Nick nunca se irá, siempre estará en el mundo cuando nosotros no seamos más que polvo (...) El cabrón fue muy bueno. Siempre creí en él, el problema es que él no creía en sí mismo".
-Es una interpretación que yo hago de él porque, claro, Nick Drake realmente nunca está presente en la novela como tal sino a través de los otros personajes. Este el caso de Richard West, ese actor que, a la vez, está un poco inspirado en otro actor real, Heath Ledger, que también se suicidó y que había dirigido un videoclip con "Black Eyed Dog" (Perro de ojos negros), justamente antes de su muerte. Es, también, una de las canciones póstumas de Nick.
-El perro de ojos negros le da título al capítulo que cierra la primera mitad de tu libro. ¿Y en cuanto a Janet, la contraparte de Richard en el relato?
-El personaje de Janet en sí está también inspirado en otro personaje, el crítico musical Ian MacDonald, que fue famoso por sus artículos en New Musical Express. Escribió un libro fundamental sobre los Beatles, por ejemplo.
-Claro, utilizás elementos de personas de carne y hueso para darles carácter a tus personajes ficticios.
-A su vez, por la novela aparecen personajes reales que existieron y que pudieron estar en los mismos lugares que Nick Drake, dentro de la ficción que supone la novela.
-Entre todos esos personajes reales hasta aparecen los Rolling Stones compartiendo una escena muy bonita con Nick en Marrakech.
-Hay gente que dice que sí, que cuando él fue a Marrakech se encontró a los Rolling Stones. Y hay otra gente que también lo desmiente. ¿Qué es verdad y qué es mentira? Pues, bueno, eso no se puede saber.
-Como decíamos al principio, cuando muere Nick Drake vos recién estabas naciendo. O sea, vos no sos setentista. Es una cultura adquirida en tu caso. Dado que en tu historia hacés toda una precisa pintura de época, ¿qué es lo que te sedujo de todo aquello y no de tu tiempo?
-Es que a mí me cuesta mucho trabajo hablar de nuestro presente. Mis novelas están ubicadas en los ochenta o en los noventa, casi todas. Hay una, Vengo de ese miedo, que sí abarca los últimos cincuenta años del siglo veinte. Pero, en general, a mí los sesenta y los setenta me parecen una época fascinante ¡en cuanto a que parecía que el mundo realmente iba a cambiar!
-Exacto. Es un poco la esencia del setentismo.
-Iba a cambiar el mundo. Era una época efervescente en todas las expresiones artísticas, no solo en la música. Y eso a mí es lo que más me atrae. De todas formas, también como en cualquier novela que se centre un poco en el pasado, al final también salen temas de hoy.
-Sí, problemáticas que son también de esta sociedad.
-Temas que durante mucho tiempo han sido tabú. Tú lo citabas antes: la depresión, la ansiedad y otros trastornos que afectan a la salud mental en general. Y también vemos ese deseo de éxito que está tan presente hoy, ¿no?
-Un punto clave en la vida de Nick.
-En el caso de Nick Drake, era una persona con el talento y las cualidades para lograrlo, pero que se boicoteaba, en cierto modo, a sí mismo.
-Un oyente de nuestro programa te pregunta, ya que sos una persona joven, si has tenido o tenés depresión, y qué pensás al respecto.
-Creo que todos hemos tenido momentos mejores y momentos peores. Y eso es inevitable, ¿no? ¿Quién está bien del todo? Yo no me atrevería a decir que siempre estoy bien. Pues no, todo lo contrario. Lo que pasa es que, verdaderamente, cuando a uno le preguntan: oye, ¿cómo estás?; ¿qué vas a decir?
-Hay que responder medio en automático, ¿no?
-Parece que está mal visto decir: hoy me encuentro mal. Porque, realmente, ¿la gente quiere escuchar que estamos mal o nuestras preocupaciones, nuestras contradicciones, nuestras dudas? Es complicado. Realmente no.
-Más en estos tiempos.
-La Organización Mundial de la Salud dice que, a día de hoy, la depresión se ha convertido en la segunda causa de incapacidad en el mundo.
-Un dato muy preocupante.
-Es decir, cuando uno, por ejemplo, se ha roto un brazo o se ha caído y tiene la pierna escayolada, dice ¡hostia! Sabes que estás mal. Pero la depresión es como las enfermedades invisibles, que no se ven. Es como una bruma, como un fantasma que está dentro de tu cabeza. Y en un mundo tan extraño como el que vivimos en la actualidad, es complicado.
-Pasemos a otro estadio de tu libro. Más allá del tono setentista de época, hay una atmósfera general que envuelve a tus personajes principales y que está dado por el conde Drácula. Hablamos, claro, de la criatura inventada por Bram Stoker.
-Hay tres novelas que tuve muy presentes a la hora de construir este Perro negro. Una es, como tú dices, el Drácula, de Bram Stoker. En estructura, como recordáis, es una especie de diario en el que los personajes van hablando. Y aquí también hay una especie de falso diario en la segunda parte.
-Que corresponde a dos personajes.
-Es un falso diario entre Janet y Richard, porque supuestamente ella también está leyendo el diario que ha dejado el actor.
-¿El segundo libro de referencia?
-El otro libro que tengo presente es El gran Gatsby, de Fitzgerald, que me parece también redondo y fundamental, con esa especie de amor imposible, esa melancolía, etcétera.
-Y hay un tercero, que es de un argentino, si no me equivoco.
-Es Jardines de Kensington, de Rodrigo Fresán, porque habla también de los sesenta en una especie de biografía sobre James Matthew Barrie, el creador de Peter Pan. Entonces, todo esto me servía mucho porque Drácula es un personaje atemporal, como el propio Nick Drake.
-Interesante parangón. Explicanos.
-¿Cuántas versiones de Drácula hay? No sé si hay miles, pero en cine, en literatura, es una cosa ya de mito, una leyenda. Y Nick Drake, en cierto modo, yo creo que nos vampiriza un poco con su música. Nos introduce una especie de estado melancólico, de estado latente, extraño. Y también a los propios personajes de la novela.
-Para terminar de graficarlo, en la página 62 decís: "Así era Nick. Alguien que deseaba ser luz. Sin embargo, Nick no brillaba (...) Un anfitrión que en su comportamiento se asemejaba más al conde Drácula, escondiéndose en las estancias oscuras".
-Sí, sí, un poco así.
-Además de la atmósfera de Drácula, tu novela tiene la nocturnidad que rodea a Batman. Es como si las cosas ocurrieran en Gotham City.
-Pues mira, puede ser, puede ser, porque yo también soy muy aficionado a leer cómic, a leer manga. Y a Batman lo sigo leyendo. Esa cosa de lo nocturno para mí es un halago, ¡eh?
-A propósito de la referencia de Fresán, mencionás en tu libro a Neverland. ¿Te has dado cuenta de que el mundo de Peter Pan también es nocturno?
-Sí, claro, sí, sí. Es verdad. A eso y a lo de Batman no lo había considerado. Está muy bien visto y bien recogido.
-A Nick lo podríamos ubicar dentro del famoso "club de los 27", que reúne a los mártires jóvenes de la música. Veníamos de Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, etcétera, pero el fenómeno se ha seguido repitiendo hasta hoy con jóvenes que parecían tenerlo todo: éxito, fama, dinero. ¿Tenés idea de por qué?
-Yo no lo sé. Con el libro intento explicar por qué. Hay algunas posibles interpretaciones, ejes o como quieras llamarlo. Pero en el caso de Nick Drake es que realmente él sentía dolor por la vida.
-¿Qué le pasaba por dentro?
-Pasaba por la ansiedad social, la inseguridad sobre su propio talento, la ausencia de reconocimiento, la timidez, el uso de drogas. Y por una industria que exige formas de comportamiento lleno de dinamismo, de relaciones sociales en las que él no se sentía muy a gusto.
-Y aun así dejó una obra.
-Yo lo digo. Ni eso ni la depresión que padecía le impidieron dejar un legado de belleza y de melancolía, que, bueno, se transmite en su obra y que le ha permitido alcanzar la inmortalidad.
-Pues bien, no queda otra que tu libro sea nocturno porque se llama Perro negro y vos mismo aclarás al final que "perro negro" se asocia a los fantasmas y a los espectros en el folclore anglosajón. Así que te estás acercando, no solo a Bram Stoker, sino también a Stephen King y a toda esa gente.
-Bueno, amigo, claro (sonríe). Yo digo que esta es una novela de fantasmas y de vampiros sin vampiros. Una novela cuasi gótica, ¿no?
-No hace falta ni aclararlo.
-Es que hay vida oculta tras una sombra. Esa sombra que es una especie de fantasma. Y la imagen de este animal, de este perro negro, es un mito que está también muy conectado sobre todo con el blues.
-¡Qué buena referencia!
-Por ejemplo, Robert Johnson hacía constantes referencias a los perros negros. Y cuenta la leyenda que murió murmurando sobre su presencia.
-¿Cómo lo ligás a tu historia?
-La discografía de Robert Johnson fue muy escuchada por Nick Drake. Lo tenía como una de sus influencias musicales. Y, de hecho, como dije antes, una de sus canciones postumas es “Black Eyed Dog”, del '74.
-Vos merodeás lo gótico, el terror y sos cinéfilo. En algún programa explicaste porqué nos fascina el terror desde niños. ¿Cuál es la clave de esto?
-Yo creo que el terror y el miedo nos leen a nosotros. Nos leen y nos permiten conocernos mucho mejor.
-¿Cómo fue tu experiencia en ese sentido?
-Yo crecí en los años '80 con todas esas películas de terror como Poltergeist, Pesadilla en Elm Street. Bueno, La cosa, La niebla... La primera noción que tengo de Halloween es esa película fascinante también de Carpenter. Y yo creo que eso nos conecta con nuestra verdadera esencia.
-Con nosotros mismos...
-Nos ayuda a explicar el mundo, a entenderlo, a ver los obstáculos como oportunidades. El terror también va cambiando con el tiempo. Por ejemplo, Stephen King ha sabido, de una forma u otra, hablar de los traumas sociales y políticos de su país, que son, al final, también traumas universales.
-No es común una interpretación tan abarcadora como la tuya.
-El terror te toca por dentro. Y habla también de la incertidumbre. Distorsiona un poco la realidad para llegar al corazón o a la naturaleza de las cosas.
-Como decís vos, es visceral.
- Sí, pero también hay un terror que también se puede racionalizar, en cierto modo. Y a veces, incluso, ese es el peor.
-Hay sutiles diferencias según cada artesano. Pero, a vos, ¿cuáles te gustan más? ¿Las películas de terror más crudo? ¿O las de fantasmas, que son muy sugerentes?
-A mí, las de fantasmas. Las de fantasmas y las de vampiros.
-Como sea, hemos crecido con todas ellas, ¿no?
-Yo creí en los ochenta con todo este tipo de películas: El resplandor, Viernes 13. Imagínate, Jóvenes ocultos, incluso Los Gremlins, de Joe Dante. Pero también he visto muchas películas clásicas tipo Muñecos infernales, de Tod Browning; La mujer pantera, de Jacques Tourneur, que es otro tipo también de terror. Y Las diabólicas, de Cluzot; Los ojos sin rostro, de Franju; Suspense, de Jack Clayton. Son películas que también radiografían su propio tiempo. Además, hoy se ven y se mantienen muy bien.
-Hablando de radiografiar espectacularmente su época, ahí están esas criaturas clásicas como Drácula, el monstruo de Frankenstein y el Hombre de Lobo, ¿no?
-Es que esos ya son mitos. Esos aguantan lo que le echen. Es decir, cualquiera puede hacer una comedia y la aguantan; dramas, lo aguantan. Todo tipo de interpretaciones. Es algo increíble. Atemporal. Me parece fascinante. Pareciera que uno se pone estupendo y pomposo, pero es verdadero arte ir más allá de lo evidente.
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