El crimen del profesor Manuel Domínguez
Domínguez era director de la Escuela Normal Mixta Tomás Godoy Cruz, que hasta 1949 funcionó en la avenida San Martín, donde hoy están las Galerías Piazza,.
Fue asesinado con dos disparos a cortísima distancia; sus hijos eran niños.
Hoy, los tres tienen más edad que aquella tragedia, que fue publicada y leída durante varias semanas en todos los diarios de papel de la época y en diversas secciones: Policiales y Sociales y en los infaltables, interminables y típicamente mendocinos, Avisos Fúnebres.
Durante los 74 años transcurridos desde aquel sábado siniestro y de sol impiadoso, los hijos de Domínguez crecieron, estudiaron e hicieron carrera al amparo de la madre viuda, que terminó de estudiar, se recibió de docente y salió a dar clases para ganar el sustento que permitió la crianza.
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Fotos familiares del profesor Manuel Domínguez con la esposa y los hijos, que eran muy pequeños cuando ocurrió el crimen. A 74 años reclaman saber por qué el padre fue asesinado.
Cada uno de los Domínguez hizo familia y todos tuvieron descendencia. Pero una espina quedó clavada en sus corazones; una incertidumbre que se percibe mirando los ojos tristones de uno de ellos, los inquietos de otra y los casi resignados de la tercera. ¿Por qué Alberto Víctor Triep -taquígrafo de la Legislatura, esposo y padre de dos hijos varones pequeños- mató al padre?
Tres reuniones con los hermanos Domínguez en el verano que termina y las lecturas de diversas publicaciones de los años ’50 y ’60 pusieron ante mí, durante los últimos cuatro meses, una historia -esta historia- que merece ser contada y leída. Por diversas razones: lo impactante de los hechos, el devenir en lo social y judicial y la enorme galería de protagonistas, directos e indirectos; todo lo cual pinta una Mendoza muy lejana en el tiempo.
¿Quién fue Domínguez? Un hombre honesto, comprometido con la educación familiar y la de los jóvenes de entonces; estudiantes de secundaria y también universitarios. De hecho, tuvo a su cargo el Hogar Universitario por disposición del rectorado de la UNCuyo, a cargo de Ireneo Cruz.
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El profesor Domínguez y el rector Cruz en 1948.
Fue amante del montañismo y de la pesca, pasión que el hijo menor heredó y practica hasta hoy. Fue educador de alma como la esposa y, más tarde, las hijas mayores.
El 29 de abril de 1946, cuando se recibió de profesor de Enseñanza Secundaria, Normal y Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, le envió a su esposa un ramo de rosas con una tarjeta que decía, de su puño y letra: "A mi esposa e hijitas por quienes ha culminado hoy una aspiración más en mi vida".
Manolo Domínguez fue un hombre comprometido con valores indiscutibles para la vida personal y social. Lo dicen las crónicas posteriores al homicidio pero también los documentos oficiales de la UNCuyo y del Normal Tomás Godoy Cruz.
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El profesor Domínguez, abajo -al centro- con alumnos de la Escuela Normal Mixta Tomás Godoy Cruz, de la cual era director.
También lo manifestaron quienes lo despidieron en su casa de Ciudad y en el velatorio popular en el colegio. Su aporte a la educación fue tan valioso que una escuela de Palmira lleva su nombre y hasta una canción fue escrita y compuesta en su memoria. Reconocimientos que nada podrá borrar, ni siquiera el mayor de los silencios, como el del hombre que fue detenido, juzgado y condenado por el asesinato: Alberto Víctor Triep.
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Publicación que da cuenta de la imposición del nombre del asesinado profesor Manuel Domínguez a una escuela de Palmira.
Supe de la historia del profesor Domínguez cuando buscaba otra historia, sin imaginar que ambas eran una sola: la de un taquígrafo de la Legislatura de Mendoza, Alberto Víctor Triep, que vivía en calle San Juan casi Rondeau de Ciudad y que -a comienzos del verano del '50- había dado muerte a un docente muy reconocido.
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Legajo del Senado de Mendoza a nombre del taquígrafo Alberto Víctor Triep, condenado por el crimen del profesor Domínguez. La cesantía quedó registrada.
Gracias a la recomendación de un abogado penalista, mi primera aproximación fue la lectura de El caso Triep, un libro que el emblemático letrado, escritor y político comunista mendocino Benito Marianetti publicó en 1953 con la impresión del hacedor y mecenas cultural Gildo D´Accurzio con sus máquinas maravillosas en la calle Buenos Aires 53 de Ciudad.
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El libro El Caso Triep fue publicado en 1953 por Benito Marianetti, abogado defensor del asesino del profesor Domínguez, destacado político comunista y escritor mendocino. La obra puede consultarse en la Biblioteca San Martín.
Primera sorpresa: El caso Triep no estaba escrito en clave literaria, sino a modo documental porque en un volumen de tapas marrones, muy pequeño y con una tipografía aún más diminuta, da cuenta –aún puede leerse en la Biblioteca San Martín- de una estrategia jurídica.
En síntesis: Marianetti publicó para los mendocinos de entonces y de todos los tiempos el escrito de apelación presentado en un Tribunal Superior (Cámara de Apelaciones) contra la sentencia que el miércoles 12 de noviembre de 1952 condenó a Triep a 20 años de prisión por el delito de homicidio simple en perjuicio del profesor Manuel Domínguez. Triep había sido detenido en su casa de San Juan 639 de Ciudad el 13 de diciembre de 1950.
“Indemnizar a los tres hijos de Domínguez por daños materiales y morales con el pago de 50 mil pesos moneda nacional”. Así terminó el fallo del juez al cierre de un juicio oral y público donde el acusado no dijo ni una palabra, ni siquiera para avalar la defensa técnica de su abogado.
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El profesor Manolo Domínguez a la izquierda de Juan Perón en Mendoza.
Triep fue sentenciado por el juez investigador Julio Quevedo Mendoza, por entonces padre de un chico que con los años se convertiría en abogado, docente de Derecho y Fiscal de Estado de Mendoza en los '90: Efraín Quevedo Mendoza.
La familia Domínguez fue representada por los abogados Pedro Baglini y Juan Vitale Nocera.
Segunda sorpresa: en los '50 regían en Mendoza otras normas procesales y los jueces investigadores eran -al final del proceso de recolección de pruebas- los encargados de juzgar y sentenciar a los acusados. O sea, la misma mirada para dos instancias tan disímiles como la sospecha y la sentencia. Grave.
Hoy, tras varias reformas legislativas, muchos juicios están a cargo de jueces de instancia superior (camaristas) y muchos otros a cargo de jurados populares. Ninguno tiene injerencia alguna sobre el trabajo inicial de los investigadores: los fiscales de instrucción.
En la Mendoza actual, Alberto Víctor Triep sería juzgado por un jurado popular integrado por 12 mendocinos al cierre de un juicio oral y público. Como muchos sospechosos de asesinato.
La lectura de archivos periodísticos, muchos aportados por los hijos del profesor Domínguez, y de otros documentos de época me provocaron una sorpresa nueva e indignante. El empleado legislativo condenado a 20 años de cárcel estuvo preso 6 años y 9 meses a contar desde que fue detenido.
Triep, nacido en Mendoza el 12 de abril de 1915, salió de la Penitenciaría de calle Boulogne Sur el lunes 23 de septiembre de 1957 a las 13.45, según los registros oficiales, porque la Justicia le concedió el beneficio de la libertad condicional mucho antes de lo que podía preveerse.
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La cárcel de Boulogne Sur Mer, donde el condenado Alberto Triep estuvo preso 6 de los 20 años que la Justicia le había impuesto por el crimen de Domínguez.
El responsable fue el interventor federal de Mendoza entre 1956 y 1958, Isidoro Busquets, quien le perdonó a Triep la mitad de la condena a 20 años de cárcel cuando firmó un decreto de indulto parcial, dando vía libre a la condicional y posterior salida.
Se lo permitía la Constitución provincial pero no estaba obligado a hacerlo. En 2008, Celso Jaque fue el último gobernador que rebajó una pena de prisión a un condenado en un juicio justo en los Tribunales.
¿Por qué fue asesinado el profesor Domínguez?
El silencio de Triep –ni siquiera declaró en el juicio- dejó vivo el misterio del móvil del asesinato del profesor Domínguez.
Ni siquiera la investigación del juez Quevedo Mendoza ayudó a determinar el móvil, aunque –sabido es- no es obligatorio que una pesquisa criminal deje al descubierto las motivaciones de quienes delinquen. Con las pruebas es suficiente. Si el por qué tiene respuesta, mejor aún. Mérito del investigador. Pero si no se devela, entonces gana la incertidumbre, parienta directísima de la impunidad.
Se descartaron motivaciones pasionales. Pero aquella historia dejó tela para cortar que nadie cortó: una pista nunca investigada, porque el juez Quevedo Mendoza consideró que había encontrado pruebas suficientes y contundentes para encarcelar y condenar a Triep.
- Testigos que lo vieron sacando el cadáver del vehículo de la UNCuyo en que ambos viajaron desde el centro y donde se produjo el crimen. Y entre matorrales pinchudos y escapando de la escena del crimen. Gente que lo asistió en Las Heras por “dolores de estómago” y una persona que lo llevó al centro: “Me dijo que iría urgente al Hospital Central pero se bajó en el camino para ir a su casa”.
- Que se cortó el bigote durante la tarde del crimen en su casa, cuando siempre había dejado la tarea de recortarlo en manos de un peluquero.
- Que la tierra hallada en la suela de los zapatos incautados era idéntica a la de El Challao.
- Que una menor de edad que atendía los quehaceres domésticos en la casa de Triep declaró ante el juez que lo vio llegar y encerrarse en la habitación sin almorzar, y que escuchó llorar a la esposa.
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En la escena del crimen del profesor Domínguez, en El Challao, se armó un monolito que sobrevivió durante varios años para evocar la tragedia.
¿Qué investigaba Domínguez y que hizo que lo mataran?
Triep fue condenado pero nunca se le encontraron restos de pólvora en su mano más hábil –la izquierda- como para atribuirle los disparos asesinos; tampoco se determinó si el traje oscuro incautado en su casa -y que vistió el día del crimen- estaba manchado con sangre de Domínguez o con vino, como alegó el defensor Marianetti al señalar que su cliente visitaba bodegas de amigos.
Curiosamente, la pista del crimen del profesor Domínguez que la Justicia desdeñó -incluso a pesar del reclamo del abogado de Triep de que se investigara- la sembró el propio Manuel Domínguez pocos días antes de ser ultimado.
Fue cuando les dijo a tres personas de confianza, vinculadas con el Hogar Universitario -por entonces situado en calle Rivadavia de Ciudad (hoy Comedor Universitario)-, una frase que fue registrada en el expediente judicial y reproducida en los diarios y durante el debate: “Ando detrás de algo muy sucio y muy grave. Es algo extraordinario. Cuando se conozca lo que estoy investigando, dentro de dos o tres días, Mendoza va a temblar entera”.
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El profesor Domínguez fue visto por última vez con vida en el Hogar Universitario, que funcionaba en Ciudad.
Aquella frase fue recordada por lo bajo durante la íntima despedida familiar en el Pasaje Corti 2 de Ciudad. Después, durante el paso del cortejo fúnebre por la Escuela Normal y más tarde en las exequias en el cementerio de Capital, donde Manuel Domínguez fue sepultado.
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La ceremonia de sepultura del profesor Domínguez en el cementerio de Capital.
El comentario del profesor a esas tres personas -¿o fue un aviso porque se sabía en peligro?- se completó así: “Ya tengo el hilo del asunto y en la fecha que les he dicho, va a explotar todo”. Para la fecha en cuestión, Domínguez ya había sido asesinado.
“El Grupo de los 17 conejos”
El matutino local Tiempo de Cuyo, dirigido por Raimundo Fares, se refirió, años después, al crimen del profesor Domínguez con la publicación de tres notas en tres días consecutivos.
La columna editorial “La Dolce Vita en Mendoza” -que apuntaba a sacudir cierta modorra social, el olvido y la impunidad- tituló: “¿Recuerda este asesinato?”, “Segunda parte - Caso Domínguez” y “Tercera parte - Caso Domínguez. Actos de una sociedad en descomposición”.
Allí se daba a conocer una hipótesis acerca del móvil del asesinato del profesor Domínguez: una trama de corrupción sexual que tenía por víctimas a alumnas del Normal. "El Grupo de los 17 conejos".
Tiempo de Cuyo se basó en el testimonio de un hombre que entregó una grabación en cinta abierta a directivos del diario.
De acuerdo a esa versión, el profesor Domínguez investigaba el funcionamiento de una red de trata con fines sexuales que se reunía periódicamente en la villa de Uspallata y que tenía como protagonistas directos y cómplices a personas de reconocida vida pública en ámbitos de la política y la educación.
Se hablaba de que las víctimas eran llevadas en taxi hasta la precordillera y desde allí cruzadas a Chile.
¿Era esa la investigación de la que habló Domínguez antes de ser asesinado? ¿Era esa la pista que incluso el abogado del condenado Triep pidió -sin éxito- que se abordara?
El profesor y el taquígrafo
¿Qué pudo haber unido al profesor Domínguez con su asesino como para que ambos se encontraran un sábado a la mañana y viajaran juntos, desde el centro hasta El Challao, en un vehículo de la UNCuyo, a la que la víctima representaba?
Una versión indicó, siempre dentro de la hipótesis del "Grupo de los 17 conejos", que Domínguez se había infiltrado en esa agrupación como para reunir elementos de prueba y denunciarla, con plazo prefijado, como anunció, pero que no llegó a concretar porque fue asesinado horas después.
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La tarjeta personal del profesor Domínguez como director de la Escuela Normal Mixta Tomás Godoy Cruz.
De Triep se supo, además, que al momento de ser detenido por el crimen estaba casado y era padre de dos varones de 5 y 7 años. El mayor se llamaba Alberto como él. El segundo hijo llevaba su segundo nombre.
Alberto Víctor Triep se radicó en Buenos Aires cuando se cumplió el plazo de 10 años de condena por el crimen.
Luego se instaló en Europa y volvió al país para pasar los últimos años de su vida. Vivió solo en un departamento de calle Montevideo de Capital Federal.
Murió el 1 de febrero de 1999 y sus restos fueron cremados en el cementerio de la Chacarita. Alguien retiró sus cenizas de la necrópolis al día siguiente. Tenía 83 años.