Tiempo atrás, construyó una maceta de cemento que parece un tronco y, tras perfeccionar la técnica, ya domina el proceso. “Pero ahora estoy enfocada en dejar mi casa linda”, aclara. También ha pintado varias obras en su barrio.
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La medianera hecha por Maia en falsas piedras. "Amo mi trabajo", dijo.
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Maia reconoce que el trabajo es pesado, pero igual le apasiona. Su sueño siempre fue tener su propia empresa, conformada exclusivamente por mujeres. “Sola es difícil, y el tema presupuestario siempre pone trabas”, señala.
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Maia (arriba, al centro) junto a sus padres, hermano y sobrinos. Es soltera y ama lo artesanal, por eso se volcó a la albañilería.
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En esta fecha especial, Maia destaca el rol de su madre, “una persona sumamente luchadora y que me ha criado con los mejores valores que puede tener un ser humano”.
Tiene 20 años y desde muy chica se interesó por la soldadura
Claribel, por su parte, divide su tiempo entre la danza y su amor por la soldadura.
“Este amorcito surgió cuando veía a mi papá con las máquinas de soldar. Él es electromecánico, y desde entonces me nació el deseo de probar sus herramientas, especialmente las que hacen destellos”, cuenta.
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Claribel es profesora de danzas, baila como los dioses y es soldadora. Una mujer completa.
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“Cuando era chica, cada vez que me acercaba, mi papá me decía que me tapara los ojos, que me diera vuelta, que me alejara. Pero a mí me encantaba, y al final terminó explicándome el procedimiento”, recuerda entre risas.
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"Mi hermana es más profesional que yo. Mi actividad como profesora de danzas no me permite dedicarme tanto a esto de soldar", dice Claribel.
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Por eso, cuando cumplió la mayoría de edad, no dudó en anotarse en un curso de soldadura en Beltrán.
“A mi familia no le quedó más remedio que apoyarme. Eso sí, me advirtieron sobre las consecuencias: que iba a ser duro, que mejor me quedara con la danza. Pero yo creo que ambas actividades pueden complementarse”, opina.
Desde los 10 años, Claribel baila y lo hace “como los dioses”. Se recibió de profesora y su academia está repleta de alumnas, lo que limita su tiempo.
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“Sin embargo, mi hermana mayor sí se dedicó de lleno a la soldadura, y es muy buena, muy profesional”, destaca.
Recuerda que, durante el curso, no todos sus compañeros la trataron como merecía. “No importa, igual lo aprendí y ahora hago puertas, ventanas, letras para souvenirs, maceteros. No terminé el curso, es una tarea pendiente. Claro que ahora sumé la facultad y no quiero distraerme”, explica.
Claribel habla de su hermana con admiración: “Ella sí se dedica en serio y ahora fabrica trofeos, algo que, hasta hace poco, parecía exclusivo de los hombres. Trabaja con mucha firmeza y determinación, y ya casi finaliza el curso. Se enganchó tanto con la soldadura que ahora también quiere aprender carpintería y electricidad”, concluye.