Las Historias de José

Los Amigos del Tibu, esa cofradía del Martín Zapata que nació en 1987 y sigue viva

El Darío se fue cuando tenían apenas 16 años. Así nació Los Amigos del Tibu, un grupo de ex compañeros de secundaria que pasaron los 50 y arman otra juntada, esta vez, "en el quincho del Guille"

Mendoza, 1987

El feriado largo por el lunes 12 de octubre estaba ahí, al alcance de la mano. El último recreo y la última materia del viernes 9 separaban a un puñado de estudiantes del cuarto año de la Escuela de Comercio Martín Zapata de un sábado, un domingo y un lunes totalmente libres.

Y para esos pibes de 16, todos varones -por la mañana sólo cursábamos varones- ese finde largo inminente era algo así como la gloria. Sin embargo, aquel viernes por la noche, pasó algo que marcó sus vidas para siempre.

"El Darío se cayó de la bicicleta y se golpeó la cabeza. Está grave", avisó uno de los pibes por teléfono fijo -celulares, ni en sueños- y la mala nueva corrió por las casas de Ciudad, Guaymallén, Godoy Cruz y alrededores hasta llegar a los oídos del Guille, del Gonzalo, del Diago, del Papa, del Conrado, del Chelo, de los mellizos Carlitos y Oscar, del Chizito, del Dequi y otros tantos. A mí me habían apodado El Preceptor porque usaba sacos grises.

Del impacto inicial a la desolación sin escalas en menos de 24 horas: el Darío falleció el sábado 10 a la tardecita. Tenía 16 como todos nosotros y le decíamos Tiburón por su sonrisa de dientes grandes y salidos. Era hijo de un famoso arquitecto mendocino.

Aquel sábado de 1987 y contra todos los pronósticos, lejos de estar con nuestras amigas y/o novias o en otros planes, empezábamos a despedirnos del Tibu, uno de los nuestros, con el apoyo y la contención del Pocho Ontivero, joven contador y profesor nuestro. Y curiosamente, cosas de la vida y de la muerte, aquel fin de semana largo comenzó a gestarse una cofradía que siguió y sigue reuniéndose cada tanto: Los Amigos del Tibu.

Al domingo lo surfeamos como pudimos entre recuerdos y helados del Chelo y -porqué no decirlo- tristeza a flor de piel. Lo jodido fue el regreso al aula el martes 13 cuando todos y cada uno de nosotros fue ocupando su asiento. Casi todos. Ahí empezamos a sentir la ausencia del Tibu refrescada cada vez que mirábamos su asiento vacío de él y de su sonrisa de dientes grandes y salidos.

Egresamos en 1989. Atrás habían quedado las "Fiestas de la Bufanda" con baile incluido, en el Comedor de la UNCuyo, para reunir plata para viajar. No todos viajaron pero esa distancia jamás afectó al vínculo, como tampoco la decisión de algunos de cambiar de colegio para no cursar el sexto año y recibirse antes.

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La Escuela de Comercio Martín Zapata, en Ciudad, donde se formaron varias generaciones de mendocinos.

La Escuela de Comercio Martín Zapata, en Ciudad, donde se formaron varias generaciones de mendocinos.

Los Amigos del Tibu hoy, casi 40 años después

Los integrantes de la cofradía "Los Amigos del Tibu" siguen unidos. Desde hace años gracias al grupo de Whatsapp creado por el otro Chelo en 2016 y a las periódicas reuniones gastronómicas en lo del Guille, que hoy es contador, o de su inseparable amigo Fabián, también profesional, o del Carlitos, entre otros anfitriones de luxe.

Ha pasado el tiempo y muchas cosas cambiaron. Al Tibu lo siguieron, ya siendo hombres y padres de familia, primero El Oscarcito y después El Chivo.

El Chizo -se mudó a Chile hace una pila de años y El Diago se radicó en Bahía Blanca y hasta hace unos días nos estuvo contando de la terrible inundación y sus consecuencias.

El Papa, orgulloso padre de un muchacho que es remero del Club Mendoza de Regatas, siempre ha sido el enlace, el que pone el combustible para que la llama siga viva, el que avisa del cumple de tal o cual y el que, cada tanto, plantea: "Señores... ¿hay juntada?".

La vida va también para los integrantes de aquella cofradía. Algunos asados también incluyen jacuzzi con espuma de champú barato, charlas acerca de nuestros hijos y laburos y expectativas, mientras los destacados cocineros del equipo se lucen y los especialistas en las bebidas recomiendan uno que otro brebaje espiritual, entre juegos de cartas y puchos humeantes.

Aquellos pibes de 1987 hoy son profesionales, emprendedores; laburantes todos. A algunos les va mejor que a otros pero a la hora del encuentro no hay distingos. Algunos se dedican a los negocios y otros, como quien suscribe, nos dedicamos al periodismo y a la escritura de ficción y a la radio. Hay casados, separados, divorciados y por lo menos un solterón. A algunos les perdimos el rastro. La vida misma.

Acaba de escribir El Papa y dando inicio a la ceremonia de los preparativos inaugura la lista para el cónclave del sábado 26. "El Guille pone el quincho", avisa; "Vayan anotándose, señores", propone. Y la nómina crece; y a algunos remolones habrá que insistirles.

Desde Chile, El Chizo escribió que viene; también El Caño, que vive en San Rafael. Se anota El Gustavo -hombre de fe como pocos- y ya somos 9. Parece que Conrado, El Teque y El Gato también estarán. ¿Llevará helados El Chelo? ¿Irá uno de los Rodrigos o andará trepando cerros por ahí?

Como cada vez, hablaremos de todo un poco: del River-Boca del día siguiente, del costo de vida y de una que otra profesora de aquellas épocas a las que algunos encuentran en la calle y les sacan fotos que rigurosamente suben al grupo. Y de la Justicia, y del dólar y de todo lo que se amerite ser tratado. Y, estoy seguro, alguno evocará las sincolas de los miércoles y de los faltazos colectivos a Química.

Habrá fotos y videos; capturas de momentos únicos. Abrazos y miradas profundas y también temas que nos preocupan.

Dicen que El Tibu va a estar con nosotros el sábado 26.

Ni lo duden, porque El Tibu siempre está, como desde aquel finde largo de 1987 que marcó a fuego nuestras vidas.

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