El estudio realizado por la Universidad de Cambridge, ha concluido que el uso de las llamadas malas palabras tiene importantes ventajas en el cerebro y en la gestión de las emociones. Usar malas palabras refleja una personalidad más espontánea, sincera y con menor tendencia a la mentira.
Normalmente las personas que utilizan malas palabras suelen tildarse de groseras y desubicadas. Sin embargo, utilizar términos grotescos y culturalmente ''malos'' puede tener una connotación positiva.
Un estudio científico realizado por un equipo de investigadores de Reino Unido, Estados Unidos, Países Bajos y Hong Kong, publicado en la revista Social and Personality Science; demostró que las personas que utilizan groserías en ciertas situaciones suelen ser más honestas, por lo tanto tienen menos posibilidades de ser asociadas a la mentira.
En palabras del psicólogo David Stillwell, el uso de palabrotas suele ser inapropiado, pero puede ser también una prueba de que alguien te está diciendo su sincera opinión. Esto se debe a que es una respuesta más impulsiva y sin filtros del lenguaje.
La investigación realizada por la Universidad de Cambridge destaca que el uso de malas palabras recurrente puede fortalecer vínculos sociales. Por ejemplo, en grupos de amigos, familia o trabajo, las palabrotas en su justa medida son un símbolo de unión y confianza.
Los investigadores mencionan que el contexto en el que las personas utilizan malas palabras es muy importante. Hay espacios en los que es mejor no utilizar malas palabras. Además, muchas personas pueden tomar esta conducta como una falta de respeto.
Otra ventaja, no menos importante, es el beneficio que el uso de malas palabras representa en la salud. Descargar el enojo, frustración o ira, largando palabrotas al aire, puede ser un mecanismo muy efectivo. Siempre dependiendo de la situación y el contexto, las malas palabras pueden producir las siguientes ventajas en la salud: