Lo fácil sería apelar a la ironía. A un tono zumbón y pretendidamente racional que se burlara de que este viernes y sábado miles de personas se reunieron en el Parque San Martín porque pensaban que Dios iba a estar ahí. Pero eso sería perderse lo esencial. Porque no es un giro retórico: muchos de los que fueron a escuchar al pastor evangélico Andrés Palau creen que en ese mix de oraciones, canciones y sanguchitos que se multiplicaron por el Prado Gaucho anduvo Jesucristo haciendo de las suyas.

¿Cómo es posible? Este cronista llegó al lugar en busca de respuestas y para ver si, de yapa, recuperaba una pizca de fe.

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Multitudes. Así se veía el Prado Gaucho a poco de iniciado el Festival Palau.

Multitudes. Así se veía el Prado Gaucho a poco de iniciado el Festival Palau.

A las 19 del viernes, ya se congregaban multitudes y la música se oía desde el Club Regatas. La organización era puntillosa: puestos de hidratación, un stand para llevar a los chicos que se perdieran, un escuadrón de "servidores" (sic) dispuestos a orientarte y cientos de "amigos del festival" con chalecos anaranjados y biblias en las manos.

Familias completas se arrellanaban con sus dos o tres generaciones dialogando entre reposeras, bizcochuelos caseros, mate y algunos mosquitos que no discriminaban entre fieles y herejes.

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Cientos de

Cientos de "servidores" estaban ahí para colaborar con el evento. Algunas iglesias venían preparándose desde hace meses.

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Miles de personas fueron a

Miles de personas fueron a "encontrarse con Cristo".

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Familias enteras se arrellanaban sobre el césped.

Familias enteras se arrellanaban sobre el césped.

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Empoderados

Los pastores Alejandro Araya (47) y Mariela Lucero (48) eran de los que iban con los chalecos naranja y portaban biblias. "Predicamos en Zona Este y hace 6 meses que nos venimos preparando para el festival, al igual que alrededor de 300 iglesias de Mendoza", contó él.

¿Cómo se explica semejante capacidad de convocatoria del movimiento evangélico? Mariela aventuró: "La iglesia es una clínica del alma. Quien llega perdido o sin esperanza encuentra ahí que puede tener poder, el poder de Dios. Quizá hizo terapias psicológicas o fue al médico: esos profesionales te dan herramientas. Pero para cambiar tu vida en serio precisás ese poder".

En un país con más de la mitad de la población pobre, con un individualismo desatado y una epidemia galopante de problemas mentales, la fe ofrece una estructura que protege de la volatilidad posmoderna; un vocabulario y un conjunto de sensibilidades que ayudan a no ahogarse en la angustia.

Alejandro argumentó: "Muchas veces, la gente acude a la iglesia como último paso. Lo ha probado todo antes, desde curanderos hasta drogas. Y al llegar es gente rota. Lo primero que hacemos es escucharlos. Lo segundo, decirles que esto no es una religión sino una relación, una relación con Cristo, alguien que nunca los va a abandonar".

Un poco más allá, Nely González -empleada de comercio, 57 años- tomaba mate mientras su hija escuchaba las canciones y una amiga mantenía los brazos elevados, las manos bien abiertas y los ojos cerrados con éxtasis. Desde luego, la suya es una historia individual y no tiene por qué representar la del resto. Pero no deja de ser fascinante para el análisis.

"Soy católica no practicante -explicó Nely-; leo la Biblia y voy donde esté la palabra de Dios. Jesús dijo que él está donde nos juntemos dos o más cristianos, así que aquí estamos".

-Vos decís que leés La Biblia, ¿cuándo empezaste?

-Mi madre murió cuando yo tenía 6 años y mi padre cuando tenía 16. Un golpe en la infancia y otro en la adolescencia. Eso hizo que me acercara a Cristo, que me protegió de todo lo que podría haberme pasado. Porque estar sin mis padres representaba riesgos, una chica en el mundo sin mucha ayuda, con todo lo que puede pasarle...

-¿Y qué pensás del Papa?

-Es un pastor más. Como muchos, no está logrando los cambios que le hacen falta a la Humanidad.

-¿Y de Milei?

-Mirá: mi padre era peronista, pero yo me cansé. Y eso que fui cristinista alguna vez, ojo. Igual cuando lo escuché a Milei y oí que él no hablaba como los políticos y se enojaba tanto como yo, conversé con mi familia y propuse que fuéramos todos fiscales de mesa para bancarlo. Así lo hicimos. Todos fuimos fiscales de Milei en las últimas elecciones.

Vale la pena insistir: lo que dice Nely no tiene por qué representar lo que le ocurre al resto de los evangélicos. Sin embargo invita a sospechar que una parte enorme de las clases populares que antes hallaba contención en el peronismo hoy está en otra. Se mudó espiritualmente a un barrio donde la religión, las ideas político/económicas y hasta el arte son interpretados de forma nueva.

Es más: si algo quedará claro cuando suba Palau al escenario es que lo que él propone se proyecta más allá de una mera creencia. Es todo un sistema de vínculos y sensibilidades. Una mística que, en otro tiempo, se asoció a espacios políticos que hoy andan sin brújula.

En efecto, las potentes imágenes que consiguió sobre el terreno el fotógrafo de Diario UNO Nicolás "Toti" Rios recuerdan a las que obtuvo Sara Facio en los años '70. Es el mismo sujeto social, aunque en otro contexto y con otra perspectiva del mundo.

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El fervor de los fieles que fueron a escuchar a Palau en el Parque San Martín.

El fervor de los fieles que fueron a escuchar a Palau en el Parque San Martín.

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Una foto que tomó Sara Facio a principios de los '70. En el siglo XXI, los mismos sectores sociales siguen movilizados, pero con otras modulaciones.

Una foto que tomó Sara Facio a principios de los '70. En el siglo XXI, los mismos sectores sociales siguen movilizados, pero con otras modulaciones.

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¿Qué votarán estas miles de personas? ¿Qué visión tendrán de la política y la sociedad?

¿Qué votarán estas miles de personas? ¿Qué visión tendrán de la política y la sociedad?

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Las iglesias no sólo proponen una fe, sino también una perspectiva del mundo, una sensibilidad y una forma de vincularse.

Las iglesias no sólo proponen una fe, sino también una perspectiva del mundo, una sensibilidad y una forma de vincularse.

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Deja que Dios entre a tu vida

Andrés Palau, hijo del famoso predicador Luis Palau, salió cuando el Prado Gaucho ya estaba colmado y pululaban entre la multitud los vendedores de gaseosas y copitos de azúcar.

En los días anteriores, tanto él como su esposa Wendy estuvieron por cárceles y despachos de políticos y empresarios de Mendoza.

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La multitud que esperaba al estadounidense Andrés Palau.

La multitud que esperaba al estadounidense Andrés Palau.

"Lindo noche" (sic), soltó Andrés con su fuerte acento de Oregon (EE.UU.) antes de iniciar su discurso. Luego pasó al inglés mientras un traductor lo acompañaba. Camisa negra, pantalón negro, Palau fue administrando palabras y pausas en un crescendo cuyo punto más alto fue justamente un momento en el que guardó silencio para que Cristo "entrara en los corazones" que lo esperaban.

A juzgar por los énfasis de Palau, parece que entre los que buscan a Dios hay mucha gente que padece alguna enfermedad o siente culpas.

"Ves mi necesidad, oh Dios, y clamo a ti por curación y restauración. Por paz en mi mente y por recuperarme del dolor (...) Venimos a tu trono como nos has invitado (...)", oró el predicador, antes de subrayar que los dones divinos no se acaban ahí, sino que incluyen en "una vida abundante".

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Andrés Palau prometió que quienes reciban a Jesús en sus corazones tendrán

Andrés Palau prometió que quienes reciban a Jesús en sus corazones tendrán "una vida de abundancia".

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Palau repasó su biografía. Recordó que antes fue un bardo, que le daba a la fiesta de lunes y lunes y que en el medio fumaba porro y tomaba como un cosaco, mientras su padre -también predicador- hacía lo posible por recuperarlo.

"Hasta que una vez, a mis 27 años, me invitó a un festival que hacían en Jamaica. Y me dije 'buenísimo, voy a una isla de sol, Bob Marley...'". Para resumir: en ese festival Andrés empezó a convertirse y nació el pastor que es hoy. Ese es su "testimonio".

El final fue una instancia en la que quienes habían ido a buscar a Dios lo encontraron. No volaba una mosca mientras Palau arengaba:

"Padre del cielo, te amo. Creo en ti. Y te recibo ahora (...). Estoy tan arrepentido pero tan agradecido. Gracias por perdonarme. Te recibo, lléname con tu espíritu santo. Necesito ese poder. No lo he tenido antes. Gracias por entrar en mi vida. Toma el control. Quiero que mi mente sea gobernada por tu espíritu para tener paz y vida. Gracias por el cielo, padre. Nunca temeré a la muerte otra vez, porque cuando muera o cuando vengas otra vez me llevarás donde tú estás. Hasta entonces, muéstrame qué hacer. Quiero conocer mi propósito y ubicar mi identidad en ti. Y les diré a todos lo que has hecho. En el nombre de Jesús. Amén (...)".

Y remató: "Esta noche, si has hecho esta oración y sientes que fue real, levanta la mano".

Hasta el fondo del prado se veían manitos levantadas. Y ahí los "amigos" de chaleco naranja se acercaron para regalarles un Nuevo Testamento a los que seguían con el brazo en alto. Antes, rezaban junto a los interesados, abordándolos individualmente, uno por uno, prestándoles genuina atención.

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"Levanta la mano si sientes que tu oración fue real", arengó Palau. Hasta el fondo del prado se veían brazos en alto.

Para terminar, una escena cuyo significado deberá descifrar cada uno. El periodista escuchó a una mujer dialogar a los gritos con otros fieles. Era una mujer muda y no obstante algo decía, porque los que estaban alrededor le respondían con naturalidad y sonrisas. La muda hablaba, pues. Y el milagro no surgía de que vocalizara perfectamente, sino de que los que la rodeaban querían comprenderla.