Historias de vida

Héroes invisibles que salvan vidas en la terapia intensiva del Hospital Central

Cómo enfrenta un equipo de médicos y enfermeros del Hospital Central la misión de salvar vidas en terapia intensiva

Son las tres de la madrugada, y el silencio en el pasillo de la terapia intensiva del Hospital Central de Mendoza contrasta con el cúmulo de emociones que se vive en la sala. Frente a la cama de un paciente crítico, joven y deportista, la doctora Claudia López y la enfermera Graciela Tello se miran, conscientes de que quedan segundos para que esa vida que pende de un hilo se recupere o se apague. Cada latido es una señal que interpretan con precisión y empatía. En este lugar, los “salvadores”—como suelen llamarlos— luchan no sólo contra la muerte, sino también contra la desesperanza que a veces también a ellos los invade.

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La doctora Claudia López, jefa de terapia intensiva del Central. "No siempre se cumple que mientras hay vida hay esperanza", dijo.

La doctora Claudia López, jefa de terapia intensiva del Central. "No siempre se cumple que mientras hay vida hay esperanza", dijo.

Ellas dos, al frente de la primera línea, no sólo son médica y enfermera. Son guardianas del último suspiro de quienes llegan buscando una segunda oportunidad en este hospital de referencia donde confluye la alta complejidad de una vasta región. Ese desafío extremo, de tratamientos invasivos y monitores que reflejan el estado de cada paciente segundo a segundo, fue lo que llevó a Claudia y a Graciela a dedicarse a un servicio que no es para cualquiera.

“No existen días de mayores riesgos ni épocas más complicadas que otras. Un accidente no se anticipa”, advierte Claudia, sin quitar la vista del monitor. Claro que en determinadas ocasiones el sector está más alerta. Uno de los ejemplos más recientes fue cuando Argentina ganó el Mundial de Fútbol y los pacientes “desfilaban”.

Podrían enumerar miles de episodios que han marcado sus carreras porque cada paciente—y sus familias—representa una historia en sí misma. Sin embargo, algunos casos han tenido mayor visibilidad, como el de Giuliana Lucoski, quien llegó al Central en paro cardíaco tras un accidente en moto en 2022. “Prácticamente muerta”, recuerda Graciela. En el servicio, la Reina de la Vendimia 2016 fue reanimada y estabilizada, aunque permaneció debatiéndose entre la vida y la muerte durante 42 días.

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El dibujo de un niño como regalo al equipo de la UTI. "Gracias por cuidar a mi mamá".

El dibujo de un niño como regalo al equipo de la UTI. "Gracias por cuidar a mi mamá".

Giuliana, hoy recuperada y mamá de un hijo, fue una de las tantas pacientes que, un año después, volvió a saludar, uno por uno, a cada integrante del equipo que salvó su vida. “Es algo que suele ocurrir y nos llena de alegría”, dice la doctora López, aunque advierte que no todos los enfermos, pese a los intentos “titánicos”, corren la misma suerte.

“Seguimos un protocolo y hacemos todo lo que está a nuestro alcance, pero muchas veces sabemos que el paciente fallece. Tal vez lo más duro es preparar a la familia, ya que no todas lo entienden”, sostiene.

La guardia recibe, sobre todo, politraumatismos por incidentes viales y heridas de arma blanca o de fuego, provenientes de riñas y peleas. En ese contexto, los traumas hepáticos severos tienen una mortalidad altísima pese a transfusiones, cirugías y monitoreos constantes.

“Hay casos excepcionales, como sucedió hace poco con un adolescente que parecía desahuciado. Había opiniones encontradas dentro del servicio, y yo me resistía a pensar que moriría”, recuerda.

Se trataba de un joven que cruzó la Avenida de Acceso y fue atropellado, sufriendo un trauma de tórax severo y distrés respiratorio, seguido de una neumonía necrotizante muy grave. “Siempre involucionaba”, evoca.

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Un paciente crítico y el monitoreo permanente en la UTI del Central.

Un paciente crítico y el monitoreo permanente en la UTI del Central.

“Probamos todas las alternativas, incluso 18 ciclos de decúbito prono, es decir, boca abajo. Y nada. Su estado no era compatible ni siquiera para ingresar al quirófano”, continúa.

Algunos médicos sostenían que se había alcanzado el límite de lo que podían hacer, considerando la falta de avances, pero Claudia apostaba a una mejoría. “Fue una satisfacción enorme verlo salir de alta. Salió con secuelas, incluso con traqueotomía, pero hoy lleva una vida normal”, señala.

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La pandemia de Covid-19 fue “un antes y un después” para ellas y para el servicio. Desde entonces, se edificó una nueva guardia y se amplió el sector, que hoy cuenta con 32 unidades: 24 para pacientes agudos y ocho para crónicos. En este flamante sector de esa mole ubicada en la esquina de Alem y Salta de Ciudad, muchos se acercan recuperados a saludar y agradecer. Pero para otros, revivir ese mundo no es fácil.

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El desafío de un paciente de alta complejidad llevó a la doctora Claudia López a la terapia intensiva. "Siempre me gustó este servicio", señaló.

El desafío de un paciente de alta complejidad llevó a la doctora Claudia López a la terapia intensiva. "Siempre me gustó este servicio", señaló.

“Se generan vínculos entrañables. Guardo con mucho amor un dibujo de un niño agradecido por haber cuidado a su mamá, que pese a todos los esfuerzos no lográbamos sacar adelante”, rememora.

—Claudia, ¿mientras hay vida, hay esperanza?

No siempre, y depende de cada patología.

Una vida entre monitores

A Graciela, licenciada en Enfermería y jefa de la UTI del Central, le quedan dos años para su merecida jubilación. Empezó a los 20 con una vocación que conserva intacta. De otro modo, sin vocación, dice, esto “no se aguanta”.

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Graciela Tello y la sonrisa típica que se le dibuja cuando las cosas salen bien.

Graciela Tello y la sonrisa típica que se le dibuja cuando las cosas salen bien.

Acá no hay ricos ni pobres, todos son iguales y nosotros, primero, somos seres humanos que recibimos a personas. Muchas veces puede parecer ingrato, y nos suelen responsabilizar cuando las cosas no salen, pero puedo asegurar que nuestra premisa es que el paciente se sane”, reflexiona.

Tras un breve paso por el Hospital Naval de Buenos Aires, regresó a Mendoza y veía al Central como un sueño inalcanzable. “Un día traje mi CV y dos semanas después me llamaron. No tenía experiencia en terapia intensiva y me encantó”, evoca.

Aunque la enfermería abarca un rango amplio, Graciela se siente atraída por la complejidad. “Tenemos los cinco sentidos puestos en el paciente, y es tan satisfactorio cuando evolucionan que no se puede expresar con palabras”, confiesa.

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"En este servicio no hay ricos ni pobres, todos son iguales", dijo la enfermera Tello. Lleva 26 años en la terapia.

"En este servicio no hay ricos ni pobres, todos son iguales", dijo la enfermera Tello. Lleva 26 años en la terapia.

“No tengo hijos, pero cuando un enfermo es joven la angustia aumenta. Al mismo tiempo necesitamos una coraza porque hay que seguir, y el profesionalismo manda”, expone.

“Muchos casos nos tocan de cerca y lloramos. Algunas chicas que empezaron no pudieron seguir en este sector, y es comprensible. No cualquiera lo soporta”, comenta.

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Giuliana Lucoski un año después de su alta acudió a la UTI del Central a saludar y agradecer.

Giuliana Lucoski un año después de su alta acudió a la UTI del Central a saludar y agradecer.

Sin embargo, ella prefiere enfocarse en lo bueno: “Hay pacientes que cuando llegan a saludarnos no los reconocemos. Es una alegría, como sucedió con Giuliana, que fue un caso muy visible”, agrega.

Claudia y Graciela coinciden en que el trabajo en equipo puede determinar que un paciente se recupere o no. “El médico da las indicaciones y las enfermeras deben cumplir. Todos somos conscientes de que los enfermos de terapia son muy dependientes”, sostiene Claudia.

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La nueva terapia de la "mole" de Alem y Salta tiene capacidad para 32 pacientes, 24 agudos y ocho crónicos.

La nueva terapia de la "mole" de Alem y Salta tiene capacidad para 32 pacientes, 24 agudos y ocho crónicos.

La presencia de las familias junto a cada persona en riesgo de vida puede ser clave en su evolución, concluyen ambas profesionales.

El agradecimiento eterno a un servicio que lo dio todo

Yuma Félix, de 35 años, es médico traumatólogo y perteneció al plantel del Hospital Central. Un terrible accidente sufrido el 22 de enero de 2023 en Valle Grande, San Rafael, lo puso en el lugar de paciente crítico. Hoy cuenta la historia.

Se encontraba cerca del Club de Pescadores cuando fue embestido por un vehículo sin el cambio puesto ni el freno de mano. Félix intentó frenar el auto, pero fue arrastrado y golpeado gravemente en el pecho.

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Yuma Félix (derecha), con un amigo.

Yuma Félix (derecha), con un amigo.

“Gracias a Dios no perdí la conciencia. Llegó mi novia, se acercó un bombero para controlar la hemorragia, y me di cuenta de la gravedad. Traté de controlarme hasta llegar al hospital Schestakow, aunque el enfermero que llegó con la ambulancia era principiante y jamás había puesto una vía; tuve que poner todos mis sentidos aún en esas condiciones”, recuerda.

Camino al hospital, habló con dos colegas y alcanzó a explicarles lo sucedido. “Al llegar me estaban esperando. Les pedí que no me durmieran, pero me dijeron que era imposible no hacerlo”, relata. Se despertó 84 días después en la terapia intensiva del Hospital Central, con una incisión en el pecho de lado a lado y varios alambres.

“En el Central pasé por todos los tratamientos y sufrí neumonía en tres oportunidades. Era un paciente al borde de la muerte, y el equipo se la jugó entero para salvarme la vida. Nunca bajó los brazos”, rememora.

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La labor de la UTI del Central, del excelencia, es reconocida en todo el país.

La labor de la UTI del Central, del excelencia, es reconocida en todo el país.

Félix, según le contaron más tarde, había entrado en una meseta de la que no lograba salir. “El jefe de guardia, que es mi amigo y mi hermano de la vida, notó que algo andaba mal. Llamó a un especialista de otro hospital, lo convenció para que fuera a verme y siguieron el tratamiento que propuso. Me dializaron 10 horas por día, y el riñón, que estaba comprometido, comenzó a funcionar. De a poco fui saliendo”, detalla.

En el proceso, perdió 30 kilos y salió del Central con traqueotomía y muy debilitado para comenzar la rehabilitación en la Clínica San Andrés, donde permaneció otros 40 días. “El Central tiene un equipo interdisciplinario que trabaja de manera impecable. La labor es para aplaudir, estaré agradecido toda la eternidad. Ese equipo me salvó la vida”, concluye.