Ola de calor

Helados de Sidra o Roquefort: el abuelo que creó sabores para sus 7 nietos y otras historias congeladas

Desde helados de Fernet, Palta o Palito de la Selva hasta sabores creados en honor a familiares, las heladerías mendocinas guardan historias entrañables.

Un sabor de helado con el nombre de cada uno de sus siete nietos; gustos tan extraños como Fernet, Palito de la Selva, Roquefort o Sidra; clientes que notan hasta el más mínimo cambio en una receta o que llegan, religiosamente, el mismo día y a la misma hora. El verano y, en especial, la ola de calor, traen consigo innumerables anécdotas dentro de las heladerías mendocinas.

Rodrigo Briffi, tercera generación al frente de Helados Ceferino, en San José, Guaymallén, rompió con los esquemas tradicionales de su abuelo y se animó a incorporar sabores impensados años atrás: Campari, Mojito, Palta.

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Helado de Campari, una innovación. Luego se fueron incorporando otros aún más raros.

Helado de Campari, una innovación. Luego se fueron incorporando otros aún más raros.

“Tienen una gran salida y cada uno su clientela. Una señora es fanática del helado de Roquefort y se lleva un kilo por semana para acompañar el pionono que siempre tiene en el freezer y combina con pimiento”, cuenta Rodrigo, quien no olvida a "El Gringo", su padre fallecido, aquel que comenzó vendiendo helado con su motocarga en la feria. “Un día me encontró un cliente y me dijo que, con su muerte, parte de su infancia se había terminado”, recuerda con emoción.

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"Suelo cerrar la heladería a las 6 de la mañana, porque me quedo fabricando para el día siguiente", dijo Rodrigo Briffi, que tiene su local en San José.

Los clientes suelen ser exigentes y apegados a las tradiciones. Rodrigo admite que los cambios no siempre son bien recibidos. “Mi encargado de marketing me aconseja ir de a poco, porque hasta una modificación en la estética puede no gustar. Y ni hablar si cambio la marca del chocolate: los fanáticos lo detectan enseguida”, dice.

En esta temporada alta de helados, Rodrigo tiene un horario especial: aunque cierra pasada la medianoche, alrededor de las 2 de la madrugada, suele permanecer hasta las 6 fabricando los sabores para el día siguiente. "Un sacrificio que vale la pena", admite.

Sabores con nombre propio: “Giuliana, Martina, Clementina…”

En Villa Nueva, Guaymallén, Humberto Italiani fundó su heladería hace 40 años. A lo largo del tiempo acumuló incontables historias, pero nada le genera mayor satisfacción que ver pasar generaciones enteras por su reconocido local de Arenales y Bandera de los Andes.

Como buen descendiente de italianos, Humberto es un fanático de la familia. Y en especial de sus siete nietos, a quienes les dedicó un sabor de helado a cada uno.

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Humberto Italiani tiene 74 años y fundó la heladería hace 40. Con cada uno de sus nietos creó un sabor diferente.

Humberto Italiani tiene 74 años y fundó la heladería hace 40. Con cada uno de sus nietos creó un sabor diferente.

“Bernardita es la mayor y para ella hicimos una crema especial con trocitos de maracuyá y crocante”, cuenta con la emoción propia de un abuelo. Cuando nació Piero, su único nieto varón, creó el sabor "A lo Piero", un chocolate con salsa irlandesa y pedacitos de almendra. Luego llegaron Antonia, con una crema de duraznos; Giuliana, de coco; Rufina, de chocolate con naranja y brownie; Martina, de maracuyá y mango de estación; y finalmente Clementina, con frutilla y galletitas Oreo, porque es lo que más le gusta. “Cada gusto tiene algo de la personalidad de mis nietos”, asegura Humberto con orgullo.

Los tiempos cambiaron y la inseguridad obligó a modificar costumbres. “Antes cerrábamos a las 4 de la mañana. Ahora hay que tomar ciertos recaudos”, reconoce. Hoy, la heladería está en manos de sus dos hijos varones. Humberto, en cambio, prefiere ir de noche, disfrutar de una charla con amigos y agradecer la fidelidad de los clientes de toda la vida.

Rufina, la clienta que se volvió amiga

En Innamorato, del barrio Dalvian, los empleados también atesoran historias entrañables. Una de ellas es la de Rufina, una pequeña clienta que, con el tiempo, se volvió una amiga más.

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En Innamorato de Dalvian esperan a Rufina casi todos los días.

En Innamorato de Dalvian esperan a Rufina casi todos los días.

“Sabemos cuál es su sabor favorito y, además, nos toma fotos”, cuenta Lucía, empleada del local.

Claro que hay clientes aún más exigentes, como una vecina que solo acude si hay dulce de leche. Y lo deja bien en claro: “Es el único sabor que me gusta. Al punto de que, en un local del centro, tiempo atrás tuvieron que devolverme el dinero porque se habían quedado sin mi helado favorito”, relata entre risas.

Lo cierto es que las heladerías mendocinas, además de ser un lugar para refrescarse en el verano, son sitios donde se siguen construyendo historias entrañables.