Preocupación de referentes

Fentanilo, tusi y porro contaminado, las drogas que alertan en Mendoza

Están presentes en todos los estratos sociales. Las drogas nuevas van más rápido que los controles. ¿Se verán zombies en Mendoza?

Son gatilladores de la agresión. Con esas palabras, el médico Sergio Saracco, presidente de la Asociación Toxicológica Argentina, describe el efecto que causan drogas nuevas, sintéticas, que pisan fuerte en Mendoza. La cocaína rosa o tusi, y los cannabinoides abarcan día a día más espacio. El fentanilo ya hizo encender el sistema de alerta. En los barrios, el porro contaminado es la gran preocupación.

“Hay un amesetamiento del consumo de drogas clásicas y un crecimiento de las de diseño, de las que se hacen en laboratorio”, cuenta Saracco, también líder del Departamento de Toxicología de Mendoza.

¿Por qué se da? Porque es más fácil venderlas y vienen en diversos formatos; porque no dependen del cambio climático; y porque es más fácil cruzar las fronteras: los mecanismos de control no llegan a avanzar al ritmo que lo hacen las drogas. “Ni los perros las detectan”.

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El tusi o la cocaína rosa, una de las drogas nuevas por las que ya hay causas en la Justicia Federal de Mendoza.

El tusi o la cocaína rosa, una de las drogas nuevas por las que ya hay causas en la Justicia Federal de Mendoza.

¿Y qué más? “Porque nuestras cabezas hoy están adiestradas (bombardeadas por publicidades y redes) a buscar soluciones mágicas, a lo rápido, a lo inmediato. Te duele la cabeza, te tomás un ibuprofeno; tenés arrugas, tomás un mes de colágeno. Con la droga de consumo pasa lo mismo: y eso es porque nos van entrenando a consumir para lograr efectos rápidos”, explica el especialista con mucha docencia. “Nos entrenan para consumir pastillas y polvos”.

Suena fuerte, pero tiene razón.

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Euforia, psicosis y deseos de matar

La guerra contra las drogas centrada en la sustancia está perdida. “Para prevenir hay que atacar por el sujeto: conocer qué es lo que lo hace más o menos vulnerable”.

Las drogas –explica Saracco- actúan sobre neurotransmisores y ocasionan cambios y distintos efectos como el placer, el bienestar. Pero una cosa es que la persona que lo busca se encuentre estable en su vida, y entonces toma la droga como podría tomar una copa de vino. Y otra cosa es cuando la droga se topa con una persona vulnerable psicológica, afectiva y socialmente.

“En esos casos, la droga lo que hace es ayudar a mitigar un padecer. Y eso es un problema mayor porque el sujeto empieza a buscar la estimulación en forma desmedida generándose una dependencia”, dice el médico del Lencinas.

En ese camino, esa dependencia puede transformarse en adicción y entonces ya la droga pasa a dominar todas las esferas del adicto y de su entorno.

“La peor consecuencia, además de la enfermedad, es que el que consume empieza a problematizar la familia. No solamente se roba lo de la propia casa, sino también empieza a haber un chantaje insoportable para el sano”, relatan en el anonimato a Diario UNO desde uno de los barrios más difíciles de Godoy Cruz.

Allí, el que hace más complicada la situación hasta volverse invivible es el hacinamiento.

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La venta de drogas está activa las 24 horas, pero a las 18 es la

La venta de drogas está activa las 24 horas, pero a las 18 es la "hora pico" del barrio.

Entre las nuevas sustancias psicoactivas (NSP) encontramos a las catinonas y a las fenetilaminas. Las primeras, conocidas como sales de baño, son una droga de diseño que imita los efectos de las sustancias clásicas y puede disparar psicosis con mayor rapidez.

Pueden provocar sentimientos de euforia, un aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial; y tienen efectos alucinatorios.

A los hospitales de Mendoza han llegado pacientes en brote. “No podíamos agarrarlo ni entre cinco personas”, recuerda Saracco sobre un caso en particular.

Cuando hablamos de fenetilaminas hablamos, por ejemplo, del tusi, llamado también cocaína rosa, que no es cocaína sino una imitación hecha con drogas más baratas y tiene efectos psicodélicos. Entre ellas también están los cannabinoides sintéticos.

“Tienen consecuencias más graves. Pueden llevar al que la consume a querer disparar o matar a cualquiera o a uno mismo”, cuenta Saracco sobre este tipo de drogas que ya están instaladas en Mendoza.

Hace dos meses la Policía contra el Narcotráfico, con colaboración de la Policía mendocina, desbarató una banda que cocinaba cocaína rosa. La Justicia Federal confirmó que tiene causas abiertas por hallazgo de esta fenetilamina.

“El Estado debe poner el ojo en esto porque son peligrosas para sí y para terceros. Muchos de los eventos críticos como ahorcamientos o de violencia de género se producen producto de estas sustancias. Son gatilladores de la agresión”, alerta Saracco.

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“Es una ruleta rusa”

La preocupación está dada porque drogas como éstas contienen estimulantes y depresores, lo que hace que “te pueda pegar para cualquier lado”. Y por cómo se presentan, se puede llegar a dosis más elevadas darse cuenta. “El riesgo tiene que ver con la dosis y la susceptibilidad del sujeto a la sustancia. Es una ruleta rusa”, explica el médico Sergio Saracco.

Y además, muchos de los que las consumen las combinan con alcohol, con cocaína, con ketamina.

La aparición del fentanilo en Mendoza

¿Hay droga zombie en Mendoza? . ¿Hubo hallazgos concretos? No.

El fentanilo es un depresor, un opiáceo desarrollado sintéticamente que se utiliza, como la oxicodona, para rebajar la cocaína y genera rápida dependencia.

Es de la familia del carfentanilo, que es aún más fuerte y fue el que produjo 24 muertes en Argentina en 2022.

“Hoy está ingresando al país desde Colombia y Ecuador”, explica el presidente de la Sociedad de Toxicología nacional. Y con seguridad, dice a Diario UNO, ya se está consumiendo en Mendoza.

Gendarmería no tiene registros de ingresos de fentanilo –como droga de consumo-. La Policía local tampoco ha sido partícipe de algún allanamiento en el que se haya encontrado y la Justicia Federal no tiene causas abiertas por esta sustancia. Sin embargo, en los hospitales de Mendoza sí se presentaron casos sospechosos de consumo de este opiáceo que hicieron encender el Sistema de Alerta Temprana (SAT) del que participan 200 organizaciones en todo el país.

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El fentanilo encendió las alarmas en Mendoza.

El fentanilo encendió las alarmas en Mendoza. "Que no haya 'zombies' en la provincia depende de los controles", dice Saracco.

“Lo compraron como cocaína pero estamos seguros de que tomaron fentanilo”, explica el profesional de la salud.

Esa seguridad no está científicamente comprobada, sino clínicamente, a partir de la sintomatología. Eso, porque además de que no ha habido secuestros de la droga, “en Mendoza no hay test para fentanilo”.

“Tenemos consultas por supuesta cocaína pero los efectos son otros. El consumidor siente algo nuevo, diferente a lo que acostumbra al tomar cocaína y le da temor, por eso va al médico”, explica Saracco sobre los primeros casos en la provincia.

Esos antecedentes ya fueron reportados en el SAT, del que participan diversos organismos del Estado –nacional y provincial, del Poder Ejecutivo y Judicial- y organizaciones de la sociedad civil, con el fin de identificar qué drogas nuevas están circulando y poder desarrollar acciones en consecuencia.

¿Podemos llegar a ver zombies en Mendoza como en Estados Unidos? “Eso dependerá de los organismos de control”; y ese control “es ahora”.

La preocupación de los profesionales por la aparición del fentanilo está dada porque al mezclarla con cocaína se produce un antagonismo. El depresor saca el efecto estimulante pero produce más placer y te hace dependiente más rápido con dosis muy chicas.

“Es importante no legalizar ningún tipo de droga y empezar con la prevención en la escuela primaria. Falta prevención y hay demasiado ocultamiento”, reclama Saracco.

El porro contaminado, la droga vieja que preocupa en los barrios

“Acá no se ven ni el tusi ni el fentanilo ni nada de eso. Acá lo que hay es porro, pero porro contaminado. El más barato de todos. El que te envenena”.

Así cuentan con conocimiento de causa desde el barrio La Gloria sin querer que sus identidades se conozcan.

Cuadras adentro del Acceso Sur ya se acostumbraron a vivir bajo tiroteo -los hay tras partidos de fútbol o a las 12 para celebrar un cumpleaños- y el olor a marihuana se siente al caminar por cualquier cuadra y a cualquier hora.

Hay familias destrozadas. Y hay también quienes empiezan a bajar los brazos en la lucha contra las drogas. Se sienten solos, desamparados.

“Hay absoluta libertad”, relatan a Diario UNO desde adentro.

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Aquí los vendedores son generalmente mayores de 30. Situación que los vecinos agradecen porque están más plantados en la vida, lo toman como un trabajo y no son tan violentos como los más jóvenes. Hoy, la venta está organizada y no hay lucha. Se vive un extraño clima de “paz en medio de tiros al aire” que cuesta entender para el que viene de afuera pero que es explicado con naturalidad por el que vive allí.

Hay un vendedor por cuadra. El porro más barato cuesta unos $1.000, lo que ante la crisis para muchos resulta caro -y eso también abre la puerta a que se transformen en vendedores-. Casi todos los adolescentes de la zona pasaron por las drogas. “Es muy difícil encontrar a uno que no haya probado”. La vulnerabilidad es caldo de cultivo, reflexionan como también decía Saracco.

Por experiencia, cuentan que la peor etapa la atraviesan a los 25, cuando el rosario de mentiras se acaba, la adicción es imposible de disimular y la familia ya no puede seguir negándola. Los chicos terminan en la calle.

El retiro del que quiere ayudar

Cuando el que organiza la venta de droga empieza a copar espacios, las organizaciones sociales se van retirando. Es como un retiro voluntario pero forzado. Pasan de repartir juguetes todos los 6 de enero para Reyes, a hacerlo con custodia policial, hasta dejar de hacerlo.

Si un centro vecinal organiza una movida para la familia en la plaza del barrio y ese mismo día hay un tiroteo, todos se meten a las casas y la fiesta pasa inmediatamente al fracaso.

“El abandono de las instituciones dentro del barrio es un dato corroborable”.

Aquí, en barrios como La Gloria, no se mueren de sobredosis de drogas sintéticas, lamenta quien nos cuenta el día a día. Se mueren por violencia. Se mueren por falta de alimentación, por hepatitis, por neumonía. Sus cuerpos están debilitados por droga envenenada. “El consumo está naturalizado y cuando no tenés recursos, tampoco los tenés para tratarte”, nos dice uno de esos que de asistir sabe y mucho.

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