La puerta de la heladera es el área más expuesta a cambios de temperatura. Cada vez que se abre, los huevos se someten a variaciones térmicas que pueden acelerar su deterioro. El constante abrir y cerrar la puerta hace que los huevos se expongan a temperaturas fluctuantes, lo que aumenta el riesgo de que se estropeen más rápido.
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Según expertos, para mantener los huevos en óptimas condiciones, es fundamental que se almacenen en un ambiente con una temperatura constante, como el interior de la heladera.
Otro factor a considerar es el riesgo de contaminación por bacterias como la salmonela. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los huevos se mantengan a una temperatura baja y estable para reducir la proliferación de bacterias peligrosas. Esto se debe a que el frío constante impide que las bacterias crezcan y se multipliquen, por lo que los huevos deben estar lo más alejados posible de las variaciones de temperatura.
Los cambios bruscos de temperatura pueden afectar la cáscara del huevo, haciéndola más porosa y permitiendo la entrada de bacterias, según indican los expertos.
Los expertos coinciden en que lo ideal es almacenar los huevos en una de las repisas internas del refrigerador, preferiblemente en la parte media o baja, donde la temperatura es más estable. De este modo, se asegura su frescura y se evita cualquier riesgo innecesario. Además, se aconseja mantenerlos en su cartón original, ya que este envase protege los huevos de posibles olores o sabores absorbidos de otros alimentos.