En 1952, con 25 años, su vida dio un giro inesperado cuando, junto a su madre, viajó a un congreso eucarístico en Barcelona. En el mismo barco, un flechazo la unió para siempre con quien sería su esposo y padre de sus hijos, Juan Di Paola, un mendocino que tenía fincas, bodegas y un frigorífico.
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La boda se celebró en 1952 en Buenos Aires y el matrimonio se instaló en Palmira.
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Juan viajaba en ese barco por casualidad, reemplazando a su padre en una comitiva que acompañaba al entonces obispo de San Luis. Luego de tres meses en el viejo continente, regresaron a Argentina y el noviazgo continuó a través de cartas entre Buenos Aires y Mendoza. Seis meses después se casaron en Capital y se instalaron en Palmira, en una casona de fin de semana construida por Tiburcio Benegas a fines del siglo XIX.
El último parto coincidió con las "Bodas de Plata" de la maternidad del Hospital Español
En Mendoza, en el Hospital Español, nacieron sus 15 hijos. Elsa tuvo 16 embarazos, pero uno se perdió: María Rosa y Juan Antonio, ambos fallecidos, Mariano, Emma (también fallecida), Ricardo, Alejandro, Lucía, Pablo, María del Carmen, Ernesto, Laura, Carlos, Gustavo, Gabriela y Cecilia.
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Elsa junto a algunos de sus hijos, su madre y su suegra en Palmira.
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El tiempo pasó y la infancia de los niños Di Paola fue libre y feliz. Aquel día de agosto de 1971, cuando Elsa comenzó con contracciones para dar a luz a su última hija, no imaginó que la fecha coincidiría con los 25 años de la maternidad de ese hospital.
“Hubo un festejo y mucha difusión por la importancia del hospital en Mendoza”, relata su hija Lucía, quien destaca que los 15 partos de su madre fueron naturales.
“Es increíble su fortaleza. Dicen que el organismo de una mujer puede tolerar siete partos, pero ella está hecha una joya y tiene una salud envidiable”, agrega.
Una mujer que adoptó Palmira y que tiene 46 nietos y más de 20 bisnietos
Elsa se sobrepuso con entereza a los golpes de la vida: perdió tres hijos, enviudó y quedó al frente de empresas en decadencia. Pero con la ayuda de todos, su gran optimismo y su fe en Dios, salió adelante.
“La frase que siempre dice es ‘Dios proveerá’. Siempre está calmada y alegre. Nos recibe con una sonrisa verdadera y nos invita a quedarnos. Disfruta la vida, no se engancha en cosas negativas, y ese sería su mayor secreto para estar bien a los 98”, repasa Lucía.
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Elsa y sus hijas. "Nos criamos en Palmira y tuvimos una infancia muy feliz", dijo Lucía, una de ellas.
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A Elsa le encanta leer, bordar, mirar películas y escuchar su colección de música clásica.
“Le gusta la mesa bien puesta, los buenos vinos, el arte y la cultura. Siempre mantiene la mente ocupada y en positivo. Además, es una gran admiradora de Mirtha Legrand, con quien se llevan apenas una semana. Mi madre es fiel a sí misma: le encanta el glamour y el buen gusto”, añade.
“Sabe mucho de telas y diseños, y estudió licenciatura en Economía Doméstica, un terciario que hizo en Buenos Aires cuando era joven”.
Los hijos de Elsa le dieron 47 nietos y 20 bisnietos. Una de sus nietas es la reconocida artista hiperrealista Florencia Aise, por lo que la imagen de Elsa, inmortalizada en un cuadro, ha cobrado notoriedad pública en varias ocasiones.
Embed - Elsa, la mujer que hizo historia en el Hospital Español
Un amor nacido en el mar y una vida en Palmira
Elsa aún evoca aquel flechazo en el barco. “Fue amor a primera vista. Él estaba apurado por casarse y le pidió mi mano a mi padre, como correspondía en aquellos tiempos”, recordó en una entrevista radial el pasado 15 de febrero, cuando celebró sus 98 años.
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Elsa y el cuadro que le pintó una de sus nietas (tiene 47 nietos), Florencia Aise, artista hiperrealista.
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Lo cierto es que la boda se concretó y el matrimonio se instaló en Palmira, aunque la sorpresa de Elsa fue grande al ver la casona donde iba a vivir.
“Cuando llegué fue impactante. La casa era de 1870, muy diferente de la que vivía en Buenos Aires. Mi padre, que era médico, amaba la arquitectura y supervisó cada detalle de nuestro hogar”, comparó.
En su casa natal, los domingos solía contemplar a los granaderos a caballo desde la ventana del primer piso. Sus padres compraban sus muñecas en una juguetería porteña de vanguardia y ella amaba patinar. Palmira, en cambio, se presentó como un desierto.
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Cuatro generaciones: Elsa junto a su hija Lucía; su nieta Florencia Aise, reconocida artista y sus bisnietas Santina y Jesús.
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Más tarde, con la llegada de los hijos, Elsa contó con ayuda, especialmente de su suegra, que vivía a escasos metros. “Además, los hijos mayores se ocupaban de los menores y todos colaboraban”, recordó.
“Las ollas eran enormes, pero nunca tuve problemas para cocinar: todos estaban bien alimentados”, concluyó con su temple y su sonrisa de siempre. Y, especialmente, su amor por la vida.