De cara al futuro

Disfrutar y sufrir la Fiesta de la Vendimia

Hay que salvar la Fiesta de la Vendimia. Hablamos tanto del espectáculo central como de los dos desfiles populares: la Vía Blanca y el Carrusel. Se debe remozar el paquete completo

Durante mucho tiempo disfruté de la Fiesta de la Vendimia como simple espectador. Pude ver los mejores espectáculos vendimiales, aquellos que se montaron entre fines de los años '50 y 1973, particularmente los que tuvieron a Abelardo Vázquez como demiurgo, un hacedor inigualable.

Vázquez fue aquel que, desde 1963, extendió el enorme escenario del Frank Romero Day hacia todos los cerros circundantes, el que hizo caer cascadas luminosas por esas laderas y sorprender con volcanes que lanzaban lava, el que le inventó un piso lumínico al escenario central y, sobre todo, aquel que generó una poética vendimial alejada de la ñoñería.

Empecé como espectador de la Vendimia en mi adolescencia y no paré. Veníamos con parientes y amigos desde Palmira. Ya sabía que lo mío iba a ir por el andarivel del periodismo. En el anfiteatro miraba con interés hacia el palco de Prensa y me imaginaba escribiendo a máquina desde ese lugar donde fumaban como locos. Lo logré.

Primero cubrí la Fiesta como cronista de El Andino y luego como redactor de Los Andes. En el Diario UNO, donde tuve tareas de jefatura, la oteaba por la TV mientras corregía textos, hacía títulos, reclamaba fotos y ponía epígrafes.

Este bendito festejo me hizo transpirar tupido en la redacción durante esas noches vendimiales en las que debíamos cerrar la edición e imprimirla yendo al milímetro con el desarrollo de la Fiesta y de la elección de la Reina. Es que la edición del domingo de Vendimia estaba entre las más vendidas del año. Debía estar lista para cuando saliera el público que desbordaba el anfiteatro.

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El autor de esta columna se pregunta dónde están los

El autor de esta columna se pregunta dónde están los "Abelardo Vázquez" del siglo XXI. Imagen ilustrativa.

En ese clima había a veces discusiones, que se generaban cuando las cosas no salían de acuerdo a lo pactado. Pero después todos nos relajábamos, comíamos pizza y tomábamos vino, esperando que volvieran a la Redacción los que habían trabajado en el Romero Day. Eran momentos de felicidad.

Sufrir la Fiesta

Desde hace bastante tiempo a la Fiesta la sufro. Si bien ya hay una aceitada maquinaria para echarla a andar, la veo como encorsetada, reiterativa, simplona, ajena a la innovación y al riesgo. Parte de eso se debe a las trabas creativas que ponen (para adormilarse en su zona de confort) los mismos gobernantes.

Están faltando nuevos "Abelardo Vázquez" del siglo XXI. Directores y guionistas de mayor enjundia. A fines de los años '50 (1958 para más datos) Antonio Di Benedetto, el escritor más importante que ha dado Mendoza, fue guionista de la Vendimia.

Y en 1959 cumplió ese rol el escritor Alberto Rodríguez (h), autor de la conocida novela "Matar la tierra" quien también fue guionista de afamados directores de cine. No es lo mismo dirigir la Fiesta de un municipio que hacerlo en el Frank Romero Day.

Hay que salvar la Fiesta. Tanto el espectáculo central como los dos desfiles populares: la Vía Blanca y el Carrusel. Ese paquete completo debe ser remozado. Es una pena el anquilosamiento porque la Fiesta de la Vendimia es un invento muy bueno de los mendocinos, pero creativamente está empantanada, víctima de sus lugares comunes.

La marca vendimial

Estamos hablando de una marca de la provincia. Y las marcas de cualquier producto, incluido un producto cultural como este, deben renovarse, airearse, sin perder esencias.

También la sufro cuando veo en algunos aspectos de la Fiesta un culto extremo a lo ya probado, además de una creciente sujeción a lo que manda la "capilla" y cierto tufillo a rancio.

Debe haber algo noble en la palabra Vendimia. Ha logrado sobrevivir a vendimias politizadas, a vendimias al uso de Héctor Greco, a cuadros calcados, al quiero pero no puedo, y a los corsés de funcionarios de famélica imaginación.

Hubo vendimias peronistas ('74, '75 y '76), vendimias estatales y privatizadas, vendimias repetitivas, otras ahogadas por las exigencias de los gobiernos de turno.

Para fortalecer tradiciones hay que tener en cuenta que esas tradiciones que se defienden fueron alguna vez ideas nuevas que vinieron a enriquecer la vida. Cada generación genera nuevas tradiciones.

Para concluir deseo hacer una necesaria aclaración. En mi caso particular no creo que deba continuar la elección de la Reina de la Vendimia porque considero que es algo a contramano de los tiempos. Acepto, no obstante, que aún no hay licencia social para plantear ese asunto.

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