Un descubrimiento extraordinario
La cicatriz se extiende desde Australia Occidental hasta Australia Meridional, a unos 20 kilómetros al norte del Ferrocarril Transaustraliano y 90 kilómetros al este-noreste de Forrest, un antiguo asentamiento ferroviario. Los investigadores encontraron patrones circulares azules junto a la marca principal, que indican la presencia de agua acumulada por las fuertes lluvias que acompañaron al fenómeno.
Las características de la cicatriz sugieren que el tornado alcanzó una categoría F2 o F3, con vientos superiores a 200 kilómetros por hora. Los científicos identificaron marcas cicloidales, formadas por vórtices de succión, que indican la presencia de un fenómeno meteorológico de gran intensidad. Los patrones revelan que el viento giraba en sentido horario y se desplazaba de oeste a este.
La importancia del estudio
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El descubrimiento dejó sin palabras a los expertos.
La marca en el terreno persistió durante 18 meses, visible tanto en imágenes de satélite como en observaciones directas. Esta durabilidad se debe al clima árido de la región, que ralentiza el crecimiento de la vegetación y preserva las huellas de eventos meteorológicos extremos.
En la historia documentada de la llanura de Nullarbor, solo se registraron tres tornados previos a este descubrimiento. La escasez de registros se atribuye al carácter remoto de la zona y a la ausencia de infraestructura que pudiera resultar dañada. Curiosamente, los tres eventos anteriores también ocurrieron en noviembre.
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Este nuevo caso aporta información valiosa para comprender los patrones climáticos en regiones poco estudiadas. Los científicos destacan que el uso de imágenes satelitales resulta fundamental para identificar y analizar fenómenos meteorológicos en lugares remotos, lo que permite mejorar los sistemas de predicción y preparación ante eventos extremos.