“Es cierto, toda mi vida veraneé en la costa del Pacífico, con sus aguas frías, hasta que escuché hablar de la costa atlántica y sentí el deseo y la curiosidad de conocerla”, relata Andreuw en diálogo con Diario UNO.
Aunque no reniega de los atractivos de su país, llegó a Bahía Blanca, donde participó de la Fiesta del Camarón y el Langostino. Después visitó Monte Hermoso, a solo 100 kilómetros, y quedó maravillado. Desde entonces, planea regresar.
“Habíamos oído hablar del lugar por mucha gente que había ido. Viajamos para Semana Santa y, sinceramente, es un sitio maravilloso. Maravilloso y hermoso, como lo dice su propio nombre”, comenta.
“Nos encantó por su gente amable, sus aguas cálidas, y la playa extensa y calma. En Chile, aunque está lleno de costas, nunca encontramos un mar tranquilo”, asegura.
hijos.jpg
Permanecer en la playa hasta el atardecer, una de las razones por las que Andreuw elige la costa del océano Atlántico.
“En Monte Hermoso nos metimos al menos 20 o 30 metros mar adentro, y el agua seguía a la altura de las rodillas. Es tan amigable que nos llamó la atención, y por eso decidimos volver”, añade.
Andreuw también menciona que le preocupan los robos, especialmente de vehículos, que, según cuenta, se han vuelto frecuentes en su país.
Una vida tranquila en San Martín
Actualmente, Andreuw y su familia viven en San Martín, y la vida que llevan no la cambiarían por nada en el mundo.
“Me encanta la vida familiar, tranquila. Acá encontré algo que en Chile no existe: visitar espontáneamente a un amigo, juntarnos en familia, cenar en algún boliche por la noche, o disfrutar del asado de los domingos”, enumera.
“Al principio no entendía por qué los amigos se juntaban tanto durante la semana, pero después me acostumbré y descubrí que aquí se priorizan mucho los afectos”, reflexiona.
El chileno de Millán tomó esta imagen llegando a la primera ciudad costera más cercana a Mendoza, Monte Hermoso.jpg
Una imagen tomada por el chileno oriundo de Millán, antes de llegar a la primera ciudad costera más cercana a Mendoza.
“Allá es todo lo contrario, hay cierto individualismo”, señala. En San Martín, al lado de Junín, la tierra de su esposa, la vida tiene un ritmo de pueblo: todos se conocen y la solidaridad se percibe a diario.
“No reniego de mi país, pero en Chile, si alguien se sienta a comer algo en una plaza, lo miran raro. Acá, los picnic son moneda corriente y todo el mundo los disfruta”, compara Andreuw, quien trabajó en una cadena de electrodomésticos y hoy dirige su propio almacén.