La caída del Imperio Romano no tiene una causa única. El cristianismo, instaurado en el siglo IV, debilitó las costumbres paganas, mientras que la mala gestión y los conflictos internos tras la época dorada contribuyeron al colapso. En 395 d.C., el imperio se dividió en dos: el Imperio Romano de Occidente y el Imperio Romano de Oriente. El Imperio Occidental sufrió invasiones y caos, mientras que el Imperio Oriental prosperó, convirtiéndose en el Imperio Bizantino. En 410 d.C., Roma fue saqueada por los visigodos, y en 476 d.C., el último emperador romano, Rómulo Augusto, fue derrocado por el caudillo germano Odoacro, marcando el fin del Imperio Romano de Occidente.
La caída del imperio romano de occidente
Según el blog especializado Muy Interesante el Imperio Romano de Occidente sufrió un lento declive, marcado por la expansión desmesurada y la incapacidad de gestionar tan vasto territorio. El colapso comenzó con la división del imperio, primero por Diocleciano y luego por la Tetrarquía. La presión militar en las fronteras, las luchas internas por el poder y la decadencia política fueron factores clave.
A lo largo de los siglos, el Imperio Romano enfrentó problemas económicos, como el mantenimiento de un ejército costoso y la inestabilidad interna. Los emperadores, como Heliogábalo, fueron figuras controvertidas que simbolizaban la corrupción del poder.
En el siglo V, las invasiones de los pueblos bárbaros, como los visigodos y vándalos, marcaron el fin del Imperio Romano de Occidente. Este colapso de la estructura centralizada del imperio romano dio paso a una nueva era de reinos y estados bárbaros, que reconfiguraron el mapa europeo.
¿Por qué recibe el nombre de Imperio Romano?
El Imperio Romano recibe su nombre debido a que su origen y núcleo estuvieron en la ciudad de Roma, que fue la capital y centro de poder del imperio. El término "romano" se refiere a esta ciudad y a la cultura, leyes y tradiciones que surgieron de ella.
Al principio, Roma fue una monarquía, luego una república, y finalmente se convirtió en un imperio con la ascensión de César Augusto en el 27 a.C., cuando Roma extendió su control sobre vastos territorios más allá de la península itálica. Así, el imperio heredó el nombre de su ciudad fundadora, Roma.