Historias de vida

Creció en un vagón de tren, vendió pastelitos y hoy está entre los 6 docentes inspiradores del país

Carina Morales vivió parte de su infancia en un habitáculo oxidado en Panquehua. Dejó la escuela y fue vendedora ambulante. Volvió a estudiar y es docente destacada

Por UNO

Carina Morales se quiebra cuando repasa su historia de vida, con una infancia de pobreza extrema en el interior de un viejo vagón del ferrocarril de la Estación Panquehua, en Las Heras. Era una hilera larga de ocho módulos donde varias familias sin techo se amontaban para sobrevivir.

Aquellos vagones, recuerda, habían pertenecido al Ejército y el tiempo los había convertido en esqueletos de hierro retorcidos que cada familia acondicionaba como podía. El de ella, recuerda, era el único que tenía algunas plantas alrededor y tal vez por eso era el más lindo.

Los Morales -papá, mamá y sus dos hijas- habían colocado cartones, plásticos y nailon para amortiguar el frío que se filtraba por todos los rincones y que en el crudo invierno cordillerano se volvía insoportable.

Sin embargo, ni el frío, el hambre ni la vergüenza de salir a pedir la incomodaban tanto como la falta de agua. Bien al fondo del predio, a más de 200 metros, había un solo baño compartido por toda la villa de emergencia. El agua, por lo tanto, salía a cuentagotas.

El drama de bañarse a las 4 de la mañana por escasez de agua

“Mi mamá era muy pulcra y percibió que por la madrugada salía un chorro grande, por eso, a partir de allí, nos bañábamos a las 4 de la mañana. Religiosamente me higienicé a esa hora durante 4 años”, evoca y vuelve a quebrarse.

El día en que por fin el IPV le entregó a la familia “pieza cocina y baño” en el barrio 30 de Octubre, en Las Heras, el “deleite” que sintió al abrir la canilla y sentir el agua caliente en sus manos jamás lo podrá olvidar.

Carina ya tenía un techo, pero la sucesión de hechos dolorosos, casi todos producto de la miseria, igualmente se daban como un efecto dominó. Así fue que abandonó la escuela y empezó a sobrevivir vendiendo pastelitos caseros que su mamá le había enseñado a cocinar. Pero ahora su madre estaba enferma y por morirse. Decidió aferrarse a la Biblia y supo, desde lo más profundo, que solo ella era quien debía torcer su destino.

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Carina Morales cuando vendia pastelitos caseros.

Carina Morales cuando vendia pastelitos caseros.

“Me anoté en una escuela de adultos para terminar la secundaria ubicada detrás del hospital donde cuidaba a mi mamá. Estudiaba de a ratos y seguía vendiendo pasteles. Muchas veces caminaba de regreso a casa largos kilómetros porque no llegaba al dinero para el micro”, rememora.

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El estudio como tabla de salvación

“Sabía que estudiar era lo único que podía salvarme”, reitera. El título secundario fue la antesala de la carrera docente que inició poco después en el Instituto Tomás Godoy Cruz, en la ciudad de Mendoza, donde egresó el 14 de diciembre de 2018 en tiempo récord y con 41 años de edad como profesora de Lengua y Literatura.

Desde entonces, no hubo un día en toda su carrera en que no haya capitalizado cada aprendizaje y cada consejo de los excelentes docentes que encontró en el camino.

Por eso, cuando llegó el momento de estar frente al aula en el mismo barrio vulnerable donde ella se crió, volcó con convicción proyectos innovadores que, de inmediato, comenzaron a dar resultados. Entendió, así, que la enseñanza debe transmitirse hacia un sujeto de aprendizaje que ha cambiado y, por eso, la actualización y el buen uso de la tecnología resultan indispensables.

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Carina Morales con parte de su grupo de alumnos.

Carina Morales con parte de su grupo de alumnos.

“Una caricia al corazón”

Fue una compañera, también docente, quien la postuló en el concurso “Docentes que Inspiran 2024”, una iniciativa de Zürich & Clarín Argentina que busca homenajear a los educadores más destacados del país.

De los más de 2 mil candidatos de todo el país, solo quedaron seis por trascender más allá del aula y ser reconocidos por sus comunidades debido a sus prácticas innovadoras e inclusivas y por desarrollar en sus estudiantes habilidades del Siglo XXI y aprendizajes significativos.

“Recibí el correo felicitándome y fue una alegría difícil de explicar, una caricia al corazón. Primero estuve entre los 24 y hoy me enteré que estoy entre los 6 finalistas”, relata desde su casa, la misma “pieza, cocina y baño” que pudo remodelar con esfuerzo y que comparte con su esposo.

El fundamento del jurado para su nominación fue su enfoque innovador en contextos de alta vulnerabilidad. Y por implementar proyectos de gamificación y creación literaria fomentando la autoestima y el potencial de sus estudiantes.

Carina quedó entre los seis mejores docentes tras una elección realizada por especialistas en educación de la Asociación Conciencia, la Fundación Cimientos, Enseñá por Argentina, Proyecto Educar 2050, Argentinos por la Educación y Fundación Noble.

A fines de este mes, otro jurado integrado por personas reconocidas del ámbito académico, científico y de ONG's de educación, elegirá entre los finalistas al Docente Inspirador del Año, quien recibirá un premio de 10 millones de pesos. Además, se entregarán dos menciones especiales que recibirán $3 millones cada una.

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Una Biblia y la pasión por la lectura

- Carina, ¿cómo surge la docencia en tu vida?

- Pensar en ser docente fue una idea que se presentó hace poco y que fue desde el corazón. Como dije, soy hija de la educación de adultos, crecí en una villa de emergencia en las vías del tren y estudiar era inviable desde todo punto de vista, aunque siempre amé la lectura. He sido vendedora ambulante como lo fue mi madre por más de 20 años, por eso mi camino para terminar la escuela fue un desafío.

-¿Cómo despertó su amor por la lectura?

- A partir de leer la Biblia y dedicarme a hablar con otros de ella. Soy Testigo de Jehová. Una amiga me dijo que la sabía explicar muy bien, que me anotara en la docencia. Pero yo no tenía ni zapatos, así que menos iba a pensar en ser maestra.

- ¿Cómo decidió, entonces, retomar los estudios en medio de la adversidad?

- Porque detrás del hospital donde cuidaba a mi mamá había una escuela. Y una vez que egresé de la secundaria supe que iría por más. Eran tiempos difíciles: mi papá se había ido, mi mamá se moría y empecé a rebuscármelas como podía. En el medio conocí a mi esposo y pusimos un emprendimiento de panificados. Iba a cursar la carrera docente con la canasta repleta de bizcochuelos, facturas caseras y sopaipillas que todo el mundo me compraba, por eso les debo mi título a las secretarias, docentes, compañeros. Con ese dinero pagaba los pasajes de colectivo y sacaba fotocopias.

- ¿Cómo fue el día en que se recibió?

- Un antes y un después en mi vida. Pero ojo, no fue fácil. Lograr el apto-físico para dar clases en Mendoza es difícil y sufro obesidad. Por eso ingresé a muchas suplencias y doy clases en varias escuelas, aunque aún no logro titularizar.

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Carina Morales cuando se recibió.

Carina Morales cuando se recibió.

- ¿Cómo es enseñar en un contexto de pobreza y vulnerabilidad tan conocido por usted?

- Es un trabajo de hormigas y es darlo todo para que los estudiantes se sientan orgullosos de sus logros. Muchas veces les pregunto qué esperan para el futuro y me responden sin tapujos que quieren ser el mejor transero: que desean dedicarse a la venta de drogas.

- ¿Qué hubo en la dinámica del aula para obtener este logro?

- Como dije, trato de tomar la enseñanza de mis grandes profesoras, que siempre hacían hincapié en los proyectos productivos. Lo pienso y enseguida lo concreto. Hoy realizo con los chicos talleres de producción donde he podido lograr que escriban hermosas historias y he llegado a crear antologías de cuentos, libros pop up, historietas y poemas. Algunos de estos libros fueron publicados. Esto no es fácil para estudiantes que viven en un contexto vulnerable y violento, incluso al punto de que, en ocasiones, tenemos que mantener la cabeza gacha en el aula por disturbios en el barrio.

- ¿Cuál es su objetivo final?

- Que ellos puedan ver que tienen elementos y capacidades para sentirse orgullosos.

- ¿Qué es la gamificación en el aula, algo que se tuvo en cuenta para nominarla?

- Esta estrategia no sólo implica jugar sino la aplicación de los elementos del juego con la finalidad de la enseñanza y aprendizaje. Esto hace que los chicos disfruten y realmente adquieran conocimientos significativos. Lograron crear juegos tanto físicos como virtuales sobre diferentes temas literarios.

- ¿Incorporó la tecnología?

- Claro. Utilizo plataformas digitales, redes sociales e Inteligencia Artificial para lograr actividades interesantes y atractivas en el aula. Estamos frente a una nueva era y hay que adaptarse a los cambios. Hoy estoy trabajando literatura interactiva, es decir, cuentos o poemas desde los teléfonos y que el lector puede intervenir en la historia. Por último, todo el material creado -secuencias, proyectos y juegos- los pongo a disposición de toda la comunidad educativa en una página de Facebook llamada “Lengua en red”. Esto llevó a que me invitaran a brindar una charla en la Feria del Libro de Mendoza llamada “Aula gamer”.

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