En este hostil contexto, la alarma se encendió la semana pasada cuando un correo electrónico proveniente de la base llegó a las autoridades sudafricanas. En el mensaje, compartido con el sitio Sunday Times de Sudáfrica, un investigador reveló que el equipo vivía con miedo debido al comportamiento violento de uno de sus integrantes.
El mail describe la siguiente situación: "Lamentablemente, su comportamiento ha escalado hasta un punto profundamente perturbador. En concreto, agredió físicamente a (nombre reservado), lo cual constituye una grave violación de la seguridad personal y las normas laborales"... “Además, amenazó con matar a (nombre reservado), creando un ambiente de miedo e intimidación. Sigo profundamente preocupado por mi propia seguridad, preguntándome constantemente si podría convertirme en la próxima víctima”.
El miembro del equipo también fue acusado de agredir sexualmente a otro investigador. “Su comportamiento se ha vuelto cada vez más atroz y me resulta muy difícil sentirme seguro en su presencia”, se explica en la misiva. “Es imperativo que se tomen medidas inmediatas para garantizar mi seguridad y la de todos los empleados”, concluyó. Por el momento, no trascendió el nombre del autor ni de la persona acusada de irregularidades.
Dion George, ministro de Medio Ambiente de Sudáfrica, aseguró que hablaría con los miembros del equipo “para evaluar por mí mismo” la situación. Según informó, el problema comenzó como "un altercado verbal entre el líder del equipo y esta persona", pero que "luego la situación se intensificó y esa persona agredió físicamente al líder".
El ministro de Medio Ambiente también reveló que una investigación inicial sugirió que la persona mencionada en el correo electrónico no tenía intenciones peligrosas inmediatas. Sin embargo, notificó que había hablado con sus homólogos en Noruega y Alemania por si resultaba necesario intervenir urgentemente, ya que ambos países tienen bases cercanas a Sanae IV, la más próxima a unos 320 kilómetros.
Sumado a esto, indicó que los investigadores se someten a una evaluación psicométrica antes de ser enviados a la Antártida debido a las extenuantes condiciones en el paisaje, el cual comparó con el espacio exterior. "Pueden imaginarse cómo es, es un espacio reducido y la gente se siente encerrada. Puede ser muy desorientador", comentó.
El impacto psicológico de la vida en la Antártida
No es la primera vez que se registran episodios de violencia en estaciones de investigación ubicadas en áreas aisladas del planeta. Además de la base Sanae, Sudáfrica tiene bajo su administración oficial las islas Prince Edward y Marion, ubicadas entre su territorio y el continente antártico, donde también opera una estación científica. En 2017, trascendió que un integrante del equipo en la isla Marion, considerado "inestable", agredió a un colega en la cocina con una sartén y luego destrozó su habitación utilizando un hacha.
En este sentido, Alan Chambers, un explorador profesional que completó una expedición de esquí de 1.125 kilómetros al Polo Sur en 2024, explicó al sitio The Times el impacto psicológico de la vida en la Antártida. "Es un lugar muy solitario. Hay poca interacción con humanos o animales, así que, si estás en un campamento o en un centro de investigación, estás con esas personas durante seis meses, si no un año", detalló.
Y agregó: "Desde un punto de vista psicológico, todo se intensifica. Todo es blanco: no hay color, ni ruido, ni nada que se considere normal, así que el comportamiento de todos, incluido el propio, se magnifica y las pequeñas cosas se convierten en grandes cosas".