El primer paso en la rutina de limpieza debe ser el uso del hilo dental. Esto permite eliminar los restos de alimentos y la placa bacteriana acumulada entre los dientes, facilitando que el cepillado posterior limpie de manera más efectiva el resto de la superficie dental. "No ha habido muchos estudios científicos, pero ese es el estándar de práctica aceptado en toda la profesión", afirmó Gibbs.
Una vez que el hilo dental ha hecho su trabajo, el siguiente paso es el cepillado. La Asociación Dental Americana recomienda hacerlo dos veces al día con una pasta dental con flúor, ya que este mineral ayuda a fortalecer el esmalte y prevenir la aparición de caries. La Dra. Rocio B. Quinonez, de la Universidad de Carolina del Norte, destaca que el cepillado cubre el 60% de la limpieza dental, mientras que el hilo dental se encarga del 40% restante.
El último paso en la rutina debe ser el enjuague bucal, pero con matices. " Si bien muchas personas se enjuagan inmediatamente después de cepillarse, es mejor escupir el exceso de pasta y no enjuagarse con agua para permitir que el flúor actúe por más tiempo", explica Gibbs. Si se desea usar un enjuague bucal con flúor, lo ideal es hacerlo como paso final, asegurándose de no ingerir alimentos ni bebidas de inmediato para potenciar su efecto.
Más allá del cepillado: hábitos clave para una boca sana
Además del orden de la limpieza, hay otros hábitos que pueden marcar la diferencia en la salud bucodental:
- Beber agua con regularidad ayuda a eliminar residuos y mantener el equilibrio del pH en la boca.
- Evitar alimentos y bebidas azucaradas reduce la formación de ácidos que dañan el esmalte dental.
- Usar un cepillo de dientes adecuado: los eléctricos suelen ser más efectivos, pero un cepillo manual bien utilizado también funciona.
- Visitar al dentista periódicamente para detectar problemas a tiempo y recibir limpiezas profesionales.
- No olvidar la lengua: su limpieza ayuda a reducir bacterias y mantener un aliento fresco.