Esta especie aporta vibrantes colores, ya que la tonalidad de sus hojas varía dependiendo la estación. En las temporadas cálidas es verde, mientras que en otoño e invierno tiene tonos rojos, naranja y amarillos. Además, durante la primavera tiene pequeñas flores de color rojo o púrpura. Cabe destacar que es un árbol que supone un verdadero reto y cuidados especiales para aquellos que deseen cultivarlo.
Uno de los detalles para tener en cuenta con respecto a este árbol tiene que ver con la poda, que es útil para mantener su salud, forma y belleza. Además, fomenta el nuevo crecimiento y mejora el flujo del aire.
La Royal Horticultural Society recomienda podar los arces japoneses cuando están completamente inactivos, ya sea a finales de otoño o directamente en invierno. No es necesario hacer una poda "de rutina", sino que el objetivo es arrancar las ramas muertas, dañadas o cruzadas.
Sin embargo, esperar demasiado para podar puede ser perjudicial para los arces japoneses. En cualquier otra temporada del año, el árbol lanza savia, que dificulta el proceso de curación y puede hacer que sean más susceptibles a las enfermedades. Por esta razón, el mes de febrero es la última oportunidad para podarlo, en el caso de que lo necesite.
Otros cuidados para tener en cuenta es que esta especie crece en un suelo húmedo y bien drenado. El color de las hojas se ve más brillante cuando se cultiva en un jardín con semisombra, aunque también puede tolerar el sol directo. Cabe destacar que la falta de humedad del suelo o una exposición excesiva a los rayos solares pueden provocar quemaduras en las hojas del árbol.