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Madres inspiradoras

Adelina de 83 años y Lili de 61 son madre e hija y empezaron la primaria juntas

Adelina del Carmen Caballero decidió iniciar la escuela primaria hace una década e inspiró a su hija a unirse al CEBJA 3-066 de San Rafael

Por Cecilia Corradetti

A sus 83 años, Adelina del Carmen Caballero, conocida cariñosamente como Pocha, tomó una decisión valiente que transformó su vida: comenzar la escuela primaria. Esta elección, que hizo en 2014, no solo abrió un nuevo capítulo para ella, sino que también inspiró a su hija Lili, de 61 años, a seguir sus pasos.

Juntas, madre e hija se unieron al CEBJA 3-066 Norma Susana Díaz, que funciona en el Club de Ajedrez de la UTN en San Rafael. En este espacio educativo, ambas iniciaron una etapa de aprendizaje que hoy eligen relatar con gran alegría. Allí, dicen pudieron crecer, compartir y, sobre todo, aprender a leer y escribir.

El CEBJA, que ofrece una educación exclusiva para adultos, alberga un aula que cuenta con 17 estudiantes de Primaria. La docente Susana Fiochetta, quien acompaña a Pocha desde sus inicios, destacó la singularidad del aula: “Aquí solo hay personas adultas. Eso crea un ambiente de camaradería y apoyo mutuo, donde todos compartimos experiencias y anhelos”, dijo; y recordó con cariño cómo Adelina fue la primera en inscribirse hace una década, cuando la escuela funcionaba en el Centro de Jubilados. “Desde aquel momento, nunca dejó de asistir, y hasta hoy sigue siendo una presencia constante. Por eso siempre digo que es un verdadero ejemplo para todos”, afirmó la educadora.

La infancia de Adelina no estuvo exenta de dificultades. Nació cerca del río Grande, en Malargüe, y quedó huérfana de padre a los 8 años.

Lili Caballero, a la derecha, porta la bandera en un acto del CEBJA. Detrás, a su derecha, Pocha, su mamá, escolta.jpg

Lili Caballero, a la derecha, porta la bandera en un acto del CEBJA. Detrás, a su derecha, Pocha, su mamá, escolta.

“Tuve una vida sufrida. Mi madre nos envió a mi hermano y a mí a Mendoza, y nunca tuvimos la oportunidad de ir a la escuela”, recordó. A lo largo de los años, su historia se tornó aún más compleja: se casó muy joven y, a los 29 años, se convirtió en viuda con tres hijos a su cargo.

“Por eso me dediqué a ellos, a educarlos como pude, y siempre trabajé mucho. Aprender a leer y escribir fue una cuenta pendiente que llevé en mi corazón”, confesó, para asegurar que siempre sintió un ferviente deseo de superación. “Quería ser alguien en la vida, como suele decirse”, añadió.

Con el paso del tiempo, la familia creció y llegaron los nietos, sumando un total de 10, y Adelina también se convirtió en bisabuela de una hermosa niña. Fue entonces cuando decidió que era el momento de dejar atrás el analfabetismo: “Sentí que necesitaba defenderme en la vida, y aunque sabía que sería un gran esfuerzo, estaba decidida”, explicó.

Evocó con emoción el año de su inicio en el CEBJA: “Desde entonces, aprendí a leer, a escribir, las tablas de multiplicar y dividir; redactar textos, algunas nociones de inglés, como números y colores, y hasta a utilizar la computadora; lo que me parece increíble”. Ejemplificó que en la sala de informática realizaron investigaciones sobre medicina alternativa, lo que les permitió redactar informes sobre sus hallazgos.

Lo cierto es que cuando logró “posicionarse en la vida”, tal como siempre había soñado, su hija Liliana, que la había alentado a estudiar, decidió unirse al CEBJA 3-066 una vez que pudo jubilarse.

Lili, a la derecha, junto a su mamá Pocha decidieron salir adelante y continuar aprendiendo en un Cebja.jpg

Lili, a la derecha, junto a su mamá Pocha decidieron salir adelante y continuar aprendiendo en un Cebja.

“Voy para los 62 años, y muchas veces me preguntaba cómo podía ser que, si yo animaba a mi madre, no me decidía a acompañarla. Aunque asistí a la escuela de joven, también tuve que dejarla para criar a mis hijos. Ahora que ellos son grandes y tengo esta oportunidad, juntas cumplimos el sueño de estudiar codo a codo”, afirmó con orgullo.

Liliana señaló que, aunque no era analfabeta, siempre es valioso reafirmar conocimientos. “El aula es inclusiva; nos hacemos compañía y practicamos gimnasia, inglés, computación y motricidad fina, como dice mi maestra. Todo esto era nuevo para nosotras, y fue una experiencia maravillosa”, comentó.

Ser "alguien en la vida"

La historia que une a esta madre e hija no se detiene ahí: cuando comenzaron a sentir que “eran alguien en la vida”, decidieron colaborar con la Asociación Cultural Sanmartiniana, que está compuesta en su mayoría por docentes y otros profesionales, donde solían servir café y cumplir con tareas menores.

“Hoy soy la tesorera de la institución y mi mamá me acompaña en esta labor. Nos interesan los temas que tratamos y sentimos que realmente somos parte de la comunidad. Participamos de todos los eventos y hasta hemos sido escoltas de la bandera nacional, algo que nunca imaginamos”, relató Liliana.

Pocha, de 83 años y su hija Lili, de 62, asisten al anexo de la UTN en el Cebja 3-066 en San Rafael.jpg

Madre e hija se unieron al CEBJA 3-066 “Norma Susana Díaz”, que funciona en el Club de Ajedrez de la UTN en San Rafael.

“Un honor”

La docente Susana Fiochetta reflexionó sobre su experiencia al compartir el aula con personas que no tuvieron la oportunidad de estudiar en su juventud.

“Es un placer y un honor ayudar a estos estudiantes a desenvolverse en la vida y a salir adelante. Sin embargo, más que enseñarles, lo que aprendo de ellos es invaluable”, diferenció.

Durante la hora de la siesta, de 14 a 17, el aula se transforma en un espacio de aprendizaje, anécdotas y nuevos desafíos. “Cada uno de ellos me enriquece enormemente, y siento un profundo orgullo y emoción ante cada avance que logran”, concluyó Fiochetta, para destacar el impacto positivo que tiene este proyecto en la vida de todos los involucrados.

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