¿Qué pensaríamos si Lionel Scaloni después del triunfo sobre Brasil en las Eliminatorias del Mundial nos hubiera dicho que él es el DT más fenomenal de todos los tiempos y que lo suyo es tan bueno que cambiará la historia del fútbol?
¿Qué pensaríamos si Lionel Scaloni después del triunfo sobre Brasil en las Eliminatorias del Mundial nos hubiera dicho que él es el DT más fenomenal de todos los tiempos y que lo suyo es tan bueno que cambiará la historia del fútbol?
¿Qué pensaríamos si, además, Scaloni hablara pestes de Menotti, de Bilardo o de Bielsa, acusándolos de "ratas inmundas" que han arruinado el fútbol?
Scaloni no vende elixires de curanderos ni nos promete que de aquí a la eternidad seremos los campeones del mundo. Por el contrario dice: "Uno no puede saber cuánto va a durar esto, pero vamos a tratar como equipo de que dure".
Este director técnico no fogonea la euforia desmedida ni se pone él como salvador, Tampoco vive de las redes sociales. Siempre le otorga mérito al equipo. Y dice: "nunca minimizamos a ningún club con el que debemos jugar".
"Argentina dio una lección de fútbol", tituló uno de los principales diarios de Brasil. Y uno piensa: qué reparador sería que de vez en cuando se diga "Argentina dio un ejemplo de sensatez y criterio político" o "Argentina opta por cambios estructurales, pero no se pierde en extravagancias ultras".
En la conferencia de prensa posterior al 4 a 1 del martes pasado, un cronista deportivo le preguntó a Scaloni su opinión sobre "la ilusión de mucha gente que está como loca con la idea de que el Dibu Martínez, que ataja y baila, pueda también hacer goles".
La contestación fue esta: "Entiendo que es una broma, pero la verdad, no me causa ni siquiera risa. Martínez es arquero. Lo que queremos es que ataje y lo haga bien. Que siga atajando como él sabe. Ya está", contestó el DT, que previamente -durante el partido y mediante una seña- le había llamado la atención al Dibu de manera discreta, por haberse puesto a hacer jueguitos con la pelota sin devolverla con rapidez al sector de juego.
Scaloni conoce como pocos el carácter del Dibu, lo admira, pero su obligación es advertirle que actuar como "sobrador" puede afectar al conjunto. Esa es parte de la tarea de un estratega. Que habla lo justo y necesario. Y que predica con sus acciones
La meta de Scaloni es que Argentina sea un equipo. "Yo no les enseño a jugar al fútbol. Eso lo saben de sobra. Mi misión es potenciar esos talentos en un equipo". Además de jugadores talentosos, este DT ha armado un grupo técnico de excepción, que lo complementa.
Son en su mayoría gente seria que, paradójicamente, nos da sonrisas. Ojalá pudiéramos tener un 50% de políticos que actuaran de esa manera. Gente criteriosa, inteligente, certera, templada, preparada.
Ahora cualquiera se hace el excéntrico, con esa onda de radio del streaming donde todos son desfachatados y mal hablados y se creen la mar de disruptivos como si hubieran inventado la pelusa del ombligo.
Scaloni vive en un escenario profesional de altísima competitividad y de novedades constantes; sin embargo sus métodos de acción son clásicos, meditados, criteriosos. Es un líder al que no le gusta el picudeo y las polémicas inconsistentes. Lo volvió a demostrar cuando todos querían comerse vivo a Raphinha, el jugador brasileño que había dicho en las redes sociales de su país que les iban a "dar una paliza" a los argentinos.
Cuando Scaloni lo encontró en el túnel de acceso a la cancha no dudó en acercarse al jugador brasileño y darle un abrazo, gesto que fue correspondido de la misma manera. Luego, en la conferencia de prensa, explicó: "Lo disculpé porque sé que no lo hizo con mala intención. Quiso defender a su Selección. Con o sin declaraciones de Raphinha íbamos a jugar de la misma manera. No creo que haya querido ofender".
El don de gentes y la cordialidad desarman a cualquier bravucón. "La que debe hablar es la pelota" suele decir Scaloni.
En un país tan castigado por décadas de políticas populistas, y ante la verborragia a veces desbordada del Presidente que suele llevar a la confusión hasta a sus más decididos defensores, uno podría decir: "en política las que deben hablar son las medidas acertadas que se logran y no los desvaríos bucales de los dirigentes.
La de Scaloni también es una batalla cultural.