Análisis y opinión

Las inmundicias de sindicalistas que siguen creyéndose nuestros dueños

El país vive como rehén de millonarios que manejan gremios desde hace décadas. A veces van en contra hasta de sus propios trabajadores. ¿Qué debe hacer la política?

Hay un concejal en General Alvear que se llama Néstor Adrián Caltabiano. Es del grupo de los empresarios políticos. Estos que irrumpieron en 2021 en la campaña mendocina para buscarse un lugar. De toda aquella incursión, Caltabiano es el único que logró una banca. Y fue una novedad, porque alguien que no venía del mundo dirigencial accedió a sentarse en un concejo deliberante. A ver qué propone, era la pregunta que nos hacíamos.

Entre otras cosas, días atrás, este concejal presentó un proyecto de ordenanza para que empleados de la Municipalidad de General Alvear puedan cambiar de trabajo y ganar más plata, pero en el sector privado.

La idea es que pasen a alguna firma. Harían un puente desde el municipio, donde –como en todas las comunas de Mendoza- la mayoría gana salarios realmente bajos-, y serían ahora empleados de una empresa. De una grande o de una pyme, pero empleados privados al fin. La intendencia les seguiría pagando aportes patronales además de obra social y el nuevo “jefe” sólo se haría cargo de los sueldos, que llegarían a duplicar los que tienen actualmente.

O sea, la intención es lo que a priori podemos describir como un win-win.

Tengamos en cuenta, además, que un Maestranza “A”, entre los empleados de comercio, gana 740 mil pesos al mes, aproximadamente. Y que alguien que trabaja en una municipalidad, a veces, no percibe ni siquiera la mitad de ese dinero.

A todo esto, debemos sumarle que el cambio es optativo y podés volver atrás. Si en un año no te gustó, regresás a tu puesto de municipal. Al que le gustan las reglas del juego, lo agarra. Al que no, no.

Básico. Elemental. Provechoso.

¿Cuál puede ser el problema, entonces ¿Quién pudo haberse puesto en contra de que los empleados pudieran dejar el sector público, ganar más plata, eligiendo además su propio camino? ¿Con la autonomía que les corresponde?

El sindicato.

El Sindicato de Obreros y Empleados Municipales de General Alvear (Soemga), encabezado por un hombre llamado Darío Olguín, dice que “de ninguna manera” se puede hacer esto, si antes no hablan con el gremio que él comanda. “Tienen que consensuar con el sindicato”, exige.

¿Por qué? ¿Por qué un empelado no podría decidir qué hacer con su vida? ¿Por qué no podría tomar una ventaja que le ofrece el sistema? ¿Por qué un municipio no podría tender puentes con una empresa, si encima el sujeto en cuestión, el trabajador, está de acuerdo?

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¿Por qué un concejal, a los que todo el tiempo acusamos de ser absolutos inútiles de la vida política, no puede trabajar en pos de algo positivo y con impacto concreto en la vida de la gente?

¿Por qué la vez que un concejo deliberante sirve para algo decisivo, en lugar de estar declarando de interés público el vuelo del Águila Mora, le tiene que tirar la idea abajo alguien que no tiene absolutamente nada que ver? ¿Que tal vez no entiende nada del tema?

¿Será porque pone en peligro el dinero de sus afiliaciones? ¿Porque el empleado puede preferir ganar más plata en un negocio y entonces esos gremios se quedarían sin un insumo clave, que es la plata de ese aportante? ¿Será eso?

La respuesta es que algunos sindicalistas se creen los dueños de la Argentina Se creen dueños de nuestras vidas. Y yo veo una injusticia grosera en esto, porque además se está coartando el derecho de un afiliado de elegir una mejor posición económica. ¿Y el objetivo principal de un gremio no es el bienestar del laburante? ¿Antes que ninguna otra cosa?

Parece que a veces no. Por eso somos el país de los líderes sindicales multimillonarios. Enquistados en el poder, algunos, hace más de 40 años; y de laburantes, afiliados a ellos, succionados por ellos, pobres.

Peor que pobres, en realidad; porque, encima de pobres, usados.

Este jueves empieza otro paro en aeropuertos de todo el país. Como el que el viernes paralizó a 37 mil usuarios. La semana pasada, los que protestaban eran empleados de Aerolíneas que, entre otras cosas, se quejaban porque les sacan beneficios que en realidad no tiene nadie en toda la Argentina. Que sólo quieren tener ellos.

Mirá esto:

APLA, el sindicato de pilotos, emitió este comunicado en el medio de la huelga. Están quejándose porque ya no les confirman "pasajes vacacionales en Business; lo hacen en Turista y sólo realizan el 'upgrade' en el aeropuerto". Esa es una de sus quejas en contra de Aerolíneas Argentinas.

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Hay gente con hambre. Hay 40 mil personas varadas que no pueden trabajar, viajar, producir. Hay trabajadores que ahorraron dos años y medio para tirarse diez días de vacaciones, si es que pueden.

Y ese día, ustedes paran un país entero y entre sus quejas dicen que Aerolíneas, que lleva una década virtualmente fundida –salvo porque la salvamos nosotros con nuestra plata- no les da pasajes en “Business”...

Caigan a la realidad, muchachos. Según el presidente de la empresa, ustedes cobran cinco millones de pesos por mes. Y su sueldo, en parte, sale de nuestros impuestos, porque la empresa no ha sido lo que se dice "competitiva" en la última década. Más bien todo lo contrario.

¿Sabés todos los beneficios que tienen estos tipos que están parando el país hace un mes? Si les toca trabajar lejos en las fiestas o en Semana Santa, pueden llevar dos familiares gratis en el avión. O un amigo. Si se casan, pasajes gratis; para él y para ella. Si se casa el hijo de un beneficiario -por ejemplo, el hijo de un piloto-, pasajes para el hijo y para su pareja. O sea, el hijo, la nuera o el yerno.

Así, descuentos, expilotos que también tienen otros beneficios, etcétera.

La semana pasada Aerolíneas inauguró una ruta a Punta Cana. Según datos oficiales, de las 18 butacas de la clase ejecutiva, diez eran ocupadas por trabajadores aeroportuarios o sus allegados.

Se cree que sólo en pasajes de clase ejecutiva para miembros de la empresa (clase ejecutiva es esa en que se reclinan los asientos, te sirven champancito, y todo eso), se van 20 millones de dólares al año. Algo así como veinte mil millones de pesos.

Después las cuentas en Aerolíneas no cierran, por supuesto. Pero tranquilo, porque cuando no cierran, aparece la tuya, la de los impuestos. Y salva estos privilegios. Pero después los tipos se olvidan de eso y dicen “no viaja nadie”.

El otro sindicato es APA. Asociación del Personal Aeronáutico. Su líder es el “compañero” Edgardo Llano. La semana pasada, Llano vivió el paro desde España porque él -claro-, él sí pudo viajar. Y, según investigaciones periodísticas, no viajó sólo, sino acompañado por su mujer y sus cuatro hijas. Ya sabemos: en ciertas aerolíneas, es probable que a él le salga muy barato viajar.

Y escuchá esto: el sindicato que conduce Llano está acusado ¡de no pagar los aportes patronales de sus empleados!

De vuelta... ¿El objetivo número uno del gremio no debe ser el bienestar del afiliado, del trabajador?

A mí ya no me quedan dudas de que eso es un slogan. Una cáscara vacía.

La Argentina tiene que dar una discusión final contra los sindicalistas malacostumbrados que se creen dueños de tu vida. Contra los que se interponen ante una mejora laboral; contra los que te frenan el país cuando quieren; contra los que desprecian tu esfuerzo, si te rompiste el lomo para pagarte unas vacaciones; los que escupen en tu posibilidad de elegir otro régimen laboral, otro convenio; y contra, quizá los peores: los que usan sus fueros y privilegios para no hacer absolutamente nada. Muchos al amparo de “soy delegado gremial”.

La clave es que una parte de la política los ha bancado siempre. Fundamentalmente el peronismo, pero no únicamente. Y a esos hay que hablarles. Ningún país va a salir del fango (mucho menos uno que está metido hasta el fondo como este) si dejamos pasar las injusticias por el costado. Si las apañamos.

Y las injusticias no sólo son de jueces y políticos. También son de vivos, aprovechadores, vagos, nefastos y chorros.

Como algunos sindicalistas de la República Argentina.

Como algunos sindicalistas de Mendoza.

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