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La dulce abuela en realidad drogaba a sus inquilinos con medicamentos para dormir y luego los asfixiaba o los estrangulaba. Su objetivo era cobrar los cheques de la seguridad social de sus víctimas y mantener una vida de lujos y apariencias. Para deshacerse de las víctimas del crimen, los enterraba en el jardín, convirtiendo su casa en una tumba clandestina.
El juicio y la condena por los crímenes
El juicio de Dorothea Puente capturó la atención de todo el país. La fiscalía la presentó como una mujer fría y calculadora, capaz de manipular y asesinar sin remordimientos. La defensa, por su parte, intentó presentarla como una persona con problemas mentales, pero el jurado no se dejó engañar.
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En 1993, Dorothea Puente fue declarada culpable de tres asesinatos y condenada a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Aunque nunca confesó sus crímenes, su culpabilidad quedó demostrada por las pruebas y el testimonio de los testigos que revelaron a la asesina serial que se escondía detrás de la imagen de una anciana bondadosa.