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Tucumán no es sólo conocido por la histórica Casita, sino por el asesino serial.
Florencio Fernández tenía distintas problemas mentales, principalmente delirios ya alucinaciones. Seguramente allí estuvo el desencadenante de los múltiples crímenes que cometió en Tucumán en su corta vida, ya que murió a mediados de 1968, a sus jóvenes 33 años.
Para tener una referencia sobre la vida del llamado Vampiro de la Ventana, se sabe que desde casi su infancia empezó a vivir en la calle, abandonado por su familia. Luego encontró un lugar para dormir por las noches: una cueva. Gran parte de esta decisión se debía a que el hombre sufría fotofobia, un extraño síndrome que produce una especie de alergia o intolerancia a la luz.
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El accionar del asesino serial de Tucumán, entre la realidad y la leyenda.
Modus operandi y detención del Vampiro
El accionar del Vampiro de la Ventana no puede estar mejor descripto por su apodo: merodeaba la casa de sus víctimas, esperaba a que se quedaran solas, actuaba durante la noche, se metía por las ventanas, las golpeaba, las mordía y les bebía la sangre del cuello. Se le contabilizaron al menos 15 crímenes, siendo mujeres las víctimas fatales en la mayoría de ellos.
A mediados de febrero de 1960 cayó en manos de la Policía. El asesino serial fue capturado en un operativo que se realizó en la cueva donde vivía recluido. No lo condenaron, ya que era inimputable debido a sus patologías mentales. Finalmente, Florencio Fernández quedó alojado en un establecimiento de salud mental donde murió ocho años después. Nada de esto está documentado, pero su historia sigue viva en el boca a boca de Monteros.