Pusari vive en la Isla del Sol, al sur del Titicaca, donde gestiona los residuos de su comunidad y, junto con sus vecinos, el uso responsable del agua para uso doméstico y riego. Como la zona carece de un sistema centralizado de recolección de basura, se encargan ellos mismos de recoger, reciclar y limpiar la tierra, y se proponen limitar el uso de plásticos. "La Isla del Sol, nuestro hogar, también está sufriendo. Pero seguimos luchando. Es nuestra misión cuidar este legado", sintetiza.
El diagnóstico de los científicos
Los principales afluentes del Titicaca se han contaminado con diversos materiales relacionados con actividades industriales, la minería -a menudo no regulada- y la mala gestión de otros residuos: el río Huancané, con boro, cobre y manganeso; el río Llave, con aluminio y arsénico. Mientras, los ríos Suches y Coata arrastran mercurio y otros metales pesados. Todos contienen coliformes fecales, relacionados con el vertido de aguas residuales.
A esto se suma el descenso en el agua del lago, que sufre las consecuencias también de la disminución de la nieve y el hielo del nevado Illimani, ubicado muy cerca de La Paz, la capital administrativa del país.
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Illimani, una montaña cercana a la ciudad boliviana de La Paz. La disminución de los niveles de hielo de su cima está afectando a las aguas del lago Titicaca (Imagen: Pablo Andrés Rivero, Flickr, CC BY NC ND)
El lago se sitúa dentro del sistema endorreico TDPS (Titicaca-Desaguadero-Poopó-Salar de Coipasa), un conjunto de cuencas interconectadas que enfrentan alteraciones severas, explica Marco Limachi, investigador en recursos hídricos.
Los sistemas endorreicos suelen retener el agua y no permiten su salida. Pero el sistema se enfrenta a graves alteraciones debidas al cambio climático, la contaminación y factores meteorológicos, climáticos e hidrológicos.
El cambio climático ha intensificado el cuadro. Temporadas de lluvia más cortas y menos intensas, combinadas con temperaturas crecientes, han favorecido la proliferación de microalgas que reducen la transparencia del agua y disminuyen el oxígeno. Por eso, tanto los peces nativos como el ispi (Orestias ispi), el carachi amarillo (Orestias luteus), el mauri (Trichomycterus rivulatus) y el suche (Trichomycterus rivulatus), como las especies implantadas como la trucha (Oncorhynchus mykiss) y el pejerrey (Odontesthes bonariensis) disminuyen su cantidad. Al parecer, esta situación se ha visto agravada por las presiones ejercidas por la demanda de pescado en el mercado, que en muchos casos conduce a la sobrepesca.
Incluso el sol parece quemar con más fuerza que antes. La isla Cojata, en el municipio de Huarina, parece más un erial que un lago: donde antes reinaba el inmenso azul del Titicaca, ahora el suelo reseco está blanquecino y agrietado. "Nos duele la piel, aparecen sarpullidos y enfermedades", explica Javier Apaza Flores, agrónomo y pescador local.
Las precipitaciones, que antes llegaban a 50 milímetros al año, ahora no superan los quince. Esto ha degradado los suelos y transformado los usos de la tierra en las áreas circundantes, dice Limachi. Por ejemplo, tanto en la bahía de Cohana como en la isla Cojata, donde antes había agua ahora hay hierba. Todavía se pueden ver barcos, vestigios de otro tiempo, varados en tierra firme, rodeados de vacas: la ganadería, en algunos casos, ha sustituido a la pesca.
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Xavier Lazzaro es especialista de la Autoridad Binacional del Lago Titicaca (ALT). Nació en Francia y estudia la zona desde 1979 y ha observado cómo cambios que "deberían tardar siglos" se precipitaron "en tan solo unas décadas".
Muchas zonas costeras del lago están experimentando un fenómeno conocido como eutrofización, un proceso en el que la acumulación de nutrientes, principalmente fósforo y nitrógeno, favorece el crecimiento excesivo de algas. En los lagos de agua dulce, la eutrofización es un fenómeno natural que se desarrolla a lo largo de siglos o incluso milenios. Sin embargo, en el lago Titicaca, el rápido vertido de aguas residuales sin tratar ha acelerado drásticamente este proceso, especialmente desde la década de 1990, desencadenando floraciones masivas de fitoplancton. Como consecuencia, las actividades humanas y el crecimiento demográfico han acelerado el envejecimiento del lago.
Lazzaro señala que el vertido de aguas residuales de El Alto en Bolivia -agravado por el mal estado de las escasas plantas de tratamiento-, a través del río Katari, es una de las principales causas. Sitios como Bahía de Cohana -donde espacios antes ocupados por el agua ahora se usan como tierra de pastoreo- son los más perjudicados.
Aunque el panorama es sombrío, existen propuestas que podrían marcar la diferencia. Científicos ligados al ALT, a la Universidad Mayor de San Andrés y otras instituciones trabajan en métodos que utilizan plantas como la totora (Schoenoplectus californicus subsp. tatora) para filtrar contaminantes de manera natural, como los humedales construidos en forma de islas flotantes. Y se han realizado plantas pilotos de tratamiento de aguas residuales bajo el sistema de fitorremediación empleando esta planta, que es una macrófita nativa.
"Estas soluciones basadas en la naturaleza han demostrado eficacia a pequeña escala, pero su implementación masiva enfrenta desafíos sociales y políticos", advierte el experto. También habla de la creación de sistemas avanzados de filtración y cuidado del agua, que incluyen inyecciones de ozono y rayos ultravioleta. Para él, es necesario un cambio de paradigma que combine soluciones tecnológicas con regulación y educación ambiental desde la primera infancia. Y en eso, la población local ha empezado a organizarse.
*Nota de Jazmín Bazán para Dialogue Earth