Aunque a veces lo olvidemos, un árbol en Mendoza es una cuestión de Estado. O, si usted quiere, un pacto no escrito, pero indisoluble. Plantarlos debe considerarse un mandato, algo así como una porfía laica para bancar la subsistencia.
Aunque a veces lo olvidemos, un árbol en Mendoza es una cuestión de Estado. O, si usted quiere, un pacto no escrito, pero indisoluble. Plantarlos debe considerarse un mandato, algo así como una porfía laica para bancar la subsistencia.
Cada 15 de agosto, día provincial del árbol, y sin necesidad de que sea feriado ni nada de esos aspavientos, habría que pararse frente a un árbol y abrazarlo. Tranquilo, lo decimos simbólicamente. Pero, le aseguramos que si lo hace de manera concreta no le sonará nada mal. Si no es un abrazo, al menos que sea ponerle un brazo en el hombro, como se hace con un amigo o un familiar para transmitirle el sentimiento de un vínculo amigable.
Una de las razones centrales que va a justificar a los mendocinos en su paso por esta tierra, será la de haber plantado árboles y de haber hecho habitable este desierto. Esa cultura que gira en torno al árbol -algo potente, misterioso- se ha extendido a nuestro carácter provincial.
► TE PUEDE INTERESAR: El apoyo para Avalúo e Impositiva ilusiona al Gobierno para lograr el roll over para 2025
Varias de las esencias de "lo mendocino" las contienen los árboles, que son pacientes, ordenados, respetuosos, pero al mismo tiempo abiertos a las novedades. Qué es, si no, la convivencia de especies arbóreas muy disímiles, en particular aquellas que crecen sin necesitar mucho riego.
Por eso, todos los años debería expandirse en la Provincia la cifra de nuevos ejemplares. Y en el Presupuesto anual de Mendoza debería establecerse claramente una meta creciente a forestar.
El árbol ha sido y es uno de los mejores remedios para los mendocinos: nos salva de los calores extremos, filtra la radiación del sol, mejora la calidad del aire, asienta el suelo, absorbe el polvo en suspensión. Pero además de su aporte sanitario, el árbol es civilización, ya que de él emergen muchos de los componentes que forman nuestra cultura provincial.
Hace unos días escuchamos, en el Parque San Martín, a una niña de unos 4 años preguntarle a su padre. "¿Pá, cómo empiezan los árboles?". El padre, práctico, le dijo: "De una semilla". Y la niña contestó: "Pero debe ser de una semilla gigante".
La pregunta que nos hicimos a su vez nosotros fue: ¿se tratarán debidamente (quisimos decir creativamente) en las escuelas estas dudas maravillosas de los alumnos? ¿Se los incentivará para que aprendan ese mundo riquísimo? Alguien les enseñará, por ejemplo, que "el árbol es un pensamiento de la tierra" como nos ilustró a nosotros el poeta Jorge Enrique Ramponi, ya de grandes, en su libro "Piedra infinita", y quedamos asombrados.
► TE PUEDE INTERESAR: Jesucristo va de picnic al Parque San Martín
No todos saben, por ejemplo, que la concepción de nuestro arbolado urbano es motivo de estudio en varios lugares del mundo. Desde principios del siglo pasado ese tipo de arbolado ha sido una marca registrada, como las acequias que le llevan el agua de la cordillera. Estas cunetas conforman un entretejido milagroso.
Hacia 2017 un informe del Conicet nos aseguraba que en toda la provincia había un poco más de 1.000.000 de árboles en alineación, de los cuales 700.000 están en los departamentos que conforman el Área Metropolitana. Con esos números, a los 2.043.540 mendocinos de la actualidad les estaría tocando un árbol cada dos personas.
¿Sería destemplado o chiflado plantear (o soñar) como desafío, que alguna vez los mendocinos podamos tener un árbol por persona? ¿No nos haría eso más responsables, más consustanciados con la crisis ambiental?
Y aquí viene la sugerencia. ¿Con una pequeñísima parte de los 1023 millones de dólares que nos pagó la Nación en reparación por los estragos económicos de la promoción industrial en las provincias vecinas, podríamos hacer un aporte excepcional para arrancar con este proyecto que podría ser, además, un movilizador en las escuelas y en la sociedad civil?
"Un árbol para cada mendocino" podría ser además un complemento a las obras que se han comenzado a hacer con esos fondos, trabajos que a su vez tienen que ver con el agua, el saneamiento y la energía. Cada una de estas obras debería celebrarse hincando más árboles en la tierra para llenarla de esos pensamientos que inventó Ramponi.
Ya lo hemos dicho en esta columna y queremos repetirlo: "lo verdaderamente revolucionario que se puede hacer en Mendoza es plantar árboles". A su cobijo, guarecidos, podemos plantear todo lo demás.