Análisis y opinión

Victoria Villarruel, la vice conservadora que resiste ser una figura decorativa

La vicepresidenta Victoria Villarruel bracea entre la rebeldía que ella cree que le cabe y la "sensatez militante" que le pide el libreto del libertario Milei

Cada uno hace lo suyo. Se recelan. Se tienen desconfianza. Dudan. Javier MIlei y Victoria Villarruel llegaron asociados a la Cámara de Diputados de la Nación en 2021 y luego dieron el batacazo de quedarse con el gobierno nacional en 2023 compartiendo la fórmula presidencial. Hoy son enemigos íntimos.

A escala, claro, ambos comparten la sed de poder. Los dos son de una derecha heavy. Él, por anarcocapitalista. Ella, por militarista (viene de una familia con larga tradición de uniformados) y por su nacionalismo ferreamente conservador. Él, sin duda es más osado y más volcado a lo económico, pero ella teje y desteje con mucha paciencia.

Victoria Villarruel es una mujer metódica, insistidora, que tiene un norte en la vida: dejar testimonio. Su causa es la de dar visibilidad a las vícitimas del terrorismo insurgente de los años '70, en particular de los militares que fueron blanco del ERP y de Montoneros.

Por algo Villarruel hizo hace algunas semanas uno de los actos de reivindicación más esperpénticos de los que se tenga memoria. Puso en un pedestal (literalmente) a Isabel Martínez de Perón (93 años), dándole una valoración que la mayoría de los argentinos no siente -ni por asomo- por la última esposa de Perón, cuyo gobierno fue un rosario de desaciertos económicos e ineficacias políticas, lo cual no justificó la irrupción militar ya que la propia Constitución fija remedios republicanos para situaciones extremas.

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En realidad Villarruel hizo esa vindicación de Isabel para sumar a su proyecto político al peronismo de derecha y para agradecer que durante la presidencia de la viuda de Perón (1974-1976) se decretaron las acciones para "la aniquilación" de los movimientos guerrilleros, que dieron pie a la aparición de las bandas paraestatales, como la Triple A.

Al alzarse las Fuerzas Armadas contra la Constitución -en 1976- varios referentes de esa dictadura se valieron de aquellos decretos de Isabel Perón para intentar justificar el terrorismo de Estado que se deplegó por el país. Ahora, para la Vice, Isabel es una "argentina de bien", cuya figura hay que rescatar.

Villarruel (49 años, abogada, divorciada desde hace 15 años, decisión que le valió estar distanciada con algunos miembros de su familia) ha demostrado que no tiene intención de simular una vicepresidenta decorativa. Maneja una agenda propia y ha puesto en aprietos más de una vez al Presidente y al entorno de éste.

A ver: no es que sea una desbocada tipo Lilia Lemoine, la famosa diputada cosplayer que Milei puso en un lugar entrable cuando les faltaba militancia presentable para las listas. Nada que ver. "Vicky", como le llaman los suyos, es meticulosa, sistemática y ha aprendido a retroceder dos trancos hasta que pase el temporal y encarar de vuelta.

Milei y Villarruel en un tanque de guerra.png

Incluso le divierte que se hable de ella en los programas de chimentos. Por ejemplo, hace unos días se trató un supuesto casamiento suyo que se concretaría en Salta el 8 de diciembre. Ella se lo tomó con humor al punto de que en un tuit aconsejó: "Si no llego a tiempo a la fiesta, ustedes empiecen".

Ella dice cosas como ésta: "Ni la Argentina ha estado a la vanguardia de los derechos humanos ni las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo son blancas palomas" para agregar que el "relato político de los últimos 40 años está lleno de mentiras". En algunos de sus perfiles coloca para sí adjetivos como "patriota". La mayor parte de su carrera no fue hecha en los círculos libertarios sino con entidades y grupos vinculados a la narrativa militar.

Su acercamiento a Milei no fue porque la haya seducido el anarcocapitalismo del carajeador, sino por la batalla del León contra la "casta política" que gobierna el país desde 1983.

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En las entidades por las que Villarruel pasó para difundir su ideario sobre las víctimas civiles y militares del terrorismo se la suele recordar como una mujer de carácter duro que, tal vez, la actividad política haya modificado en parte, tornándola más negociadora, más intrigante.

Fortalecida, porque no es de doblegarse ni asustarse ante las embestidas del Poder Ejecutivo, que en más de una ocasión le ha cuestionado el hecho de que no se cuadre, la vicepresidenta bracea entre la rebeldía que ella cree que le cabe y la "sensatez" militante que le pide el libreto oficial libertario en cuyas aguas ella no nada totalmente a gusto.

En el reciente festejo por el Día de la Madre, la vicepresidenta dejó en las redes un mensaje de salutación para las mujeres con hijos y no faltaron los desubicados que la cuestionaron por no tener chicos y por no estar en pareja. A ambos tipos los puso de vuelta y media, calificándolos de "salame" a uno y de "medio hombre" al otro.

Como en las series de TV donde el primer capítulo suele presentar a los personajes antes de desatar el conflicto, así ha sido este primer año de gobierno libertario. Ya está delineado cómo son el Presidente y la Vice. Ahora vendrán los capítulos más fuertes. El 2025, año de elecciones legislativas, será ideal para verlos en acción. Él, reafirmando la tesis del ¡carajo! constante para seguir avanzando, y Villarruel con la antítesis de que ella no es "el jamoncito" de nadie, pero tampoco una suicida.