En realidad la frase completa fue: "sobame la quena, reina". Parece que no, pero el término "reina", después de una coma, le quita un poco de fiereza al deseo de Lemoine. Ahora bien,la diputada nacional la terminó de embarrar con otra frase que le zampó trascartón a la funcionaria del Senado: "Sacudite la entrepierna a ver si se te sale la arena".
"Qué boca de carrero" decían nuestras abuelas cuando los nietos nos zafábamos al hablar, como ahora hace la legisladora libertaria, con la diferencia de que en nuestro caso -pibes- no habíamos jurado por la Constitución Nacional ni por nuestro honor a exhibir un comportamiento razonable y republicano. Tampoco, obvio, cobrábamos un muy buen sueldo salido de los fondos públicos.
En realidad, Lemoine, buscaba con todo este embrollo mandar un tiro por elevación a la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, a la que acusa de "sanguijuela", "garrapata" y de vivir "chupando la popularidad de otro" en alusión al presidente Javier Milei.
Las malas
El prejuicio, que siempre anda por ahí aguijoneando, podría decirnos que Lemoine es mala porque es linda (¡joder, que lo es, con esa pinta de Nicole Kidman de pueblo!). Las físicamente menos favorecidas -debe creer ella- están obligadas a ser buenas o, por lo menos, a "hacer" de tales.
Lilia se pavonea en las redes y en el recinto del Congreso de ser mala, creída y una especie de vengadora libertaria contra los caretas de izquierda y los tibios de centro. Es especialista en exagerar su rol de "inclasificable" y de supuesta protegida del Presidente. A ver, vamos a un ejemplo: no es lo mismo la boca de cloaca de Lemoine que la de Yanina Latorre.
Simple: Yanina ha logrado burilar un personaje en los medios privados donde trabaja. Es creíble y hasta querible. Y, para mi gusto, muy graciosa. Pero lo más importante es que no le pagan los contribuyentes ni el Estado. Lemoine, en cambio, es una funcionaria pública, con un plus más importante: ha sido elegida por el voto del pueblo. Los legisladores cuentan con prerrogativas constitucionales. Lo mínimo que se le puede pedir es un poco de buen recato republicano.
Ojo: jamás apoyaríamos que a Lemoine -ni a ningún funcionario- se le ponga un bozal legal, como ha salido a pedir una ONG a un juez. Que Lemoine y Villarruel digan lo que tengan que decir. Los exabruptos y los insultos suelen ser portadores del efecto búmeran, es decir que retornan al lugar del que partieron.
¿Batalla cultural?
Lemoine comenzó a trascender en 2021 como asesora de Javier Milei, que por entonces era candidato a diputado nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ella era su maquilladora y peinadora. En esos comienzos, según deslizó Lilia en su momento, fueron amigovios o algo así por unos dos meses.
Poco a poco se pudo ir agregando al CV de la dama otras especialidades. Por ejemplo, experta en "efectismo" o consumada "it girl", además, claro, de cosplayer (gente que dice hacer un arte del disfraz).
Pero también por entonces, Lilia tenía otra función esencial que era la de reunir a militantes libertarios bisoños para catequizarlos acerca de "cómo trollear en las redes sociales", o para decirlo más fácil, cómo insultar en las distintas plataformas o provocar reacciones emocionales o discusiones que ayudasen a difundir el fenómeno Milei.
De los muchos significados que la RAE asigna a la palabra guarango/a la mayoría tiene que ver con el concepto de grosería. No me gustaría asociar ese adjetivo a Lemoine. Casi al final del listado de calificativos que incluye el diccionario para guarango/a encontré uno más adecuado: "incivil".
Este es un adjetivo ideal en una república para los funcionarios que no parecen estar a la altura de la tarea civil que el pueblo les ha asignado.