Análisis y opinión

Che, aflojen con los algoritmos en las series

El algoritmo ayuda a resolver problemas o trabajos de complejidad. Pero no parece ser lo más indicado para hacer series o películas donde lo esencial siguen siendo un director, un guionista y los actores

Algunas series de TV tendrían que aflojar un poco con los algoritmos a la hora de crear un producto de ficción. Le harían un favor a la creatividad "natural" de guionistas y directores. Y a nosotros nos librarían de tener que ver cosas hechas a reglamento o colocadas a presión.

Un ejemplo concreto son esas escenas "subidas de tono" que se incluyen de manera cronometrada en tres o cuatro momentos de cada capítulo de algunas series, sean necesarias o no.

Algo similar suele pasar con el exceso de escenas violentas, en particular en ciertas series policiales españolas, donde se nota que el algoritmo mandón trabaja a destajo dejando de lado la sugerencia y la sugestión. Cada 15 minutos debe haber una mano cortada de manera explícita o una escena de tortura rotundamente frontal.

Entendámonos: el erotismo o la violencia son componentes esenciales si estamos contando historias de pasión o de corte policial. El tema es que no puede haber una sirena de fábrica que nos ordene cuándo deben ir tales escenas y con qué nivel de tensión.

¿Dónde está la diferencia entre un producto fílmico hecho para "usar y descartar" de otro destinado a perdurar? Sin duda en el pulso de un director y en el soporte de un guionista. No en un relojito que marque cuándo hacer llorar o reir.

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El periodista y escritor mexicano Juan Villoro contó cómo su mujer "despista" a la máquina del algoritmo.

El periodista y escritor mexicano Juan Villoro contó cómo su mujer "despista" a la máquina del algoritmo.

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El algoritmo puede servir para muchas cosas, en particular para ayudar a resolver problemas o trabajos de complejidad, y nadie puede negar su influencia en diversas actividades del mundo actual, pero usado en la creación artística es como el chile en las comidas, si te pasás de la raya en su uso se te puede arruinar el plato.

El periodista y escritor mexicano Juan Villoro ha contado que su mujer, en actitud de resistencia contra el exceso de algoritmos en los contenidos de las plataformas y redes sociales, selecciona canciones que no le gustan o películas que detesta para tratar de despistar a "la máquina".

Ella, como tantos otros espectadores, quiere que los sorprendan con buenas artes, no que le presenten siempre el mismo menú, sino que apuestan a diversas maneras a la hora de contar una historia, sin un mandato mecánico de cómo se debe narrar.

Bastaría con hacer foco en la diferencia notable que hay entre las series o películas que se dejan guiar por algoritmos y las que, sin descartarlos, prefieren dejar en manos de un humano el tono general del producto.

Habrá detectado usted, lector/a, la facilidad con que nos olvidamos de muchísimas series que hemos visto en los últimos meses. Y no es que sean productos abominables. Pueden estar, industrialmente, muy bien hechas. Pero a muchas de ellas les falta ángel, espíritu, son impersonales. sin matices, contadas de forma estándar. Nos entretienen pero no nos dejan marca.

Los espectadores que hemos sido moldeados por el cine, incluso por el de clase B o por las malas películas que nos sirvieron para conocer la diferencia, sentimos que hay un exceso de algoritmos en este arte-industria que es el cine y sus derivados como las series.

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Imagen de la película Psicosis, de Alfred Hitchcock. 

Imagen de la película Psicosis, de Alfred Hitchcock.

La película Psicosis, de Alfred Hitchcock, ¿sería lo que es en la cultura cinematográfica si se hubiera hecho siguiendo mandatos de algoritmos y no con la personalidad intransferible y compleja de ese director?

Si Tiburón, de Steven Spielberg, fuese filmada hoy bajo la influencia del algoritmo ¿tendría ese comienzo pleno de misterio y tensión donde se presiente el mal pero no se lo ve?

¿Podría estar guiada por algoritmos esa maravilla llamada 2001, odisea del espacio, de Stanley Kubrick, una película que sólo pudo salir de la concepción de un creador genial y "natural", de carne y hueso?

La necesidad de reivindicar lo humano, que no significa rechazar lo tecnológico, conlleva que reclamemos nuestro derecho a asombrarnos, a demandar singularidades, a celebrar la sugerencia.

Y, por lo tanto a ver películas y series donde lo que prime no sea sólo el mandato de un dispositivo digital, sino la inteligencia de un director, el rigor de un buen guionista, el olfato de un productor, y la entrega de esa "fauna" lunática que son los actores y actrices, quienes a veces juegan sus papeles en estado de gracia.

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