El equipo científico desarrolló un algoritmo computacional llamado cobraa que modela cómo las poblaciones humanas antiguas se separaron y posteriormente volvieron a unirse. Las pruebas realizadas con datos simulados permitieron aplicarlo a información genética real proveniente del Proyecto 1000 Genomas, una iniciativa global que secuenció ADN de poblaciones de África, Asia, Europa y América.
Los expertos identificaron cambios sorprendentes que ocurrieron después de la separación inicial de las dos poblaciones ancestrales. "Inmediatamente después de la división, observamos un cuello de botella severo en una de ellas, lo que sugiere que se redujo a un tamaño muy pequeño antes de crecer lentamente durante un período de un millón de años", señaló el profesor Aylwyn Scally, coautor del estudio.
Esta población, que posteriormente aportaría aproximadamente el 80% del material genético de los humanos modernos, parece haber sido también la población ancestral de la que divergieron los neandertales y denisovanos, otros parientes humanos ya extintos.
El impacto del descubrimiento
La magnitud de este hallazgo supera ampliamente lo que ya sabíamos sobre la mezcla genética con neandertales y denisovanos. Mientras el ADN neandertal constituye aproximadamente el 2% del genoma de los humanos modernos no africanos, este antiguo evento de mezcla contribuyó hasta diez veces esa cantidad y se encuentra en todos los humanos modernos.
El método del equipo se basó en analizar el ADN humano moderno, en lugar de extraer material genético de huesos antiguos. Esta aproximación del estudio permitió inferir la presencia de poblaciones ancestrales que podrían no haber dejado rastros físicos.
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Los denisovanos aportaron mucho para la llegada del homo sapiens, según el estudio.
La ciencia revela ahora que algunos de los genes heredados de la población minoritaria, particularmente aquellos relacionados con la función cerebral y el procesamiento neural, pudieron desempeñar un papel crucial en la evolución humana. Estos genes frecuentemente se ubican lejos de las regiones del genoma vinculadas a funciones génicas, sugiriendo una menor compatibilidad con el fondo genético mayoritario.
El profesor Richard Durbin, coautor del trabajo, enfatizó: "Nuestra investigación muestra signos claros de que nuestros orígenes evolutivos son más complejos, involucrando diferentes grupos que se desarrollaron por separado durante más de un millón de años, para luego regresar y formar la especie humana moderna".