“Tuve antepasados que se dedicaron a esto, como uno de mis bisabuelos que fue carpintero” contó.
Otra de sus características es que tuvo que reinventarse varias veces a lo largo de su historia.
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Mariano Ruffoes un carpintero
Foto: UNO / Axel Lloret
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Un joven que encontró en la carpintería su destino
En el comienzo del siglo XXI, Argentina estaba en plena crisis, casi como la actual pero con gente menos resignada y por ende, más encendida. Digamos que la situación social se estaba volviendo preocupante y Mariano, quien había sido papá apenas con 20 años y quería salir a buscar una vida mejor, emigró a Estados Unidos.
“Allí llegué sin papeles, pero como fue antes del atentado a las Torres Gemelas, lo que pude hacer fue sacarme una licencia de conducir que me otorgaron por 8 años”-
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En Estados Unidos Mariano se hizo carpintero.
Foto: UNO / Axel Lloret
Durante ese tiempo y a pesar de no tener visa, ese permiso le servía para transitar, para sacar créditos y para tener una cuenta en el banco. Por lo tanto, era casi como un documento.
“Así empecé a buscar lugares para trabajar y me crucé con una carpintería”.
Mariano vivía en Orlando, Florida. Allí se hizo carpintero.
“Comencé desde muy abajo, como ayudante, aprendí a lijar y a hacer tareas sencillas”.
Sin embargo, quizás por su talento heredado, se fue perfeccionando hasta convertirse, en el lapso de cuatro años, en el gerente de producción.
Así fue pasando el tiempo hasta que en el 2008 se le venció la licencia de conducir, intentó renovarla y no pudo.
“Entonces decidí volverme”, sostuvo Mariano. Y así fue: cargó toda su vida en un contenedor y se volvió a Mendoza.
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Algunas de las creaciones de Mariano.
Foto: UNO / Axel Lloret
Armar su taller de carpintería desde cero
Cuando regresó a la provincia, Mariano ya tenía una profesión en marcha y muchas máquinas para armar su propio taller.
Eso fue lo que hizo pero no fue de un día para el otro: se demoró por lo menos un año, entre la espera del contenedor y la búsqueda de una propiedad donde instalarse.
Aproximadamente en el 2009, esta etapa ya había concluido y él se encontraba trabajando en su taller de Mendoza.
En un principio se dedicó a hacer muebles y no le dio tanta importancia a la parte artística.
En la carpintería donde se formó en Estados Unidos, le habían enseñado a elaborar muebles finos con detalles y terminaciones superiores a las de otros productos que se podían hallar en el mercado.
Durante la primera etapa de su taller también se dedicó a la elaboración de muebles de ese estilo, aunque para encontrar la veta más artística aún faltaba un tramo. Sin embargo “el bicho del arte” ya le había picado y su sustancia comenzaba a hacerle efecto.
Los primeros pasos en el arte de la madera
Mariano comenzó cerca de 2016 a generar un cambio en su producción: ya no le interesaba solamente elaborar muebles, sino que quería darles su propio estilo.
De a poco se fue animando a realizar proyectos cada vez más artesanales. “La creatividad es adictiva” señaló.
Mientras tanto, su vida personal se complicó, se divorció y tuvo que desarmar parte del taller, pero esto no fue un obstáculo para seguir creando.
La decisión de emigrar y la pandemia que lo cambió todo
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Ruffo hizo de la resiliencia un modo de vida.
Foto: UNO / Axel Lloret
En el 2019, Mariano ya se encontraba en pareja de nuevo –está casado con Emi Giamportone – y juntos tienen un niño, Andino, que en ese momento tenía 2 años.
De repente, la situación del país volvía a complicarse y Mariano y su esposa decidieron irse a vivir a Europa.
“Haríamos base en Madrid, pero nuestra intención era quedarnos en Italia”.
Para marzo del 2020, Mariano había desarmado su taller, vendido la mayor parte de las máquinas y ya tenía las valijas listas: partían en abril para desembarcar en Europa.
De más está decir que eso nunca sucedió: en marzo se cerraron las fronteras y ahí estaba Mariano Ruffo, sin taller y sin posibilidades de viajar. Otra vez la opción era reinventarse.
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Lo que hizo fue trabajar durante un tiempo en la carpintería de un colega y volver a juntar las piezas de su rompecabeza: esta vez encontró un lugar en la Cuarta Sección y volvió a montarse su taller. Ruffo hizo de la resiliencia un modo de vida.
Muebles artísticos para la vida cotidiana
La carpintería le dio paso al arte en la obra de Ruffo y así continúa hasta ahora, que su producción ha virado casi totalmente a lo artístico.
Sus clientes son muy específicos: gente que disfruta del arte en el día a día, sin verlo simplemente como algo para contemplar, sino como un elemento de la vida cotidiana. Este es el público que busca los muebles de Ruffo.
Tiene un punto de venta en Buenos Aires, en una galería denominada "Casa Social", donde lleva su obra y una página de instagram que utiliza para mostrar sus creaciones. Pero asegura que su mejor publicidad es el boca en boca.
Es una buena fórmula porque en su taller no sólo trabaja él sino dos personas más, que son quienes concretan parte de sus proyectos, aunque es él el cerebro creativo detrás de cada obra.
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Su producción ha virado casi totalmente a lo artístico.
Foto: UNO / Axel Lloret