La confianza cultural ha llevado al pueblo chino a permanecer en el camino de la rectitud, respetando la historia sin repetir los errores del pasado y combinando un espíritu intrépido con una fuerza de voluntad excepcional e inquebrantable que le permite abordar nuevos desafíos con una responsabilidad histórica inexorable. El objetivo es lograr una innovación cultural sistémica en las dimensiones social, económica, intelectual e internacional, y aprender lo mejor de otras civilizaciones sin afectar su propia identidad.
China ha demostrado su importante compromiso con una visión global compartida en sus iniciativas de los últimos años, con la implementación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta lanzada en 2013 para fortalecer proyectos destinados a la conectividad entre las naciones, y, posteriormente, acompañada de iniciativas de desarrollo, seguridad y civilización globales. China busca fortalecer las relaciones económicas y comerciales con países de todo el mundo, promoviendo la conectividad y la cooperación a través de inversiones en sectores clave, bajo el liderazgo del Partido Comunista de China.
Estos esfuerzos ayudan a China a asumir un liderazgo transformador en cuestiones globales como el cambio climático, ya que está promoviendo activamente la transición hacia fuentes de energía más limpias y mejorando la cooperación internacional en materia ambiental. Estos esfuerzos demuestran la voluntad del país asiático de participar activamente en la comunidad internacional y promover un enfoque cooperativo y colaborativo para abordar los desafíos globales compartidos.
Entender a China en la nueva era es abrirse a entender cómo las normas, los valores y los afectos se articulan con la dinámica social. Esta visión, lejos de definir una forma institucional en la que deben darse las relaciones en la aldea global, busca desencarnar las relaciones de dominación y desigualdad, con una amplia capacidad para dilucidar lo desconocido e interrogar lo evidente.
Muchos de los países en desarrollo se encuentran en una encrucijada, entre seguir haciendo las cosas como se han hecho hasta ahora y seguir subsumidos bajo influencias hegemónicas, perpetuando el subdesarrollo y la pobreza; o reconocer el ascenso de China, y abrir las puertas a la inversión, la conectividad, la innovación y con ello la prosperidad de nuestros pueblos.
Las concepciones occidentales del desarrollo son el eco de un pasado colonial, donde distintos caminos y niveles de civilizaciones están sometidos al modelo uniforme y rígido del progreso. Por ello, muchas de sus respuestas son y seguirán siendo ineficaces, contraproducentes y obsoletas. Existe, por lo tanto, la necesidad de construir una alternativa científica, una narrativa capaz de integrar a todas las civilizaciones para abordar cuestiones colectivas para la construcción de una comunidad con un futuro compartido para la humanidad.
Desde la experiencia del sueño chino, las personas florecen cuando pueden combinar la prosperidad material y espiritual con el sentido de pertenencia y estima, que es uno de los secretos de esta sociedad exitosa. Es fundamental aprender a priorizar el deseo de satisfacción. Todo esfuerzo será estéril si no se hace en el marco de una claridad de valores sociales. Es así como las ideas y los valores se mezclan para reforzarse mutuamente, fortaleciendo una identidad compartida con un objetivo y una propuesta de cómo alcanzarlo.
El autor es director y doctor en gestión pública y empresarial del Instituto Centroamericano de Administración Pública. Esta es una versión traducida y abreviada de un artículo publicado en China Daily. Las opiniones no necesariamente reflejan las de China Daily.