A pesar de que el sector energético ha sido el principal receptor de la mayoría de los préstamos, el interés de China en América Latina se ha diversificado en términos de sectores. Por ejemplo, Brasil tiene planes de colaborar con China en el desarrollo de semiconductores. Además, empresas chinas están involucradas en la construcción de sistemas de transporte subterráneo en Bogotá, así como en la adquisición de minas de litio en Argentina, junto con la renovación de sus swap con ese país. Recientemente, los vehículos eléctricos fabricados en China han encontrado un mercado potencialmente grande en Sudamérica.
La inversión china en infraestructura de transporte también ha aumentado. El mega puerto de 3.600 millones de dólares en Chancay, Perú, construido por COSCO y que será inaugurado a finales de este año, está destinado a convertirse en un importante centro de exportación e importación para Sudamérica, especialmente para el comercio entre los países sudamericanos, China y otros países asiáticos. El puerto reducirá un tercio el tiempo de transporte y, de esta manera, beneficiará a los exportadores de países como Brasil, Colombia, Bolivia, Venezuela y Guyana. Los que se beneficiarán especialmente de esta nueva instalación son los productores de soja, maíz, carne y diferentes tipos de minerales.
Este aumento de la presencia china en América Latina a menudo ha llevado a analistas a valorar la reacción de Estados Unidos, dada la frecuente referencia a la supuesta Doctrina Monroe (“América para los americanos”).
Al menos hasta hace poco, la posición oficial de EE. UU. era la de favorecer la competencia, ya que se cree que más actores son buenos para una competencia sana. Sin embargo, de alguna manera eso ha cambiado, luego del aumento de las inversiones chinas en el sector energético y algunos minerales estratégicos. El crecimiento del comercio de minerales ha provocado reacciones por parte del Comando Sur de Estados Unidos, que ha expresado su preocupación por la posibilidad de que China obtenga un mejor acceso a minerales estratégicos en la región.
Además, parece que cuando el puerto Chancay esté finalizado, está destinado a desempeñar un papel que ha generado preocupaciones en algunos países occidentales sobre la posibilidad de que la marina china no solo use el puerto con fines comerciales, sino también como una herramienta geoestratégica. Está de más decir que esta presunción es ridícula.
Sin embargo, tales temores no han llevado a los países latinoamericanos a reforzar sus relaciones con su principal socio comercial tradicional. En cambio, han mantenido simultáneamente buenas relaciones económicas y diplomáticas tanto con China como con EE. UU. y no hay indicios de un cambio en su posición en el corto plazo.
El autor es coordinador de Relaciones Económicas Exteriores en el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), Brasil. Esta es una versión traducida y resumida de un artículo publicado en China Daily. Las opiniones no reflejan necesariamente las de IPEA o China Daily.